Privilegios de María

 

“Asunta al cielo” 

 

Padre Antonio Rivero L.C

 

 

¿Cómo iba a experimentar la corrupción del sepulcro aquel cuerpo que dio a luz al Hijo de Dios? ¿Cómo iba a engusanarse ese cuerpo que dio a Dios una naturaleza humana, es decir, un cuerpo humano?

(1) Un poco de historia del dogma

Las Escrituras guardan un silencio absoluto sobre las alternativas de los últimos años de María: ¿murió? ¿no murió?

Ignoramos el lugar donde vivió, cuáles fueron sus ocupaciones y compañías, cuándo y cómo termino su vida terrenal. No importa. Ya la Biblia, como vimos, nos ha revelado suficientes datos centrales de su existencia y el puesto que Dios le ha asignado en la salvación.

Este dogma lo proclamó Pío XII el año 1950.

En los primeros siglos se hablaba de la dormición. Y ya en el siglo VII en Roma se introduce la fiesta llamada “Asunción de Santísima María”.

En oriente hay testimonios a favor de la Asunción: san Modesto de Jerusalén (S. VII), san Andrés de Creta (S. VIII), san Juan Damasceno (S. VIII).

En Occidente también: San Alberto Magno (S. XIII), santo Tomás (S. XIII), san Buenaventura (S. XIII).

Desde el siglo XV es doctrina común y unánime.

Pío XII consultó al episcopado mundial qué les parecía. Y respondieron casi todos que todo su pueblo creía en la Asunción de María y consideraban conveniente su declaración como verdad revelada.

Y el 1 de noviembre de 1950, Pío XII la definió solemnemente: “Proclamamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado: que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria celestial” (Denzinger 2333)

Esta fórmula dogmática no define si María murió o no. Sólo dice que fue asunta a los cielos.

La mayoría de los teólogos y la tradición afirman que María efectivamente murió, asociándose también de esta manera a Cristo, que también murió.

Otros dicen que no murió, pues la muerte es consecuencia del pecado original. Pero María no cometió pecado original.

Una segunda cuestión es si María sufrió la corrupción de su cuerpo. Aquí ya el Papa Pío XII declaró que no. ¿Ese cuerpo de quien Cristo recibió la vida, alimento y calor maternal, iba a sufrir la corrupción? Por eso la finalización de la vida terrestre de María es descrita por los teólogos como una muerte provocada por un “éxtasis”, un “tránsito” al cielo, una especie de dormición.

(2) ¿Qué significa para nosotros?

Este dogma nos revela el nuevo modo de existencia que todos tendremos en el cielo, cuando resuciten nuestros cuerpos, el día del juicio final.

Dios le anticipó a María esta glorificación plena que todos tendremos en la resurrección final en nuestro cuerpo.

El dogma, por tanto, no señala sólo que está en el cielo, como una nueva canonización de la Virgen, sino que señala que ya María consiguió la resurrección final de su cuerpo y esto nos llena a nosotros de esperanza en nuestra resurrección final.

Hay más. La glorificación no sólo puede ser para el alma, ni sólo para el cuerpo. La glorificación en la resurrección final tiene que ser para la persona, y la persona está compuesta de alma y cuerpo. Por tanto es la persona concreta -cuerpo y alma- la que esta invitada a participar en el banquete que el Padre Dios prepara para todos nosotros, sus hijos.

María ya está participando de este banquete en cuerpo y alma, con su Hijo.

Mientras que los demás santos sólo participan con el alma, en espera de la resurrección de su cuerpo, que se unirá al alma, para formar de nuevo la persona humana, pero ya glorificada y resucitada.

Hay algo más: la glorificación corporal de María ilumina el sentido del cuerpo humano e invita a valorarlo en su dignidad: está llamado a gozar de Dios en el cielo. A valorarlo en su justa medida.

• Ni desprecio al cuerpo.
• Ni abuso, ni exaltación.

María asunta al cielo es protectora enérgica contra una civilización que hace del cuerpo un ídolo, un mero objeto de placer, un artículo más de propaganda y de satisfacción de instintos bajos. El cuerpo humano está llamado a ser Santo y a participar de la resurrección final.

(3) ¿Qué hace María ya en el cielo en cuerpo y alma?

María es Reina del cielo y de la tierra. Es Reina del cielo, porque supera en dignidad y santidad a todos los ángeles y santos.

Y es Reina del mundo, porque recibe una participación plena en el poder y en el dominio ejercido por Cristo Rey del universo.

¿No es el hombre rey de la creación? Pues una criatura redimida, María, ya ejerce plenamente ese reinado junto al Señor.

María es Reina porque sirve desde el cielo. Aquí se inserta también esa otra verdad: María es medianera de todas las gracias, precisamente por ser Reina. Por eso en la Iglesia la Virgen también es invocada con los títulos del Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora...

Dirá el concilio Vaticano II en la constitución Lumen Gentium número 62: “Pues asunta a los cielos, no ha dejado esta misión salvadora, sino que con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna. Con su amor materno se cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada”. 

Agradezcamos a Dios que nos halla dado una madre en el cielo que además es Reina.

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