La moral mariana

Legitimidad del culto de la Iglesia a Nuestra Señora

Congregación para el Clero. Santa Sede Vaticano

 

María es Madre de Dios. Para preparar su alma a tan altísima misión, fue adornada por el Altísimo con los privilegios más extraordinarios que pudiera soñar una simple creatura. Así es como hemos visto de que manera, predestinada desde el principio de los tiempos para Madre de Dios, fue concebido sin el reto de pecado original ni de sus consecuencias, dotada de plenitud de gracia, de santidad positiva, y adornada con las más hermosas virtudes: que por el mismo hecho de ser la Madre del Señor, se estableció en ella una vinculación muy especial con la Santísima Trinidad, de manera que con razón podemos llamarla "de la familia de Dios"; que, consiguientemente a su maternidad sobre el Cristo - Cabeza, es también, y por expresa disposición de Dios, Madre espiritual del Cuerpo Místico de Cristo, socia o compañera inseparable de El en la obra de nuestra salud, y distribuidora entre nosotros de los bienes que nos procurara la Sangre de Cristo. En fin, que en premio de sus excelentes méritos, recibió el don de la resurrección anticipada y fue llevada en cuerpo y alma a los cielos, en donde fue coronada Reina de los ángeles y de los hombres, y desde donde intercede por nosotros y nos alcanza continuamente la benevolencia divina. 

Todo esto nos dice que es digna de un culto apenas inferior al que tributamos a Dios Nuestro Señor. Así lo ha creído y confesado la Iglesia, y así lo practica todo el pueblo cristiano. 

Fuente: clerus.org