La Sagrada Familía

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Hoy la Iglesia festeja con alegría la Fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José.

Hace unos días celebramos la fiesta de Navidad, y hoy la palabra de Dios enfoca nuestra atención en aquella humilde familia, de la que Jesús tuvo necesidad para ver la luz del sol y para crecer como hombre.

Dios al realizar sus grandes obras, no recurre a medios espectaculares, se vale de medios típicamente humanos. La salvación de los hombres sólo se hace con la colaboración de la misma comunidad humana.
Hoy sucede lo mismo: cada uno de nosotros nace y se educa en una familia.
Y en una familia también crecemos y adquirimos personalidad y capacidad para ser miembros útiles de la comunidad.

Si tratamos de imaginarnos a la Sagrada Familia de Belén, nos imaginaremos una familia normal. No en una familia común y corriente, porque no era común, dado que sus miembros eran nada menos que María, la Virgen; José, el varón justo; y Jesús, Hijo de Dios y Salvador del mundo. Ni mucho menos, corriente, porque, ni en su pueblo ni en toda la historia, se conoce una familia semejante. 

Pero sí, una familia normal. Con la normalidad propia de la santidad, que consiste en hacer con perfección y por amor a Dios, lo que hacen todos. 
Un padre carpintero, que inició al hijo en las artes de su oficio para servir a la comunidad a través de su tarea.
Una madre generosa, capaz de guardar en el corazón los tesoros silenciosos de su experiencia de vida. 
Un hijo que crecía en amor y sabiduría delante de los ojos de Dios y de todos los hombres, escuchando a sus padres y siguiendo las tradiciones de su pueblo.

Un hogar armonioso donde Jesús pudo prepararse para su misión en el mundo: escuchó de los labios de María los relatos que lo introdujeron en el conocimiento de la Escritura, y aprendió del testimonio de José las actitudes humanas que más tarde puso en práctica.

Seguramente que la Sagrada Familia fue una maravillosa escuela de diálogo, de comprensión y de oración. Un modelo donde todos los cristianos podemos encontrar el ejemplo de que es posible vivir de acuerdo con la voluntad de Dios.

Por eso en esta fiesta vamos a pedirle a Dios que nos ayude a revalorizar a la familia para que sean realmente signo de la presencia de Dios en el mundo

En la primera lectura de la misa de hoy en el Eclesiastés se narra una antigua norma social que aún tiene vigencia. Honrar y respetar a los padres, amarlos y ayudarlos.

Las sentencias del comienzo del capítulo tercero del libro del Eclesiástico, guardan una sabiduría imperecedera sobre la familia.
Los deberes de los hijos hacia los padres, están presentados de una forma especial que valora la vida, muestra gratitud y reconoce con humildad los beneficios recibidos.

Escrito hace 2150 años encierra verdades que no pasaron de moda. Incluso aquellas afirmaciones que son más propias de aquella cultura, si las leemos bien son de fácil comprensión en nuestros tiempos.
Así como en aquel momento “la cultura griega” irrumpía y pretendía atropellar la ...sabiduría, hoy “la cultura postmoderna” desconoce valores incorruptibles, pero a pesar de los atropellos esos valores no desaparecerán.

En la carta a los cristianos de Colosas, el apóstol San Pablo nos enseña el sometimiento en la familia como respeto de los unos hacia los otros. Y que ese sometimiento tiene su raíz en el amor. Así como Cristo despojándose de su gloria se hizo igual a nosotros y se puso por debajo de nosotros haciéndose nuestro servidor para cargar con nuestras culpas y liberarnos de ellas, así debe ser el sometiemiento en la familia.

En la sociedad antigua, las mujeres ocupaban un lugar inferior, eran consideradas menos que los varones. La escritura viene a corrigir esa forma de considerar a la mujer. Dice que la mujer está solamente sometida al marido, pero aclara que no como una esclava ni como un ser inferior, sino como la Iglesia está sometida a Cristo. Es un sometimiento muy especial: sometimiento de amor recíproco. El varón también debe someterse a la mujer, tiene que amarla y cuidarla así como Cristo ama a la Iglesia y da la vida por ella.

Algunos leen ciertas palabras sueltas de este texto y acusan a la escritura de mantenerse en una visión equivocada propia de otros tiempos y culturas. Nosotros vemos en cambio que la palabra de Dios habla de sometimiento de amor.
Lo mismo para la relación de los padres con los hijos, la palabra de Dios, nos habla de educación, de una educación que no sea dominio sino servicio y que facilite que afloren los valores y las capacidades de los hijos.

Jesús se preparó para su misión dentro de un hogar, el hogar de Nazaret. Jesús no concurrió a las escuelas rabínicas de Jerusalén como pudo hacerlo Pablo.
Sin embargo, en aquella humilde familia donde trabajó, meditó y vivió la sabiduría, aprendió a ser hombre y se preparó para la delicada misión que se le había encomendado.

No celebraríamos bien la Navidad, si no nos diéramos cuenta de lo importante que es preservar nuestras familias. La desintegración de las familias hace que la sociedad se dehumanice y Dios no esté en el centro de la vida de los creyentes. La familia es para el cristiano el lugar donde todo lo humano tiene cabida y sentido, es el lugar donde se aprende a sentirse amado por Dios.

Puede que nuestra vida familiar no sea perfecta, que no logremos la ansiada felicidad, pero pensemos que a la familia de Dios no le tocó mejor suerte: fue ignorada cuando iba a nacer el niño, fue perseguida, apenas éste vio la luz; tuvo que exiliarse para salvar la vida del hijo y pudo retornar tras la muerte de su perseguidor.

A María y José no les fue fácil ser familia de Dios, pero se mantuvieron unidos custodiando a su hijo y no perdieron de vista nunca a su Dios. Hoy en esta fiesta de la Sagrada Familia, pongamos en manos de Dios, a nuestra familia y defendámosla porque es un regalo de Dios.


RECURSOS PARA LA HOMILÍA 

Nexo entre las lecturas

La vida familiar está en el centro de la liturgia de hoy. El libro del Eclesiástico nos da consejos prácticos sobre el honor y el respeto que se deben demostrar al padre y a la madre. En la tradición judía ésto aparece como un deber religioso importante a los ojos de Dios. En el salmo 128 vemos las bendiciones que da una buena familia al hombre que teme a Dios. San Pablo anima a los cristianos colosenses a demostrar en sus relaciones mutuas todas las facetas del amor cristiano. Recomienda especialmente el amor y el respeto entre los miembros de la familia. El evangelio de san Mateo habla de las vicisitudes de José y María durante la infancia de Jesús. Para proteger a su hijo se ven forzados a emigrar a Egipto y finalmente se establecen, años más tarde, en Nazareth, Galilea. De una manera misteriosa todo ésto estaba previsto desde el Antiguo Testamento.


Mensaje doctrinal

1. El deber religioso hacia los padres: En la tradición judía del Eclesiástico y en el cumplimiento cristiano, según la carta de san Pablo a los Colosenses, vemos la naturaleza religiosa del respeto y de la reverencia filiales hacia los padres naturales. En la tradición judía los padres debían ser honrados y temidos, sobre todo por ser los transmisores de la Ley de Dios a sus hijos. (De hecho, en el cuarto Mandamiento, el verbo usado para hacer referencia a los padres, al honor, se utiliza también en otros textos de las Escrituras, tales como Isaías 29, para referirse a Dios). Esto implica un motivo sobrenatural más alto por las dos partes, para los hijos que honren a sus padres (el texto menciona específicamente el deber hacia ambos, madre y padre) y también, para los padres, un papel más importante hacia sus hijos que la generación natural. San Pablo es muy sucinto; hay deberes cristianos hacia el marido y la esposa, así como hacia los padres y hacia los hijos. El cumplimiento de estos deberes agrada a Dios. El salmo 128 proclama las bendiciones de la vida en familia, principalmente la bendición de los hijos, al hombre que teme a Dios. 

- Referencias del Catecismo: párrafos 2196-2233 acerca del amor al prójimo, el cuarto mandamiento, la familia en el plan del Dios, la familia y la sociedad, los deberes de los miembros de la familia, la familia y el Reino. 


2. Amor cristiano: San Pablo suplica a los Colosenses que demuestren amor cristiano, "el enlace perfecto." (v.14) Lo que debe caracterizar al fiel cristiano es el amor de unos hacia otros, demostrado en las múltiples facetas de la misericordia, de la bondad, de la humildad, de la mansedumbre, de la paciencia, del perdón, del estímulo y de la gratitud. El amor cristiano se debe también reflejar en la unión del matrimonio y de la familia. 

- Referencias del Catecismo: el párrafo 864 se refiere a caridad como el alma de todo apostolado; los párrafos 1822-1829 se refieren a caridad como virtud teológica y como el Nuevo Mandamiento, la más grande de las virtudes, y a los frutos de la caridad; el párrafo 2196 se refiere al amor al prójimo. 


3. "...para que se cumpliese el oráculo de los profetas" (mt 2, 23): Hay un contraste curioso en el evangelio de san Mateo entre la huida apresurada de José y María con su hijo a Egipto, y su vuelta eventual a Nazareth, que san Mateo ve como el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento. Por un lado, José se ve obligado a tomar decisiones en respuesta a una premonición sobrenatural y decide ir a Egipto. Cuando la persecución parece haber terminado decide volver. Un miedo razonable hace que él se decida a evitar Judea y a volver a Nazareth en Galilea. Todo parece ser el cálculo cuidadoso de un marido y de un protector cariñoso. Pero el evangelista ve un propósito mayor que se satisface en el cumplimiento mismo de las profecías del Antiguo Testamento. Nos hace ver como se logran los designios de la Providencia a través de los acontecimientos aparentemente fortuitos de la historia humana. 

- Referencias del Catecismo: los párrafos 121-133 se refieren a la relación entre el Antiguo y el Nuevo Testamento; los párrafos 302-308 tratan de la Divina Providencia y el papel de las causas secundarias.


Sugerencias pastorales

En estos tiempos de aparentemente inevitable ruptura matrimonial, de decisiones de no tener hijos, de abortar la vida, de la legalización de otras "decisiones sobre la utilidad de la vida", de "uniones" del mismo sexo, de la substitución del amor por la lujuria, etc., puede sonar irreal hablar de la unión matrimonial y del regalo de los hijos. Para algunos, puede parecer como un mero moralizar por parte aquellos que desconocen la realidad. Quizás algo se puede aprender de esta crítica. Ciertamente, las reglas morales tienen poco atractivo y ningún éxito en el clima actual de libertad y auto-expresión. Tal vez una exposición deficiente de las reglas morales pueda hacer más daño que bien. 

El deseo de complementariedad y de comunidad son "experiencias originales" (cf. Papa Juan Pablo II) del corazón humano. Cada persona desea, fundamentalmente, vivir con otros y encontrar su manera de amar y ser amado por los demás. Éstos son deseos naturales de nuestra manera de ser. Libre de obstáculos internos y externos, el corazón humano busca las formas para satisfacer estos deseos. El amor desea dar. La paternidad y la maternidad son fundamentalmente maneras de dar. Alguno podría incluso decir que son las formas supremas de donación. 

La dificultad está en el proceso doloroso para satisfacer estos deseos. Hay obstáculos internos; la dificultad de reconocer estos deseos, lo confuso de estos deseos, escogiendo formas inadecuadas para satisfacerlos, cierta debilidad en satisfacer lo que deseamos, etc. Curiosamente, parece ser que mucha gente no sabe lo que realmente desea. Han perdido el contacto con sus "experiencias originales". Hay también obstáculos externos; una cultura consumista que exagera intereses menores, estructuras laborales y económicas que militan contra el matrimonio y la familia, las limitaciones personales de los demás, las diferencias del carácter, etc. 

Lo que se requiere urgentemente es una guía y un acompañamiento eficaces en la construcción y el mantenimiento de los lazos íntimos del matrimonio y de la familia. No debemos asumir que la gente sabe vivir junta. Se requiere un conocimiento detallado de la estructura de la persona humana y de su expresión particular y de la etapa del desarrollo de cada persona. Con estos elementos se puede lograr una cuidadosa trayectoria que lleve a dos personas hacia una comunión integral y estable. 

El divorcio puede considerarse un derecho por algunos; es siempre el reconocimiento de un fracaso. ¿Hay alguna persona que realmente desee fracasar? La falta de expectativas es una factor desafortunado de la experiencia humana diaria. Se cometen errores, pero el fracaso puede ser evitado. 

La fuerza de cualquier sociedad está en la profundidad y la estabilidad de las relaciones interpersonales. Ésta es la pregunta política fundamental, el grado en que podemos vivir juntos en comunidad. Como cristianos, debemos propiciar una sociedad que proteja y promueva las formas estables de satisfacer las aspiraciones humanas.

Fuente: Orden de San Agustín, Provincia de España