Desde su vivencia más íntima... ¿Quién es ella?

Arzobispado de Huancayo, Perú 

Como israelita creyente y fiel que era, se siente criatura de Dios. Criatura con una profunda relación de dependencia libre ante su Creador. Esta es, para ella, la verdad más íntima de su ser. En esta profunda certeza de su ser criatura, dependiente de un creador que la ama y quiere siempre lo mejor para ella (aunque ella no lo entienda), radica lo más característico de María: su disposición a escuchar a Dios y hacer, en todo, Su Voluntad. María cree que Dios quiere y puede comunicarse y, por eso, está a la escucha. En esta atenta escucha conoce su Vocación y, por la aceptación de esa Vocación, se abre a su Misión.

La Anunciación (Lc, 1, 26-38) es un momento central en la vida de María y nos ayuda a comprender su íntima conciencia de sí. Por eso quisiera detenerme en este importante pasaje evangélico: María estaba comprometida para casarse con José; estaba seguramente, enamorada de él. Su ilusión sería vivir con su amado y, como buena israelita, darle muchos hijos. Todo parecía indicar que ésta era la voluntad de Dios, además de la de José, de ella y de ambas familias. En ambiente tranquilo acontece lo inesperado...

A María, en oración de escucha, Dios le anuncia que concebirá a un hijo, ahora - no cuando se case y viva con José -, y esto es algo incomprensible. Por eso pregunta él ¿Cómo podrá ser esto?... Aún no está casada, no puede tener relaciones sexuales...

El enviado de Dios explica que este hijo será diferente, no tendrá padre humano, la concepción se realizará porque "el Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra". El Espíritu Santo de Dios será quien operará la encarnación del Hijo de Dios en sus entrañas virginales.

María escucha, presta atención aunque vaya contra las ilusiones más queridas de su corazón. Descubre su vocación en la propuesta de Dios para ella. La respuesta a ese llamado no es fácil. Nunca es fácil. Veamos qué significaba para ella.

Por un lado, María es una joven entregada a hacer en todo la voluntad de Dios. Estaba convencida de que esa voluntad era lo más importante en su vida. Por otro lado, lo que se le pide sacrificar es inmenso: perderá a su prometido que la repudiará como es lo lógico en estos casos según la Ley; perderá su honra ante todo el pueblo y quedará expuesta al rigor de la Ley: la muerte por lapidación era un castigo de las novias infieles... Si trata de explicar, nadie comprenderá, la creerán loca; incluso si José no la repudia, esto acaba con sus ilusiones tan humanas de tener con él muchos hijos. Porque María sabe que lo que Dios toca, el hombre no puede tocarlo... Ella se convertirá en la Nueva Arca de la Alianza a la que ningún ser humano puede penetrar ni poseer. Significa su virginidad perpetua, querida por el mismo Dios.

Ante esta situación tan difícil y humanamente sin solución, lo que triunfa en ella es su conciencia más íntima de ser una criatura amada por un Padre que no puede fallar y cuyo primer mandamiento es preferirlo por sobre todas las cosas... Ante la voluntad manifiesta de Dios cambia totalmente sus planes y lo hace con sencillez, valientemente. Desde su yo más profundo surge la difícil respuesta:

"He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según su palabra".

¡Qué profunda sabiduría de lo que es ser hombre, de lo que es ser persona, revelan estas palabras de María! Reflejan una vivencia radical de lo que San Ignacio llama el "Principio y Fundamento" en sus Ejercicios Espirituales. Reflejan una concepción del mundo y de la historia como construidos por los hombres en la medida en que respondan al llamado de Dios en esa misma historia y mundo.

María sabe, desde el fondo de su corazón y su vivir, que ella es parte importante, como todos, en la realización de este mundo en la medida en que esté abierta a escuchar y a responder, con todo su ser, a la llamada de Dios que se ha comprometido con la historia del hombre. Y sabe que Dios es roca firme, en quien todo se apoya y que nunca puede fallar, que es el principio y fundamento de toda vida. Sabe que "todo es posible para Dios".

María comprende que el hombre es más hombre en la medida en que esté abierto a este llamado de Dios en la historia, en su historia concreta, tal y como le toca vivirla. Comprende que en este mundo sólo es positivo y sólido servir a Dios y servirlo donde Él quiere ser servido.

Esta concepción del hombre como ser abierto a escuchar y responder a Dios en la vida concreta, es lo que caracteriza el pensamiento y vivir cristiano. A Jesús, educado por María, lo vemos siempre en función de escuchar y servir a los que lo rodean y siempre atento a escuchar y servir a su Padre, a establecer su Reino.

Hoy, en nuestro mundo, nadie quiere escuchar, todos queremos ser escuchados; nadie quiere servir, todos queremos ser servidos. Todos quieren realizarse plenamente ... pero como cada uno lo entiende. El hombre se pone a sí mismo como fin y excluye de su interés la voluntad de Dios.

María, con profunda intuición, sabe que la estatura del hombre es la de su amor. Y como sus aspiraciones son grandes se hace servidora de Dios, sabe que el Dios que le da la vida y se la conserva, la llama a servir, a entregarse, a amar. Esa es su misión. Y sabe que servir, entregarse, amar es su única forma de ser Mujer, de dejar huella, de ser importante, de realizarse. Se entrega entera, aún al absurdo humanamente: "Hágase en mí según tu Palabra".

Activa, abierta al llamado, cooperadora de la gracia para realizarse, para servir donde Dios lo pida y como lo pida.

María hace suya la voluntad de Dios. Escucha y se entrega al llamado. Acepta plenamente su vocación y se abre a la misión de entregarnos al Hijo de Dios hecho niño en sus entrañas, de entregarnos al Dios-con-nosotros.

Ella nos enseña, con su vida, la tremenda importancia que tiene para toda la humanidad el escuchar a Dios, creerle, dejarlo encarnarse en nuestras vidas y entregarlo a los demás. Ella nos enseña la tremenda fuerza vital que tiene la búsqueda de la propia vocación y la entrega a la misión.

En los Evangelios descubrimos que toda la vida de María se sintetiza desde entonces en esto: escuchar a Dios en su Hijo, encontrarlo día a día en la pequeñez de un niño, en la sencillez de un adolescente, en las palabras de un Joven. Considera en su corazón lo escuchado y se mantiene atenta, cercana, abierta al misterio y a lo inesperado.

Ella nos enseña a escuchar a su Hijo, con su ejemplo de toda una vida, y con sus palabras en las bodas de Caná: "Hagan lo que Él les diga" (Jn. 2,4). Y hacer lo que Él dice transforma... El agua que se convierte en vino que alegra el corazón... Nuestra vida, siguiendo lo que Él nos diga, se hará alegre, poderosa y eficaz para transformar el mundo, para hacerlo más humano. Este es el gran mensaje de María: hacer lo que Jesús nos dice, Estar dispuestos a escucharlo, a guardar sus palabras en el corazón (Lc. 2, 59). a ponerlas en práctica para que el Señor pueda hacer maravillas en el mundo de hoy. En el canto inspirado del Magníficat encontramos un resumen magistral de la autoconciencia de María: "El Señor hizo en mí maravillas, ¡Santo es mi Dios!" (Lc. 1,49).