Representaciones Marianas que no me gusta

Padre Tomás Rodríguez Carbajo

 

Se dice que sobre gustos no hay nada escrito. Cada uno tiene su manía en el pensar y en el actuar, que hay que respetar.
No hemos de contentarnos con ser sinceros en nuestra vida, hemos de ser verdaderos, esto es, acomodar nuestro pensamiento y hablar con la realidad.
Tenemos muchos silencios en los Evangelios sobre María, pocas palabras se han recogido no sólo dichas por Ella, sino también dirigidas a Ella. A veces los "Apócrifos" intentan con sus ideas muy particulares llenar esas lagunas que tenemos en los textos inspirados.
Con razón decía el poeta latino: "A los pintores y a los poetas se les ha permitido ciertas licencias. Vamos a fijarnos en dos escenas de la vida de María:

1.- La Anunciación.

Algunos pintores nos han dejado la Anunciación de María en un marco muy particular, que no responde a la sencillez, que empapa todas las escenas evangélicas y que son de un sabor totalmente anacrónico. Contemplando los restos de la casa de Nazaret, que existen en la basílica construida sobre lo que fue el lugar en donde se recibió la embajada del ángel Cuánto dista aquella sencillez del boato de algunos cuadros de conocidos pintores!. La perfección está en la sencillez y Dios actúa siempre en este ambiente, incluso en los grandes momentos de nuestra salvación. Toda la respuesta a la embajada del ángel se cifraba en una frase: "Hágase en mi según tu palabra" (Lc. 1, 38).

Momento tan esperado durante muchos siglos y vivido, con la profundidad que da la fe, por una sencilla adolescente de un pueblo que no gozaba de buena reputación aquella localidad.
Cómo nos empeñamos los hombres en querer violentar lo natural, lo sencillo, que Dios ha hecho, y presentarlo a nuestro gusto y capricho, como nos gustaría que hubiera pasado, pero muy distante de la realidad!

2.- La bajada del monte Calvario.

Otra estampa que no creo responde a la realidad es la que nos han transmitido algunos pintores y que representa a María al bajar del Calvario una vez que ha sido depositado el cuerpo de Jesús en el sepulcro. Algunos autores nos la muestran totalmente abatida por el dolor, apoyándose en el hombro de Juan.
María, como madre, tuvo que sentir un gran dolor al perder a su Hijo, con el agravante de ser único y muerto de aquella manera tan ignominiosa.
La realidad tuvo que ser totalmente contraria, pues, a pesar de ser incomprensibles y casi infinitos los dolores por la pérdida de su Hijo y la soledad que le rodeaba, no hay que olvidar la entereza de espíritu, fruto de su fe, que le hacía ser el cuadro perfecto de la "mujer fuerte" que canta la Escritura.
La fe no quita dificultades, pero da fuerza para superarlas, y en vez de ser María objeto de consuelo de parte de los amigos, conocidos y familiares, sería Ella quien les animaría, pues, la esperanza le garantizaba la pronta y definitiva resurrección. María debido a su fina sensibilidad sufrió mucho más de lo que nos imaginamos, pero supo hacerlo con entereza de ánimo. Jesús llamó dichosos a los que sufren y lloran, a los que son odiados y perseguidos Tendría presente a su Madre?. Si no fue como punto de referencia, sí fue objeto de aplicación. María el dolor lo tuvo presente durante toda su vida, pues, le dijo el anciano Simeón de una manera profética: "Una espada atravesará tu alma (Lc. 2, 35).

Los sufrimientos profundos e inmensos no le quitan a María ni un sólo momento la felicidad, porque sufre siempre con amor y por amor. San Juan de la Cruz nos dice: El más puro padecer trae más íntimo y puro entender, y por consiguiente más puro y subido gozar, porque es de más adentro saber" (Cant. 36, 12).
El que no encuentra sentido al sufrimiento se desespera, pero el que se guía por la fe sabe que no es inútil, sino muy fecundo. María corredentora supo ofrecer sus sufrimientos a Dios Padre juntamente con los de su Hijo, y, por lo tanto, con una entrega total y plenamente sometida a la voluntad de Dios, quien siempre busca nuestro bien.
Es difícil guardar un sano equilibrio entre el abatimiento del dolor y la entereza de la fe, que lo intenta comprender.
María sufrió lo indecible, pero con una entereza tal que se "ganó" el título de Reina de los mártires".
María el "hágase" de la Anunciación lo supo mantener durante toda su vida, siempre le costó acomodar su voluntad a la de Dios, a veces aceptando los planes divinos, otras sufriendo con entereza las contrariedades y dolores de la vida.