La mirada de María

Padre Tomás Rodríguez Carbajo

 

Nuestro interior lo traslucimos en nuestra manera de mirar. 
No todas las miradas son iguales y por lo tanto no reflejan la misma actitud ni la misma intención.

 Hay “miradas que matan”, es decir, nos manifiestan una disposición interior que inspiran deseo de hacer mal, venganza, etc.

 Por el contrario las hay que demuestran una finura, delicadeza y producen en quien recibe esa mirada una quietud espiritual.

 Podríamos calificar las miradas como las intenciones que anidan en nuestro interior.

 Siguiendo el Evangelio y fijándonos en María, podemos escrutar distintas miradas, pero todas ellas denotan en Ella un sosiego, una paz y en quien las recibe el mismo fruto.

 Desechamos de María todas las miradas que no reflejan amor a Dios y a sus hijos los hombres. No tienen cabida en Ella las miradas vengativas e indiferentes.

 Encontramos en Ella miradas distintas según las circunstancias, pero siempre cargadas de amor, ternura y compasión.

Mirada tierna. Hay muchos Iconos llamados “Virgen de la Ternura” se ven íntimamente unidos la Madre y el Hijo, no sólo por el hecho de la maternidad, sino también por la fe y la obediencia al Padre. La mirada de María es serena, pero con un tinte de tristeza por esa misión por la que su Hijo pasará para salvarnos.

 Cuántos ratos se pasan las madres acariciando a sus hijos y derramando ternura en ese contacto físico de los dos rostros.

Mirada atónita. ¿Qué cara pondría María al ser informada por el Arcángel Gabriel de la misiva que traía de parte de Dios, presentándole el proyecto divino de que Ella había sido la elegida entre todas las mujeres para ser la Madre del Salvador? Refleja una actitud interior en la respuesta que da al ángel: “¿Cómo sucederá eso, pues, yo no conozco varón?”.(Lc.1,34) Ante el misterio que le presenta el mensajero divino a María sólo le queda la aceptación del mismo, guiada por la fe.

Mirada angustiada. El mayor tesoro de su vida se había perdido, no ceja hasta que le encuentre, desandará todo el camino. Al preguntar y rebuscar por todos los sitios en que había estado en Jerusalén y en el camino, se nota en su mirada una angustia y pesar, echándose tal vez las culpas, por no tener una mayor vigilancia.

Mirada profunda. No se queda en superficialidades, ya que todo lo que oye de su Hijo que es también de Dios, Ella lo guardaba y meditaba en su corazón. (Lc.2,19)

Mirada atenta. Ella está con la gente y está pendiente de todo aquello en que pueda ayudar a resolver. En la boda de Caná su instinto materno escruta lo que pasa a su alrededor por si puede remediarlo. Le dice a su Hijo: “No tienen vino”. (Jn.2,3)

Mirada penetrante. Lectora de la interioridad de quien se deja mirar ¿Cómo sería el cruce de miradas de la Madre y el Hijo, cuando se encontraron en el camino del Calvario? Se sufre, cuando se ve que lo pasa mal aquel a quien se ama, pero al mismo tiempo la cercanía lo anima.

 María nos sigue mirando a nosotros sus hijos como miraba a Jesús. Aguantemos su mirada y dejémonos que nos interpele.