La Virgen, nuestra Patrona

 


Juan Antonio Reig Pla, Obispo

Diocesis Segorbe-Castellón, España

 

 

 

Muchos pueblos de nuestras comarcas festejaron el pasado domingo la Natividad de María. También la diócesis entera ha celebrado la fiesta de su Patrona: la Virgen de la Cueva Santa. Son fiestas que nos acercan a nuestra Madre del cielo y nos preparan para acometer el nuevo curso que estamos comenzando.

En efecto, tras los meses de verano, muchos escolares y muchas familias comienzan ahora el curso académico: tendrán que preparar libros, mochilas, útiles de escritura o de dibujo, etc. Otros habrán reemprendido igualmente el trabajo después de una temporada de vacaciones. Los próximos meses son, para todos, una oportunidad más en la vida: una ocasión de aprender nuevas cosas; de hacer más amistades; de acometer un nuevo trabajo o de afianzar el anterior; de encontrar quizá, los más jóvenes, la persona que puede ser compañera para toda la vida.

Comenzamos, pues, el curso con ilusiones y afanes que esperamos ver realizados este año. Yo deseo añadir, solamente, que tantas buenas perspectivas debemos ponerlas en manos de Santa María; para eso celebramos a nuestra Patrona en estas fechas. Tenemos por delante unos meses en que, a la par que adelantamos en la vida, hemos de desarrollar nuestro espíritu: preocupandonos generosamente de las necesidades ajenas, dando cabida en nuestro día a la oración, mejorando el conocimiento de nuestra fe, etc.

Lo primero, para ello, es comenzar el curso con mucha fe. Fe en Dios y confianza en su Madre y Madre de los cristianos. Dios nos depara un tiempo estupendo: con dificultades y sacrificios, porque así es la vida, pero con la capacidad de ser felices y hacer felices a quienes nos rodean. Por parte de Dios no queda; por nuestra parte hace falta que tengamos una fe viva. Esta fe nos llevará a acudir confiadamente a la intercesión de Santa María; a la vez que nos conduce a poner todos los medios humanos a nuestro alcance: con esfuerzo y sacrificio, si hiciera falta. A través de ese esfuerzo humano -muchas veces insuficiente- Dios actuará y su poder suplirá nuestras deficiencias.

De este modo, Dios por medio de nuestra Madre hará muchos "milagros", sencillos y corrientes, que apenas se verán, pero que serán más de lo que podríamos esperar: serán el fruto de nuestra fe en Dios y nuestro abandono en María.

Con mi bendición y afecto.