María 

Alejo Fernández Pérez 

 

Durante las guerras, cuando un soldado cae herido o moribundo, suele subir de lo más profundo de su corazón una palabra: ¡ Madre! ¡ Madre! . Si un niño tropieza, cae o sufre una heridita hecha a correr llorando y gimiendo: mamá, mamaíta,…Hace no muchos años, un gran santo sufre un infarto y murió repentinamente. Sus últimas palabras fueron: ¡Madre, madre, madre mía!

Basta ver la conducta de cualquier madre con sus hijos para entrever como pudo ser el comportamiento de María con Jesús niño. Si el Señor nos hizo a su imagen y semejanza, hay pocas dudas, de que esa semejanza, guardando las distancias, sea más estrecha de lo que creemos. El Señor se comporta con sus hijos, como nos comportamos nosotros con los nuestros, derrochando mucho amor, dando todo y no pidiendo a cambio mas que una cosa: Amor.

Hace años un buen amigo sufrió un grave infarto. Sabía que estaba grave y que se podía ir de este mundo. Recurrió a María. Y puso en sus brazos el porvenir y la vida de sus hijas. Una dulce paz inundó su corazón, estaba seguro que las dejaba en buenas manos. Se recuperó y todo salió bien. Desde entonces casi diariamente pasa a darle las gracias, porque: “Una madre nunca falla.” 

Durante los viajes de la Virgen de Fátima por todo el mundo, pasó también por el África portuguesa. Los mahometanos conmovidos y emocionados ante su visión pidieron llevar ellos también las andas. Unos niños negritos les preguntaron: Nuestra madre viene ahora a visitarnos, y la vuestra ¿Cuándo vendrá? No podían entender que otros vivieran sin una madre.

Es muy difícil comprender que alguien no adore a su madre, y es más difícil entender que un cristiano se meta en disquisiciones teológicas sobre la madre de Cristo y madre nuestra. A las madres se las quiere y mucho y basta. Sin embargo hay gente que no quiere a su madre. Son los fariseos de todos los tiempos, los soberbios, los que todo lo saben, los que están de vuelta de todo, los que nunca han entendido el misterio del amor a los hombres por Cristo y por su Madre. Son gentes que tienen ojos y no ven, oídos y no oyen para entender las cosas del espíritu. Pero, lo espiritual, donde la razón es inútil, sigue moviendo al mundo y está frente a nosotros. A veces tiene nombre: María

Desde Lutero, las religiones o sectas que rechazaron a María crecieron como los hongos , sin embargo sorprende el hecho de que, hace poco, en la portada de la revista TIME de los EE.UU. se encontrase un artículo donde se podía leer: “Dios te Salve, María,” escrito sobre una bella imagen de la Santísima Madre. Algo se está moviendo.

“Últimamente se está descubriendo que los pastores protestantes se sienten a gusto predicando sobre la Santísima Madre, los profesores en los seminarios protestantes adornan sus paredes con la imagen de la Virgen. María es una fuente de inspiración, es la primera cristiana y una mujer incomparable”. ¡ Cómo envidian muchos de ellos a esta madre!

Durante la Guerra Civil española de 1936-9, España sufrió la persecución religiosa más seria de su historia y una de las más graves del mundo. Sin embargo, muchos de los que “no creían en Dios”, de los que quemaban Iglesias, cuando se trataba del templo de su pueblo, gritaban amenazantes : ¡Que nadie toque a mi Virgen! Y a su Virgen, a su Madre no había quien la tocase.

Muchas personas no van a misa, pero el día de su patrona o patrón los templos se llenan a rebosar. Allí están ellos, los trabajadores de manos encallecidas, los intelectuales, los patronos, las amas de casa,…Todos. Fervorosos, serios, con alguna que otra lágrima furtiva que vanamente intentan ocultar. Queramos o no, creyentes y no creyentes, sabios y analfabetos tenemos grabados en nuestro corazón la imagen de María, de una madre sonriente que cuida de nosotros en cada momento

Entre en una Iglesia silenciosa, un poco a oscura, mejor si no hay gente, arrodíllese frente a la Virgen. Quédese un ratito frente a ella, nada más que mirándola con limpio corazón , sin decir nada. Como cuando mira a su madre tras una larga ausencia. Quizá note como le sonríe suavemente. 

Posiblemente esté todo dicho sobre la madre de Jesús. Sin embargo, nunca será suficiente. Tenemos que seguir contando su vida y amor por nosotros en cada nueva generación, o por aquellos que desde su nacimiento, nunca gozaron de la mirada, los besos y las caricias entre los brazos amorosos de su madre. Para ella nunca es tarde ¿Y para ti ?.