La moral mariana

Un altar mariano en cada hogar

Congregación para el Clero. Santa Sede Vaticano

 

María, la Madre de Dios, se merece todo el fervor de nuestro culto interno y externo, privado y público. Bien sea su culto absoluto (a su excelsa persona) o a culto relativo (a sus imágenes, etc.) La Iglesia, contra las exageraciones de uno y otro extremo, nos enseña, por una parte, a venerar debidamente las imágenes de Nuestra Señora, a tributarles el culto de nuestro respeto, que se dirige en todo caso a Ella, y por otra parte nos incita a que nuestro culto de devoción a las imágenes de la Virgen no se convierta en una idolatría ni en una superstición. Para que ello no acaezca, es preciso que el culto a las representaciones de la Virgen sea verdaderamente "relativo", es decir, que sea ante todo a Ella y no a su retrato. Que si bien no son reprochables de ningún modo las devociones a diversas advocaciones, en todo caso, a través de toda su diversidad veamos a Ella, honremos a Ella, a la Madre de Dios. Por eso el altar mariano hogareño debe ser puro, sencillo, sin complicaciones de demasiadas advocaciones que puedan desvirtuar la fe que ante todo debemos tener en la Virgen, para que también pueda entablarse una verdadera relación de servicio y amistad entre un hogar y su reina y Madre. Y por fin, que las imágenes sean verdaderamente devotas, expresivas, bellas, y no ciertas representaciones en serie, coloreteadas, que nada nos dicen de la Virgen, sino de una fábrica que quiere progresar a costa de nuestra sencilla devoción. 

Fuente: clerus.org