La Sagrada Familia, Ciclo A

Comunidad de MM. Dominicas - Orihuela

La ciencia de la vida en la que cada uno debe crecer durante toda su existencia en cada acontecimiento, situación, edad, actitud, decisión personal, se aprende mirando al hogar, a la escuela y al taller de Nazaret donde vivieron María, Jesús y José. Nos dice el Evangelio que “Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres” (cfr. Lc 2, 52).

  • Toda nuestra vida es llegar a ser personas a la talla de Jesús, a la medida de Jesús.

Él creció en una familia que es donde se aprende esta ciencia. La clave de la vida familiar es el clima de relaciones de las personas que componen dicho hogar. Y esas relaciones brotan de unas fuentes. La segunda lectura nos da a conocer las fuentes en que bebieron la Sagrada Familia de Nazaret:

  • la Palabra habite entre vosotros en toda su riqueza,

  • Enseñaos unos a otros con toda sabiduría,

  • Exhortaros mutuamente,

  • Cantad a Dios, dadle gracias de todo corazón,

  • Todo lo que realicéis sea en nombre de Dios” (cfr. Col 3,12-21)

Estos valores se traducen en virtudes, en conductas, en comportamiento:

  • "La misericordia entrañable,

  • La bondad,

  • La humildad,

  • La dulzura,

  • La comprensión,

  • Sobrellevaos mutuamente,

  • Perdonaos,

  • Por encima de todo el amor,

  • La paz sea el árbitro en vuestro corazón”(Cfr. Col 3, 12-21)

Éste es el ideal que nos propone la familia de Nazaret, ¿cómo lograrlo desde nuestra vida real, frágil, débil? 

  • Hay que mirar a Cristo en las diversas circunstancias familiares.

Él “a pesar de su condición divina no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por un hombre cualquiera” (Flp 2, 6-9). “La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros” (Jn 1,14). Si él habita en nosotros podemos vivir con lo imperfecto sin rompernos; la riqueza interior de su Palabra nos ayuda a tener sus mismos sentimientos: perdonar, comprender, amar...

El evangelio nos enseña a reaccionar bien cuando las cosas marchan mal. La comunidad cristiana, la familia cristiana, es la que pide perdón, la que se levanta desde el defecto del otro, la que en los conflictos, recurre a los valores vividos del evangelio. Una persona que en las tensiones está con limpieza de corazón y reacciona como discípulo de Jesús, esa persona resuelve el problema en su fondo. Quien se hunde en Jesús ve ensancharse su alma, tiene dulzura porque, al recibir las entrañas de Dios, es capaz de dar consuelo, cariño, a pesar de sus debilidades. Los problemas son los mismos pero distinto el tono de vivirlos.

Como Cristo, si vivimos en la riqueza de la Palabra, si celebramos la acción de gracias, si le cantamos a Dios, estamos en las fuentes desde donde vivimos las realidades imperfectas. Alcanzamos así la madurez que es saber convivir con esa mezcla de luces y sombras que somos los seres humanos.

Señor, robustéceme interiormente con la riqueza de tu Palabra, para que sepa ser y estar en lo que es imperfecto y débil, de modo que se convierte en maravilloso por la actitud de mi persona ante lo imperfecto. Ayúdame a no dimitir del ideal porque éste me ayuda a organizar lo real.

 

  • La familia como ámbito y fuente del amor.

Lo dicho se vive en familia. La familia es una institución nuclear, la más sólida del ser humano, la que más se debe cuidar, también por parte de otras instituciones sociales religiosas y civiles. Pero es más que una institución, es el ámbito natural en el que el ser humano se va haciendo, porque es sobre todo ámbito de amor; y es el amor el elemento esencial e imprescindible de la formación del ser humano. Dios se hizo hombre en el seno de María y también en la familia que formó con Maria y José en Nazaret. El Hijo de Dios se hizo hombre viviendo como hijo de María y José.