La Virgen María es un don compartido

Padre Tomás Rodríguez Carbajo 

María es de todos y para todos, ya que nadie la tiene en exclusiva, la razón de este compartir está en la función que Ella desempeña en la vida de los fieles, es Madre del Cristo místico , la Iglesia, a la que pertenecemos de hecho desde el gran día de nuestra vida, el día de nuestro bautismo. 
La Virgen María fue el corazón de la primitiva Iglesia, Ella supo ocupar dignamente el puesto que Dios le habla designado, estaba en la mente divina que estuviera en el centro de la Historia de la Salvación, como nos dice San Pablo:""Llegada la plenitud de los tiempos envió Dios a su Hijo, nacido de mujer..."(Gal.4,4). 
Desde que María fue proclamada Madre nuestra en el Calvario, cuando Jesús nos la confía en la persona de Juan a sus cuidados, no ha dejado nunca de velar y proteger por cada uno de sus hijos. Cuando se dispersa- ron después de la crucifixión, aparecen en el Cenáculo junto a María, quien les acompaña en la oración. El día en que aparece la Iglesia, como una entidad pública, allí está Mar[a, como estuvo en el nacimiento de Jesús. La Iglesia la ha tenido siempre en su corazón. El Concilio Vaticano 11 (L.G. nQ 8) reconoce como en todo momento los fieles de todo el mundo han manifestado una veneración especial hacia María , la Madre de Jesús. La importancia de María para cada uno de los momentos de la Iglesia viene marcada por la devoción tierna, sencilla hacia la que es Madre, a la que invocan sobre todo en sus necesidades y cuya protección buscan como lugar seguro en medio de las dificultades. Personas particulares, gremios, pueblos, regiones y naciones la llevan dentro de sí como compañera de sus vidas, como confidente de sus penas. Cualquiera, que se tenga por católico, es consciente del papel que María ha ocupado en la Historia de la Salvación y en la vida ¡de cada uno de los creyentes. 
Quien se aprecie de conocer a Jesús, no puede dejar a un lado el conocimiento de María con el consiguiente esfuerzo de imitarla en alguna de las virtudes, al mismo tiempo que acude a su intercesión para que Ella presente a su Hijo las necesidades de las que quiere liberarse. 
Una señal de aprecio que los componentes de la Iglesia han tenido por María se detecta en los signos externos con que han querido honrarla a través de los siglos: imágenes, cuadros, capillas, ermitas, templos, Catedrales , etc...Otra señal autentica es la de querer propagar la devoción de la Señora, pues, todos somos conscientes que, aunque María es nuestra por ser nuestra Madre, sin embargo, no nos pertenece en exclusiva,
porque tiene un papel clave en la Iglesia, en donde es como el corazón, y su influjo benéfico de imitación e intercesión debe extenderse a todas las personas, sin que esta ayuda a otros nos quite nada de su protección sobre cada uno de nosotros. Es Madre nuestra, es Madre de la Iglesia y es Madre de todos los hombres. 
Todo bien tiende a difundirse, por eso tiene explicación el que cada devoto de María intente que otros la conozcan y la amen. Jesús quería mucho a su madre y también nos quería a nosotros por quienes moría, de ahí que nos deje en manos de quien tanto amaba. Quería que disfrutásemos del amor de quien era para El la persona mis querida en la tierra, su Madre. Jesús compartió con nosotros lo que mis apreciaba así nosotros debemos de aprender la lección de compartir, no cualquier cosa que a veces nos estorba, sino, después de Jesús, lo mis precioso y estimado en nuestra vida, María. 
Jesús nos hizo el gran regalo de darnos a María por madre, nosotros podemos compartir nuestro amor hacia María sin que disminuya un ápice el amor que le debemos dar a Jesús. ya que el amor que le tengamos a la Madre nos ayuda a amar más al Hijo. 
María es un gran don para vivirlo, compartir lo y difundirlo, no para encerrarlo en nosotros y quererlo vivir en solita.