La vida en familia

Autor:

 

Sagrada Familia 

«El que respeta a su padre tendrá larga vida, al que honra a su madre el Señor lo escucha» (Eclesiástico 3,3). El texto del Eclesiástico, designado así por san Cipriano, es un buen testimonio de la doctrina y de las costumbres del jusdaísmo, que Ben Sirá mantendrá contra el proceso de helenización, impuesto por Antíoco.
Humanista en toda doctrina, acentúa especialmente la apología del cuarto mandamiento: el honor, el respeto y el cariño al padre y a la madre: «No abandones a tu padre mientras viva…, no lo abochornes mientras vivas».

Ya el Éxodo había impuesto al pueblo el precepto humano y divino: «Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen sus días sobre la tierra» (Éx 20,12). Y Tobías aconsejaba a su hijo: «Honra a tu madre y no le des un disgusto en todos los días de su vida… Acuérdate de que ella pasó muchos trabajos por ti cuando te llevaba en su seno» (Tob 4,3). Tened la seguridad de que «el Señor escucha al que honra a su madre».

«Levántate, coge al Niño y a su madre y huye a Egipto; quédate hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo» (Mateo 2,13).
«Llamé a mi hijo para que saliera de Egipto». José, hijo de David, entronca, como padre legal, a Jesús, con las promesas de Dios a David, hechas por los Profetas. San Mateo nos narra hoy la prolongación de Israel en Jesús. Israel, que es Jacob, bajó de Palestina a Egipto. Conocemos la historia de José. Multiplicada la familia, permanece en Egipto cuatrocientos años, la mayor parte de ellos, en esclavitud. Yavé los libra por medio de Moisés. Como el pueblo de Israel, Jesús baja también con sus padres a Egipto y hace su Éxodo atravesado el desierto. José, el hijo preferido de Jacob, fue llevado a Egipto por la envidia de sus hermanos.

De noche huyendo y sobresaltados José y María ante el menor indicio de sospecha, escondiéndose, disimulando, humillados. José, obediente al ángel, sin jamás poner reparos a sus órdenes. De noche. ¿Ahora? ¿No puedo esperar a mañana? Hace frío, no tengo nada preparado… Lo mismo María, sin inquietar más a José con sus quejas o protestas… Hasta que el Padre lo libere de Egipto, como un heredero de tantos, como los patriarcas, que liberados de Egipto llegan a la tierra santa Jesús, el Hijo amado del padre, por la de Herodes. Es la lucha constante del mal contra el bien.

Los emigrantes de hoy tienen un modelo donde mirarse: La Sagrada Familia, dechado de emigrantes inocentes. Tuvieron que expatriarse: en busca de trabajo que no encontraron en su país. O tuvieron que salir porque en su patria la envidia les impedía realizar su vocación o desarrollar su personalidad, o porque no podían investigar por falta de medios. Como ellos, Jesús, hermano de los desterrados de todas las causas. En todo semejante a los hombres.

Nos horroriza el estado del mundo actual. En el fondo de todo, el odio, la soberbia, la envidia, la venganza, la crueldad. Caín en acción: «¿Dónde está tu hermano?» «No sé. ¿Soy yo el guardián de mi hermano?». «La sangre de tu hermano me está gritando desde la tierra hasta mí» (Gén 4,9). ¿Ha progresado el género humano? En ciencia, en técnica, en confort, ciertamente sí. En humanidad, en civilización, está en la edad de piedra. «El siglo XX será considerado una época de ataques masivos contra la vida, una serie interminable de guerras y una destrucción permanente de vidas humanas inocentes. Los falsos profetas y los falsos maestros han logrado el mayor éxito posible» (EV 17).

La cifra horripilante nos espanta: noventa millones de abortos al año. La sangre de esos niños que son torturados en el seno de sus madres, que, como nuevos herodes exterminan a sus propios hijos, ¿cómo no va a gritar a Dios, padre de todos? «Por eso te maldice esta tierra, que ha abierto sus fauces para recibir de tus manos la sangre de tu hermano. Aunque cultives la tierra, no te pagará con su fecundidad» (Gén 4,11). Y ¿cómo no pensar también en la violencia contra la vida de millones de seres humanos, especialmente niños, forzados a la miseria, a la desnutrición y al hambre?

Por eso ¡qué lejos está el mundo actual de ser dichoso porque teme al Señor y sigue sus caminos! ¡De poder comer el fruto de su trabajo, de considerar como bendición del Señor a la mujer como parra fecunda y a sus hijos como brotes de olivo alrededor de su mesa! (Salmo 127).

«Levántate, coge al niño y a su madre, y vuélvete a Israel». «Volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret». «El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba» (Lc 2,40). Jesús ha venido a traernos la verdadera humanidad, la civilización verdadera, la cultura del amor. Ha venido para revelarnos sus orígenes eternos. Dios no es el absoluto solitario. Dios es Trinidad de Amor, como cantó san Juan de la Cruz: «¡Qué bien sé yo la fonte que mana y corre,/ aunque es de noche! (el Padre). La corriente que nace de esta fuente,/ bien sé que es tan capaz y omnipontente,/ aunque es de noche (El Hijo). La corriente que de estas dos procede,/ sé que ninguna de ellas le precede,/ aunque es de noche. (El Espíritu Santo). Bien sé que tres en sola una agua viva, residen,/ y una de otra se deriva,/ aunque es de noche».
«Tres Personas y un Amado/ entre todas tres había; / y una amor en todas ellas,/ y un amante las hacía,/ y el amante es el Amado/ en que cada cual vivía». El reflejo de esa Trinidad en la tierra es la familia.

El amor de la Trinidad es el origen de la Familia: «La Familia cristiana es una comunión de personas, reflejo e imagen de la comunión del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo. Su actividad procreadora y educativa es reflejo de la obra creadora de Dios. Es llamada a participar en la oración y el sacrificio de Cristo. La oración cotidiana y la lectura de la palabra de Dios fortalecen en ella la caridad. La familia cristiana es evangelizadora y misionera». Además el matrimonio de los bautizados se convierte en el símbolo real de la alianza nueva y eterna en la sangre de Cristo. El Espíritu que infunde el Señor renueva el corazón y hace al hombre y a la mujer capaces de amarse como Cristo nos amó, hasta la cruz.

La familia hoy encuentra dificultades pero el sacrificio, la cruz, que son elementos inevitables de la existencia humana, se convierten en factores de crecimiento personal.

Dijo Pablo VI en Nazaret: «Nazaret es la escuela donde empieza a entenderse la vida de Jesús, es la escuela donde se inicia el conocimiento de su evangelio. Aquí se nos enseña a descubrir quién es Cristo. Aquí aprendemos la necesidad de una disciplina espiritual, si queremos seguir las enseñanzas del evangelio… No partiremos de aquí sin recoger algunas enseñanzas de la lección de Nazaret. La primera es el silencio, cuán necesario es para nosotros, tan aturdidos por tanto ruido, tanto tumulto, tantas voces de nuestra ruidosa vida moderna. El recogimiento de la interioridad, formación, estudio, meditación, vida interior intensa, oración personal que sólo Dios ve. Lección de vida familiar. Que Nazaret nos enseñe el significado de la familia, su comunión de amor, su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable. Lección del trabajo. Nazaret, la casa del obrero. Comprender la redentora ley del trabajo humano». Casi cuatro millones de personas sin trabajo claman al cielo.

Jesús, José, María, imagen de la Trinidad en la tierra, conceded a todas la familias del mundo ser un reflejo vuestro, por la sangre derramada de Cristo, vuestro Hijo crucificado y glorificado en los cielos.

Fuente: iglesiapotosina.org