María: Mujer, Virgen y Madre

 

 

Tashia Gutiérrez de Vallenilla

 

 

El estudio teológico sobre la Virgen María está lleno de virtualidades y consecuencias, estas se manifiestan no sólo en los Tratados de Teología" sino también en el creciente interés universal de los fieles que ha sabido descubrir en la Santísima Virgen el camino fácil y viable para llegar a Jesucristo; prenda segura de ortodoxia en la doctrina y para la propia salvación.

Contemplaremos a María como modelo acabado de mujer, como encarnación ideal de los valores femeninos, valores concretos como la maternidad y la virginidad que nos señalan los dos caminos de realización de la vocación de la mujer y que logran en María su mayor y mejor exponente, porque en Ella se conjugan a la perfección y se realizan de la manera más acabada.

La Virgen María no ha de ser para nosotros tanto un objeto de piedad cuanto un modelo de identificación y de contemplación y, en especial para la mujer, ya que los problemas femeninos encuentran solución estudiando la conducta de María; de allí que la autentica piedad mariana, ha de consistir en saber abandonarse y dejarse guiar por María, cuya misión es la de conducirnos con su amor maternal hacia la felicidad y plenitud en nuestro encuentro con su Hijo.

Ella nos indica el camino para participar de la redención realizada por Cristo y nos enseña cómo vivir para tomar parte en ella.

Desde esta perspectiva, María es un modelo porque en sus condiciones concretas de vida Ella se adhirió total y responsablemente a la voluntad de Dios, porque acogió la Palabra y la puso en práctica, porque su acción estuvo animada por la caridad y por el espíritu de servicio y por su abierta y generosa disponibilidad.

La mujer de hoy está llamada a orientar su mirada hacia el purísimo ideal de la vida de María, quien nos invita a conocer, asumir y practicar sus valores, sea cual sea el estado de vida o situación personal en la que nos encontremos; en Ella " la mujer" de hoy encuentra una actitud y disposición a acoger la maternidad




como don y vocación de Dios, porque ser madre implica empeñarse en llevar a cabo la misión por Dios encomendada a la mujer de dar y guardar la vida ya que el Creador le ha Confiado a la mujer la tarea de traducir el amor en vida y llenar la vida de amor, de tal suerte que, en la Santísima Virgen se encuentran también reflejados los valores centrales de lo que significa ser esposa, siendo además modelo de la Iglesia Madre, por lo que ella puede reflejar y personificar la realidad del ser eclesial.

María Santísima, se caracterizó por la total dedicación de todo su ser al servicio del Señor convirtiéndose en modelo de la mujer consagrada, y por estar atenta a las necesidades del ambiente que la rodeaba, distintivo éste que debe sellar la postura de la mujer en cualquier campo de la vida "demostró su interés por todo lo que afecta al hombre" comprometiéndose con el quehacer de la vida misma

María Santísima nos ha de ayudar a descubrir qué roles se ajustan mejor a la naturaleza femenina y asumir su dignidad desde el descubrimiento de toda la riqueza del don personal de la feminidad, de su «genio femenino» , en la manera que Dios lo quiso, como persona en sí misma y como realización plena por medio de la entrega sincera de sí en un "Hágase" siempre presente y siempre constante. Este descubrimiento ha de llenar constantemente al corazón de cada mujer en la medida en que descubra quien fue María, con el fin de dar forma a su propia vocación y a su vida misma, consciente de su identidad femenina y de los desafíos de su misión para testimoniar la riqueza de una vida cristiana entregada al cumplimiento de su vocación en el tiempo histórico concedido para testimoniar con su vida su auténtica piedad mariana.

Eres María, mujer de sublimes misterios... y, ¡qué bueno que sea así! Porque con tu actitud nos enseñas la lección de la total entrega a cumplir en nuestra vida sólo y únicamente la voluntad de Dios.

Nos enseñaste como caminar por los senderos del claroscuro de la fe, desde donde se agiganta en la esperanza el servicio en el amar... infinito, poderoso y misterioso.

El secreto de tu corazón sólo pudo ser visto por los ojos del Padre Eterno y sólo pudo ser vivido en tu interior por el Santo Espíritu...

Nosotros contemplaremos el enigma de la Encarnación con los ojos del alma" que intuye su real magnificencia para adorar el misterio de la Redención que nació por obra y gracia del Santo Espíritu de Madre Virginal.

No podemos ni debemos caer en el error de reducir al pasado la actividad de María como Madre que nos lleva al encuentro con su Hijo por medio de la Reconciliación, pues glorificada ya al lado de su Hijo, cabeza de la humanidad, ejerce su cuidado maternal por aquellos hijos que le fueron confiados al pie de la Cruz, los cuales sometidos todavía a los peligros de la acción disgregadora del pecado, necesitan de sus cuidados constantes, necesitan de su oración, como la de Jesús en la última cena, impulsando la unidad de la familia y María obteniendo para ellos los dones de la salvación eterna (LG 62).

El corazón de una familia es con toda certeza el corazón de la madre, ya que ella es el punto de confluencia de todos los dolores y de todas las alegrías de la familia. Dios le ha entregado a la esencia femenina la capacidad de aguante" ternura y entrega que hacen de ella ese oasis de paz y de sosiego, regazo amplio y cálido donde se congregan todos en la seguridad de la unión.

En la nueva familia de los hijos de Dios, tenemos también por disposición divina una Madre, quien nos fuera proclamada por Jesús desde la cruz.

Hoy en el gran cenáculo que forma la Iglesia, nuevo templo de Dios en el mundo" la santísima Virgen María sigue siendo una invitación constante y perseverante para la unión y la convivencia familiar de toda la humanidad a cuantos creen en Cristo.


"Ad Iesum per Mariam" 
¡A Jesús por María!