María esperó la hora

Padre Tomás Rodríguez Carbajo

La espera se nos hace pesada, porque queremos acortarla, pero se hace totalmente llevadera, cuando respetamos el ritmo de los acontecimientos.
El nerviosismo que invade muchas veces a quien espera es consecuencia de la falta de fe o de acomodar nuestra marcha al plan de Dios, quien es el Señor del tiempo en la realización y en la espera de los proyectos.

1.- María esperó la llegada del Mesías.

Como buena israelita vivió el Adviento del A.T., Ella conocía las profecías y sabía de la proximidad de su cumplimiento. Repetiría muchas veces el "Ven, Señor". Después de tanta espera había el peligro de "dormirse" y olvidarse de la promesa del Salvador. Quedaba un pequeño grupo "el resto de Israel", que mantenía viva la esperanza de la llegada del Mesías, María pertenecía a este grupo.
La espera de María no fue inactiva, sino que con sus oraciones suplicaba a Dios el cumplimiento de la promesa.

2.- María esperó el nacimiento de su Hijo.

Como cualquier madre gestante sabe que el deseo del pronto nacimiento del hijo no puede acortar el tiempo, éste dará fin al período de espera en el momento oportuno.

Cuando uno sabe el tiempo que dura la espera, esto le produce una tranquilidad, pues, cada cosa tiene su ritmo y no debemos precipitarlo.
María pasó este tiempo de espera con la paz y tranquilidad que produce la seguridad de que todo tiene su tiempo: "Su tiempo el nacer y su tiempo el morir" (Qo. 3, 2). Esta espera de María tuvo una cualidad, que supone una gran valía espiritual: Esperó durante 9 meses en silencio. Cuando era Ella la que conocía el misterio, supo callarse sin contárselo a nadie, pues, si el ángel no le había mandado que lo comunicara, Ella no lo iba a hacer para no revelar el gran misterio: La llegada del Mesías.
Esta ruptura del silencio acarrearía admiración, felicitaciones para María, y eso lo rehusaba, ya que un acompañante de la virtud del silencio es la de la humildad. No iba Ella a estropear esa virtud que tanto estimaba Dios.
En el silencio íntimo supo disfrutar de la presencia única que una criatura iba a tener en relación con el Mesías, la relación de Madre e Hijo.
Vivió aquella espera no sólo con las ansias de la Madre, que quiere abrazar pronto al ser que lleva dentro de ella, sino con el deseo vivo de la buena israelita que está segura del pronto cumplimiento de las profecías relativas a la llegada del Mesías.

3.- María esperó el momento en que se realizaría nuestra salvación.

Con la llegada del Mesías a este mundo se acercaba al momento en el que los hombres seríamos redimidos.

Nadie sabía el plan de Dios y cómo se iba a realizar, por eso a cada momento se podía pensar que iba a culminar nuestra salvación. María como Madre esperaba alguna señal externa con la que se diera principio a la obra redentora, Ella conocedora de la presencia del Mesías entre los hombres veía pasar el tiempo y no percibía nada extraordinario; tal vez se iba acostumbrando al actuar inesperado de Dios en lo que atañe a la salvación, pues, los criterios humanos no servían, lo sabía por experiencia, Dios se había fijado en Ella no por algo exterior y cotizable en el plano meramente humano, sino por su interior, por los valores del espíritu, que visualmente no se perciben, pero Dios, conocedor de los mismos, los valora.
Treinta años viven juntos en Nazaret, María no percibe nada extraordinario, no ha dado ninguna señal de su condición divina, pero Ella está segura de que su Hijo es Dios, por eso el primer y único favor que la Madre le pide no es por el prurito de aparecer como la madre de un personaje extraordinario, sino sencillamente, porque sabe que puede remediar los apuros de unos recién casados en Caná, Ella hizo adelantar la "hora" de los signos de la llegada del Mesías.
Aquel fogonazo de le Era Mesiánica pronto desaparecería, irían apareciendo destellos en sus tres años de la vida pública con los milagros que hacía y las enseñanzas que impartía.
María pasó por la prueba dura de la fe durante la monotonía de la vida pública y por el "desastre" de la Pasión; pero a pesar de todo Ella esperó la hora en que Jesús iba a correr el velo de lo que tenía oculto para manifestar el poder de su divinidad en la Resurrección.
La espera de María se apoyaba en su fe, que era inquebrantable.