He visto a la Virgen trabajar con nosotros!

 

Don Orione

 

 

.... He visto moverse las piedras: 
he oído arcanos cánticos celestiales
¡y hasta las piedras cantaban!
soñé con la Santísima Virgen:
¡he visto a la Virgen trabajar con nosotros!
Las piedras del Santuario
y las obras de fe y de caridad
cobraban vida y florecían,
y cantaban con nosotros a coro: ¡María!¡ María! ¡María!
Y se alzaban hacia Ella como Angeles,
y con los Angeles,
casi como almas en adoración.
¡Qué pura y qué bella es la Virgen Santa!
¡Tan soberana, tan hermosa que parecía Dios!
¡Revestida de luz,
rodeada de resplandor y coronada de gloria;
grande y gloriosa, con la gloria y grandeza de Dios!
Pero, ¿quién podrá hablar de Ti, oh Virgen Santa?
¿Qué será, entonces, el Cielo?

¡No fue más que un sueño,
que duró breves instantes,
y todavía me siento como renacer;
el recuerdo de pasadas amarguras ha desaparecido, 
el alma estalla en alabanzas y la inteligencia se aclara,
el corazón se ilumina y se inflama de suavísima caridad,
siento una inmensa alegría
y no quiero ni deseo nada más!

¡Te quiero a Ti, oh Santa Virgen:
Te llamo, Te sigo, Te amo!
¡Fuego, dame fuego,
fuego de santo amor a Dios y a los hermanos:
fuego de amor divino
que encienda las antorchas apagadas,
y resucite todas las almas!

Llévame, Virgen bendita,
a las muchedumbres de las plazas y caminos;
empújame a abrazar a huérfanos y pobres,
a los miembros abandonados, dispersos, sufrientes,
del Cuerpo de Cristo,
tesoros de la Iglesia de Dios.

¡Si tu brazo poderoso me sostiene,
podré llevarlos a Ti, oh Bienaventurada Madre del Señor!
Madre tiernísima de todos nosotros, pecadores,
de todos los afligidos.

¡Salve, toda blancura, Inmaculada Madre de Dios:
augusta Reina!
¡Salve, oh gran Señora de la Divina Providencia,
Madre de Misericordia!

Tú tienes todo poder sobre el corazón
de Tu Dios y Tu Hijo Jesús.
¡y tus manos están llenas de gracias!

Abril, 1933