María, Obra maestra de Dios

Juan Antonio Reig Pla, Obispo,              Diócesis Segorbe-Castellón, España

 

En este año litúrgico que acabamos de comenzar, la reflexión sobre el Espíritu de Dios está presente en todos nuestros pensamientos. Desde el comienzo de la creación el Espíritu informa la obra de Dios (cfr.Gen.1,2). Pero especialmente en la creación del hombre, Dios infunde a la materia su Espíritu de vida (cfr.Gen.2,7), que constituye a aquél a imagen y semejanza de Dios.

La Encarnación del Verbo y la Redención del género humano, con la muerte de Cristo en la cruz y su resurrección, suponen un desbordarse del Don de Dios -de su Espíritu- sobre los hombres. "La Redención es realizada totalmente por el Hijo, el Ungido, que ha venido y actuado con el poder del Espíritu Santo" (Dom.et vivif, 24).

Al hacerse hombre, Dios -en ejercicio benignísimo de su libertad- quiso nacer de una mujer, dándo así al género humano, y en concreto a la mujer, una dignidad que de ningún modo podríamos haber alcanzado por nosotros mismos. Al elegir a María, el poder creador y redentor de Dios se volcó especialmente en su criatura. El Espíritu Santo informó de manera singular esta obra de Dios, llevando su tarea perfeccionadora a extremos únicos.

La Inmaculada Concepción de María fue, pues, el resultado de la virtud del Espíritu Santo que, en previsión de los méritos de Cristo, preservó su alma de toda mancha de pecado desde el momento de su concepción (cfr.Pio IX, Bula Ineffabilis). Además, la llenó sobreabundantemente de sus gracias, de modo que el Arcángel, cuando vino a anunciarle el nacimiento del Mesías, le dio como nombre propio "la-llena-de-gracia" (Lc. 1,28). Aquella "santidad original" (L.G, 56) y esta plenitud, hacen posible definir a María como "sagrario del Espíritu Santo" (L.G.,53).

En la Anunciación, Jesús fue concebido en el seno de María "por obra del Espíritu Santo" (Credo). Esto supone un especialísimo Pentecostés, pues "jamás, en ningún otro momento de la historia, sucedió una tal implicación entre una criatura humana y el Espíritu Santo" (Comité 2000, El esp.del Sr., p.97). Puede pues llamarse a María "esposa del Espíritu Santo" (S. Francisco de Asís, Offic.pass.).

Por todo ello, si las obras de Dios son todas obras del Espíritu Santo, "don increado en el que se encuentra la fuente y principio de toda dádiva a las criaturas" (Dom.et vivif.,34); la Inmaculada Concepción de María puede considerarse, sin duda, la obra maestra de tal quehacer del Espíritu.

Con mi bendición y afecto.