Maria mujer seglar

Padre Tomás Rodríguez Carbajo


No podemos aplicar los mismos criterios de juicio sobre realidades diversas, pues, en estos casos no nos servirían y nos estropearían la valoración que hacemos.
Como un coletazo de querer una justa igualdad entre el hombre y la mujer, consigna de los movimientos feministas, llega a la Iglesia el reclamo de un sacerdocio para la mujer.
¿Qué se busca en la persona el "ser" o el "tener"? Dios lo que más aprecia es el "ser" y en la Iglesia todos los que la componemos, disfrutamos de una misma igualdad radical, fruto del Bautismo; ante Dios no cuenta tanto las funciones o ministerios, que desempeñamos, como la realidad de nuestro ser.
Este criterio de valoración lo encontramos en el Evangelio, cuando alguien le dice a Jesús que están esperándole su madre y sus parientes, El le contesta: "El que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre". (Mt. 12,50).
En el "reino de los cielos" se valoran a las personas no por los vínculos de sangre, o por las misiones que desempeñan, sino por cumplir la voluntad del Padre Celestial, cuya consecuencia es la gracia..
Lo que a simple vista podía parecemos un desprecio de María como Madre de Cristo, resulta ser un gran elogio, pues, Ella siempre cumplió la voluntad del Padre, supo aceptarla, cuando no encajaba con la suya, como sucedió en la Anunciación: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra". (Le. 1,37)
La mayoría absoluta de los miembros de la Iglesia son y han sido siempre laicos, seglares; entre ellos se encuentra María. Ella es la primera cristiana de a pie, la primera que conoció, amó y siguió a Cristo sin ostentar el rango del sacerdocio ministerial, Ella no pertenecía a la Jerarquía de aquel tiempo, pues, no tenía la autoridad sagrada emanada del Sacramento del Orden, tampoco se retiró del mundo abrazando el "estado religioso".
María es indudablemente la primera cristiana, no sólo cronológicamente hablando, sino intensamente viviendo su vida de unión con Cristo.
María como mujer laica, seglar llegó al grado de santidad como nadie se lo puede imaginar; Ella supo conjugar las tres realidades que en la vida de un seglar tienen que estar íntimamente entrelazadas, según nos lo dice el Vaticano II en la Constitución sobre la Iglesia, nº. 31: Cristo, Iglesia y realidades temporales.
a. - La unión de María con Cristo es única y excepcional, por los vínculos no sólo de sangre, sino también de gracia. Desde el consentimiento que dio a la voluntad de Dios en la Anunciación "avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz". (L. G. 58)
Fue tal la unión que tuvo con Cristo que Ella es colaboradora de manera inminente y eficaz en el sacrificio, que El ofreció por todos los hombres. .
En las primeras páginas de la Biblia aparece profetizada la íntima y perpetua unión de Cristo y María: "Enemistad pondré entre tí y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él pisará la cabeza, mientras acechas tú su carcañal (Gn. 3,15)
b.- La unión de María con la Iglesia se deduce de la unión que tuvo con Cristo: "María como Madre de Cristo está unida de modo particular a la Iglesia que el Señor constituyó como a su cuerpo". (L.G. 52).
Por su cooperación en la Obra del Salvador es "nuestra madre en el orden de la gracia". (L.G. 53)
Ella concibió a Cristo fundador y Cabeza de la Iglesia, estuvo presente en el nacimiento de la Iglesia al morir Jesús en al cruz, Ella oró, esperó y recibió el Espíritu Santo, cuando en Pentecostés viene para dar el gran empuje a la Iglesia naciente y para que apareciese en público como el medio de salvación. Es llamada Madre de la Iglesia; "Madre de todo el Pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los Pastores". (Pablo VI, 21-X-1969, c1aúsura de la 3.a etapa conciliar)
Tal es la unión de María con la Iglesia, que Pablo VI nos dice que es la clave para entender el misterio de la Iglesia. Siendo un miembro inminente en la Iglesia no reclamó para sí la igualdad de potestad con los Apóstoles.
Por el puesto que ocupa nos hace saludarla "como miembro sobresaliente y del todo singular de la Iglesia". (L.G. 53)
c.- Unión de María a la realidades temporales.
María era "una más" del pueblo, de la masa, sin pertenecer a la esfera alta de los dirigentes o de la Ley como los letrados. Formó parte de las instituciones de este mundo, acatando las leyes, los edictos.
En su vida ordinaria siguió las costumbres y tradiciones de su pueblo. Es "una vecina más", conocida indudablemente como "María la de José", "María la de Jesús" / "La mujer del carpintero".
Ella vivió la lozanía de la virginidad, la alegría de la esposa, la soledad de la viuda. Una mujer "normal, sencilla"; pero no "vulgar y ordinaria"; "mujer de pueblo" sin necesidad de dama de llaves, criadas, etc... Supo vivir sin títulos y sin milagros.
Su oficio "ama de casa" con todo lo que lleva consigo de amasar, cocinar, lavar, etc..., estaba en un continuo contacto con las realidades temporales; pero esto no era obstáculo para que estuviera siempre pendiente del Señor, pues, "donde está nuestro tesoro, allí está nuestro corazón", tenía como obsesión cumplir siempre la voluntad del Padre, por eso la brevedad no resta profundidad e importancia al mensaje que nos dio a los hombres: "Haced lo que El os diga". (Jn. 2,5).
El Concilio Vaticano II en el Decreto sobre Apostolado de los seglares en el nº. 4 nos dice que María es modelo perfecto de la vida espiritual y apostólica, pues, llevó una vida igual que la de los demás, llena de preocupaciones familiares, y trabajos; pero estaba unida constantemente a su Hijo y con quien cooperó de manera singular en la Obra de Salvación.