Quien ama a María, recibe a menudo la Santa Comunión

Padre Pablo José María Frassinetti 

 

Es una verdad expresamente enseña el Santo Evangelio, que Jesús ha venido a este mundo para traer y difundir el fuego de su amor. Pero también es verdad evangélica que Jesús quedó con nosotros en el Santísimo Sacramento para alimentar y acrecentar cada vez más en nuestros corazones la llama de su divino amor, en el cual consiste la verdadera vida del alma. 

Así que Jesús ha venido al mundo naciendo de María para traer y hacer que arda su amor, y Jesús se queda en el mundo, casi volviendo a nacer cada día en las manos de los Sacerdotes que celebran la Santa Misa, y quedando luego día y noche en los Sagrarios, para conservar y acrecentar hasta el fin del mundo su santo amor en las almas. Hay muchos medios más para encender a las almas en el amor de Jesús: las oraciones piadosas, lecturas espirituales, meditaciones devotas, mortificaciones, y obras de caridad espiritual y material. Pero no dudes que haya medio más eficaz para eso, que la Santa Comunión, en que el corazón del hombre se pone en el más íntimo contacto de esa hoguera de santo amor que es el Corazón de Jesús, y en que, por obra del Espíritu Santo, se difunde en mayor abundancia que en los demás Sacramentos la divina caridad.

Así pues, el que quiere amar a Jesús y amarlo mucho, no tiene a mano un medio mejor que acercarse frecuentemente a la Santa Comunión. Y ya que no se puede dar testimonio mejor de amor a María que amando, y amando mucho a su hijo Jesús, no puede dudarse que quien quiera amar a María deba proponerse de recibir a menudo la Santa Comunión.

Vemos en efecto que los devotos más sinceros y más tiernos de María son los devotos del Santísimo Sacramento, los que más a menudo se acercan a la Mesa sagrada y se gozan en poder compartir aún cada día la gracia que durante nueve meses tuvo la Virgen bendita.

Vosotros pues, los devotos de María, y en particular los que seguís el ejemplo de santa virginidad que Ella presenta, acercaos a menudo, muy a menudo, si es posible todos los días, a la Sagrada Comunión, con una preparación de conciencia la más esmerada que os sea posible. Creceréis así tras día en el amor de Jesús y de María. Vuestros corazones en santo ardor exultarán diciendo: Amemos a Jesús, AMEMOS A MARÍA.

Padre Jose Frassinetti, "Amemos a María"