La moral mariana

Las virtudes morales de la Virgen

Congregación para el Clero. Santa Sede Vaticano

 

Las virtudes morales se ocupan de ordenar las costumbres. De ellas hay cuatro que, por ser el fundamento y resumen de las demás, son llamadas "cardinales": la PRUDENCIA, la JUSTICIA, la FORTALEZA, y la TEMPLANZA. 

La Santísima Virgen tuvo una PRUDENCIA en grado eminente, bien porque en su plenitud de la gracia le fue infundida, junto con los hábitos de las demás virtudes, bien, ante todo, porque ella ordenó todos sus actos y dirigió todo cuanto obró según las normas y leyes de la razón y de la fe, de manera que no se apartó de ellas ni en el más mínimo detalle. Por este motivo la Iglesia la llama "Virgen prudentísima". Ejemplo admirable de la prudencia de la Virgen es su conducta en el misterio de la Anunciación, en el que se dice que "María se turbó y se preguntaba qué significaría tal saludo" (Lc l, 29). Prudencia admirable que la llevó a hacer más consciente y libre de toda precipitación la acogida y aceptación del mensaje divino. 

La JUSTICIA de María es comparable solamente a la justicia de Jesucristo. Con El y por nosotros, como Compañera del Redentor, ofreció el sacrificio a la divina justicia, por los pecados del mundo, para la redención de los hombres. Consagrada a Dios por religión, que es parte de la justicia, obediente a los designios de Dios, humilde hasta considerase esclava del Señor que la elegía para Madre suya, penitente hasta el martirio sin tener pecados propios que satisfacer, por ello la Iglesia la llama "Espejo de Justicia". En este espejo ha de mirarse el que quiera cumplir fielmente la Ley de Dios y llegar a ser "justo." 

La FORTALEZA de la Virgen nos hace admirar su firmeza de ánimo ante las estrecheces y dificultades de la vida pobre que le correspondió en ese mundo. Y sobre todo por la entereza con que se manifiesta acompañando al Señor en la Pasión. La culminación de la fortaleza es el martirio que es al mismo tiempo la máxima manifestación de la caridad divina. Y el martirio de María, aunque no en su cuerpo, sí en su corazón y en su alma, fue de tal suerte, que la Iglesia la llama "Regina Martyrum", "porque padeció más y con mayor generosidad los dolores interiores que los verdaderos mártires sus tormentos exteriores". 

La TEMPLANZA de María brilla de manera especialísima en su virginidad, en su modestia, en su sencillez, en su vida mortificada, en fin, en todas aquellas virtudes que rodean su pureza virginal, y que en su vida práctica se traducen en la más recta y admirable moderación de todas sus funciones. 

Fuente: clerus.org