María, como el Evangelio, es Vida

Padre Juan Manuel del Río C.Ss.R.   


1. EL EVANGELIO ES VIDA
El Evangelio resulta fascinante, no por lo que tiene de historia, sino por lo que tiene de vida. Es Evangelio es Vida. Por eso es Buena Nueva. Y porque es vida siempre está y estará de actualidad. Es actualidad gozosa. Cristo sigue actuando, en vivo, en directo y a todo color, podríamos decir, parafraseando un slogan de los medios audiovisuales.
Por otro lado, Cristo entra en la historia del ser humano, varón o mujer, y lo hace por medio de una Mujer, María. Entra en la historia con la naturalidad, indigencia y precariedad de cualquier ser humano. Antes, lógicamente, lo ha hecho María, su Madre. La elegida por Dios en sus designios salvíficos para hacer que Dios sea el “Dios con nosotros”.
De este modo, María, destinada a ser la Madre del “Dios con nosotros”, “ha sido preservada de la herencia del pecado original” como se expresó Juan Pablo II, en la Redemptoris Mater”, señalando algo que es evidente y sabido de todos.
Esto no quita para que María siga siendo una mujer normal. Y lo es, porque el Evangelio no cambia las cosa del revés, sino que las llena de sentido y de contenido. Cristo no vino a suprimir, sino a infundir vida, a dar sentido a las cosas. Vino a traer la Vida. Y la primera en ser beneficiada de la Vida que es Dios, fue María. 
De esta manera, María, como el Evangelio, es Vida. Vida totalmente nueva en Dios. Y Vida que está al servicio de la vida.
2. NO HABRÍA VIDA EN MARÍA SIN FE.
Resulta sublime ver cómo Dios no fuerza, no cambia, ni suprime la libertad o la personalidad de nadie. Respeta al máximo la libertad. Pero pide la libre cooperación. La pide a María. Y María responde con plena libertad y con total responsabilidad. Tanta, que cuando no entiende, pregunta.
Al Ángel le pregunta: “¿Y cómo voy a ser madre si no conozco varón”?. 
La fe no consiste en ir con los ojos cerrados, sino todo lo contrario. Las personas no somos autómatas, sino personas; es decir, seres dotados de inteligencia, libertad y voluntad.
A María, pues, se le pide la fe. Y desde la fe, respuesta. Y María responde a Dios con un “Sí”, que no va a hacer de su vida un camino de rosas, que digamos.
La respuesta de María tuvo una consecuencia:
• Concebir y dar a luz un Hijo: 
• Que es “Hijo del Altísimo”.
• Que viene a salvarnos.

Y todo esto fue posible desde su libre consentimiento. 

Dios se insinúa, pide, pero no la obliga. Y esto María lo entendió muy bien. Su vida va a tomar otro rumbo a partir de este momento. Y sin embargo, no deja de ser una vida normal.

Prometida de José (Mt. 1,18), seguirá siendo una chica normal: novia, esposa, madre. Y hasta si cabe, la fe para ella puede ser más difícil que en cualquier otra persona. Porque, valga la comparación, no será una pasajera más en clase turista, que se deja llevar, sino que tendrá que pilotar el avión, en un viaje difícil: ser la Madre del Redentor.

Hay vida en María por la fe. Ha escuchado a Dios en su corazón. Se ha fiado de El. Libremente ha dicho “Sí” a Dios con todo el ardor de su responsabilidad, en algo, sin embargo, que no es evidente, sino que tendrá que ir descubriendo poco a poco.

La fe no es evidencia, sino respuesta al plan de Dios. Y el plan de Dios consistió en elegirla para hacerla Madre de Cristo.

3. CRISTO EN EL CAMINO DE FE DE MARIA 
¿Qué fe podía ser la de María? Pues la fe sencilla de una mujer del pueblo, una mujer pobre y humilde. Una fe tradicional, vivida en la familia, y aprendida en la catequesis de los rabinos.

Pero esa fe sencilla, es también una fe llena de confianza. Creer es fiarse de Dios. Es entregarse a Dios con amor.

Y María entrega su vida al Señor.

Sin esa fe sencilla de María y sin esa entrega al Señor, Cristo nunca se hubiera encarnado en Ella. Cristo está en el camino de fe de María.

Juan Pablo II, en la “Redemptoris Mater”, hace esta extraordinaria afirmación: 
1. “María, la Madre, está en contacto con la verdad de su Hijo únicamente en la fe y por la fe”.
2. “María ha pronunciado este “Sí” por medio de la fe. Por medio de la fe se confió a Dios sin reservas y se consagró totalmente a sí misma a la persona y a la obra de su Hijo” (nº 13).

La vida de María, como la de Cristo, nunca fue fácil. Su fe estuvo sometida continuamente a la prueba cotidiana de la realidad de la vida. ¿Por qué? Porque Dios no es evidente. Se necesita tener la experiencia de Dios. Y la experiencia de Dios se realiza cuando nos dejamos invadir y poseer por Él, pos su Amor. Dios es Amor. Y sólo dejándose llenar de amor de Dios se tiene la experiencia de Dios. Dios es gratuito. Se nos da entero y total, porque quiere, sin merecerlo.

Pero hay algo más: Cristo siempre estuvo en el camino de fe de María. Su vivir fue Cristo. El sentido total de su vida fue Cristo.

Cristo es quien ha hecho de María una Mujer única y maravillosa.