Homilías sobre la Virgen María 

 

“María es proyecto de la Iglesia renovada”

 

Padre Antonio Rivero L.C

 

 

Al igual que María. La Iglesia no está fuera de la historia, ni del mundo. La Iglesia mira a María, porque María encarna todos los rasgos de una renovación eclesial. María es todo un proyecto de Iglesia renovada, es un desafió y a la vez una poderosa ayuda para su plasmación concreto.
¿Cuáles son esos rasgos centrales de la renovación de la Iglesia, que ya María poseía?

1. En relación con Dios: Una Iglesia profundamente sobrenatural.

2. Frente a la historia: Una Iglesia peregrina.

3. En sí misma: Una Iglesia familiar, pobre y humilde.

4. En relación al mundo: Iglesia. Alma de la cultura y servidora de los hombres.

Veamos estos cuatro rasgos, bajo el prisma de María.

(1) Iglesia sobrenatural

La Iglesia fue fundada por Cristo, no para solucionar los problemas económicos, sociales y políticos, sino para comunicar a los hombres la vida de Dios, la vida de la gracia.
Por eso, no se puede transformar a la Iglesia en un poder económico o político, ni atarla al carro de ninguna ideología de moda, ni en reducirla a una sociedad de beneficencia.
Una Iglesia profundamente mariana deberá ser una comunidad comprometida radicalmente con el Señor, en quien pone su seguridad, como lo hizo María. La vida de María fue confianza plena en Dios, y así debe ser la vida de la Iglesia: centrada sólo en Dios, en las cosas sobrenaturales, en la instauración del Reino de Cristo.
En la Iglesia, se manifiesta lo que Dios está llevando a cabo silenciosamente en el mundo entero. La Iglesia es el lugar donde se concentra al máximo la acción del Padre, que, en la fuerza del E.S. busca solícito a los hombres, para compartir con ellos -en gesto de indecible ternura- su propia vida trinitaria.
Y es la Iglesia la que hace presente el Reino de Dios a todo hombre y le invita a proyectarse hacia su meta definitiva. Así lo dijo el documento de Puebla en N° 1979.
Y la Iglesia tiene unos medios para lograr todo esto. No medios humanos, eficientes, técnicos. Sino medios espirituales: Los sacramentos, la predicación, la oración.

(2) Iglesia peregrina

Sabemos que María peregrino en el claroscuro de la fe, nos dice el Papa en la encíclica “La Madre del Redentor”.
La fe fue creciendo mientras peregrinaba por este mundo. Su fe fue probada. Por ella, María, no se instalo, no se quedó sentada.
La Iglesia, a ejemplo de María, también debe peregrinar. No debe instalarse, aduciendo privilegios, acomodándose en un “modus vivendi” de seguridades dogmáticas. Es verdad que durante la peregrinación hacia Dios, la Iglesia cuenta con valores inmutables, que son la base para una peregrinación segura, pero debe caminar, echarse al amino... puebla nos vuelve a decir: “Cristo en cuanto Hijo de Dios permaneció siempre idéntico a sí mismo, pero en su aspecto humano fue cambiando sin cesar: de rostro, deporte, de aspecto. Igual sucede con la Iglesia” (N° 264)
Aquí se inserta la dimensión misionera de la Iglesia. La Iglesia no es en primer lugar un bastión al que se dirigen los hombres, sino una comunidad en actitud de servicio... es ella, la Iglesia la que sale a servir. Como María con su prima Isabel y en Caná.
La barca de la Iglesia debe navegar hacia las playas donde se encuentran los hombres necesitados de salvación, no esperarlos anclada en un puesto seguro.
¡Cómo lo ha puesto de manifiesto el Papa Juan Pablo II!

(3) Iglesia familiar.

Es en la Iglesia donde recibimos la gracia de ser hijos de un mismo padre, y esta gracia de filiación en Cristo es el origen de la fraternidad cristiana.
María, por ser Madre, es creadora de ese espíritu de familia.
Así lo dice puebla: “Se trata de una presencia femenina, que crea el ambiente familiar, la voluntad de acogida, el amor y el respeto por la vida” (291).
Por su ejemplo María es advertencia contra todo intento de vivencia individualista del Evangelio. Por su acción, forja rápidamente vínculos personales y conciente así a la Iglesia en un pueblo solidario, no una masa anónima.
De esta manera, María es signo de unidad en un mundo desgarrado por la incomunicación, la soledad, el odio y la violencia.
La Iglesia es también no sólo en un plano vital, sino también en su realidad institucional.
Cristo hizo a la Iglesia un Pueblo ordenado, con distintas funciones, derechos y deberes. Y todo para que sea y forje con María, la familia del Padre (L. G. 7-9)
Pero es familia Iglesia pobre y humilde. Así fue Cristo; así fue María.
¡Lejos de la Iglesia los aires de triunfalismo, los fuegos de artificio de la vanidad y competencia!
“Dios mirará la pequeñez, la humildad de su siervo” como hizo con María.
Es humilde, porque se sabe débil en sus miembros, necesitada de purificación, penitencia y renovación.
¡Que mal le ha ido a la Iglesia cuando ha ahondado la riqueza, la autosuficiencia, el poder, el éxito.

(4) Finalmente, Iglesia, alma del mundo.

Así fue María, con su prima, en Caná en el Calvario, en Pentecostés.
Por eso la Iglesia, siguiendo el ejemplo de María participa en las alegrías y tristezas de sus hijos, los hombres, a quienes sirve y ama.
La Iglesia no huye del mundo. Es alma del mundo. Como los cristianos de los primeros siglos, como nos lo narra la carta a Diagnoto.
Y como es alma también tendrá que denunciar con valentía y con caridad, los falsos valores del mundo, se afronta con respeto al espíritu mundano... y anunciará con gozo los valores eternos, éticos y religiosos.
La Iglesia es alma porque sirve y ama. Quiere llevar a todos al encuentro con Jesús. Como hizo María, al ofrecer a su Hijo a los pastores, a los magos, al mundo.
Dejémoslo aquí. Miremos a María, es proyecto de Dios para la renovación de la Iglesia.
María, madre de la Iglesia, ruega por nosotros.

Comentarios / preguntas: arivero@legionaries.org