Desempolvad a María

Padre Tomás Rodríguez Carbajo


Cuando tenemos algo arrinconado, el polvo nos detecta el poco aprecio que le tenemos o al menos el poco uso que de ello hacemos.
A veces se nos amontonan cosas en nuestra vida, que nos impiden el que alguna de valor sobresalga. Por nuestra capacidad limitada no podemos abarcar y hacer tantas cosas como nos gustarían, por eso se nos impone la elección, la jerarquía, y para ello una revisión de lo que hacemos, pues, puede suceder que demos importancia a cosas que no la tienen y dejemos en el olvido otras dignas de consideración.
Si fondeamos en nuestro interior, podemos ver los valores que hemos tenido en nuestra vida, algunos tal vez eran propios de tiempos de niño, otros nos acompañan siempre, tal vez somos conscientes de que algunos han desaparecido.
Entre los pedestales de los valores tal vez tenemos al de la Virgen en un rincón, no nos hemos atrevido a quitarlo, pudo ser por el efecto y cariño que desde pequeño le hemos tenido.
Siempre que nos acercamos a algo arrinconado como tónica común tiene polvo.
¿No nos pasará algo parecido con nuestro amor a la Virgen en nuestra vida?
¿ Tiene alguna influencia en nuestro vivir?

El lugar que ocupó, cuando éramos niños tal vez tendremos que purificarlo, pero no destruirlo. ¿No estamos en sintonía con lo que nos decían y pensaban aquellos, que años atrás nos acercaron al amor de la Madre? Esto puede ser la causa de que no nos acerquemos a María, y el paso del tiempo la haya arrinconado por no haberla tenido muy presente; pero cualquier momento es propicio para la revisión, y si la dejadez es la que no nos ha hecho tener presente a María en nuestra vida, es ahora el momento de decirle como el poeta Dámaso Alonso:
".. .mi corazón rompió en un grito
y era tu nombre,
Virgen María, madre
(Treinta años hace que no te invocaba)"

Si del olvido hubiéramos pasado a la indiferencia o a prescindir conscientemente de quien estuvo muy presente en nuestra vida, también podemos desempolvar el recuerdo, haciendo nuestras las palabras de Unamuno:
"He llegado hasta el ateismo intelectual, hasta imaginar un mundo sin Dios, pero ahora veo que siempre conservé una oculta fe en la Virgen María. En momentos de apuro se me escapaba maquinalmente del pecho esta exclamación: Madre de misericordia, favoréceme. "

El uso frecuente de las cosas no deja que de ellas se apodere el polvo; el recuerdo de las personas nos hace tenerlas presente y, si éstas son importantes y necesarias para nuestra vida, no sólo nos gusta recordarlas, sino amarlas. María es una de ellas, si no la tenemos presente, desempolvémosla