Valle de humildad...

Padre Felipe Santos Campaña SDB


Texto:
“Mirto de templanza, rosa de paciencia, nardo fragante. Valle de humildad, tierra respetada por el arado y abundante en cosechas. Cristo, flor de los campos, el bello lirio de las cañadas, ha nacido de Vos” ((Salve Mater Salvatoris, obra de Adam de san Víctor, cantada en París en la fiesta de la Asunción).

Comentario: Madre mía, los regalos que me das son tan bellos e inocentes que mis ojos se detienen en cada uno, y con mi corazón, decía Silvestre, te ensalzo por cada uno de ellos. Tengo la suerte de haber participado una vez en esta fiesta parisina en tu honor. La belleza de la ciudad, sus monumentos y sus gentes me encaminaban a ti, atraído por tu protección constante en mi vida.

La letra de ese canto me enseña las virtudes que adornan mi existencia. Con estos adornos, me doy cuenta, que puedo acercarme a cualquiera sin sentirme rechazado nunca, salvo por algunos brutos que ni sienten ni padecen.

Constato que en mi vida la humildad es la clave de mi apretura a ti, a tu Hijo Jesús ay a todos cuantos me rodean. El es la flor del campo que, levantada en plena llanura, lo engalana todo de hermosura.

Mi vida joven, de este modo, es un racimo de flores que expanden el perfume de sus olores en mis estudios, trabajos y en mis relaciones humanas. ¿Cómo eres así?, me suelen preguntar. Y mi respuesta es nítida y bella como la luz que en esta tarde embellece la ciudad de París. Soy así, les contesto, porque mi vida tiene sentido en tanto en cuanto estoy en intimidad con la Madre Virgen que me lanza al apostolado mediante las armas exquisitas de las flores.

Hoy día, frente a tanta brutalidad, guerra e injusticia, mi trabajo consiste en aportar al mundo las palabras de este himno, convertidas en mi vida como la esencia misma que la sostiene.

Oración: Virgen, flor de las flores. ¡Qué bella eres en tu fiesta de la Asunción! Tranquila en tu dormición fuiste elevada a los cielos por los ángeles. Habías sido pulcra y hermosa, no tenías la corrupción del pecado. Por eso, tu Hijo te llevó a los cielos para que, desde allí, nos inundes a todos con tu gracia y tu protección. Haz que cada día sea el perfume que alegre a la gente con las flores de la paciencia, la templanza y el olor penetrante del nardo.