Homilías sobre la Virgen María 

 

“María en el culto de la Iglesia”

 

Padre Antonio Rivero L.C

 

 

Hasta ahora hemos visto la figura de María a través de la Sagrada Escritura y de la teología dogmática, decir, hemos analizado qué puesto tiene, ocupa María en la Biblia, y los dogmas que la Iglesia ha declarado, iluminada por el E.S. sobre la Virgen, siempre partiendo de la Sagrada Escritura, la Iglesia no inventa los dogmas.
RESUMIENDO: 
María ya estaba profetizada en el A.T.: sería la nueva Eva, la que aplastaría la cabeza de la serpiente; Virgen y Madre que llevaría, no un pergamino con la ley de Dios, sino a Dios mismo, en Jesucristo; la hija de Sión, que llenó de alegría a Dios y con la que se desposó el E.S.; Virgen oyente, Virgen creyente, Virgen del servicio, mujer evangelizadora, Virgen orante, Virgen oferente, Virgen intercesora y mediadora, Virgen victoriosa, Madre de la Iglesia, Alma de esa Iglesia.
Los dogmas que la Iglesia ha definido y que tenemos que creer con fe firme, porque Dios así lo ha revelado, son éstos:
1. Que María es verdaderamente Madre de Dios, Madre de la Persona divina de Cristo.
2. Que fue concebida inmaculada sin pecado original, en previsión de los meritos de Cristo, su Hijo.
3. Que es Virgen, antes, en y después del parto, como signo de su entrega total a Dios.
4. Que fue asunta, llevada al cielo en cuerpo y alma, prefigurando nuestra resurrección. 
Vimos también otros títulos de María, gratos a la Iglesia, aunque no estén considerados como dogmas
1. María es Madre de la iglesia.
2. María es proyecto de la Iglesia, renovada, es decir es modelo y paradigma para todos los miembros de la Iglesia.
3. María es Estrella de la Evangelización.
Hoy daremos un paso más: veremos a María en el culto de la Iglesia. Es decir, ¿qué culto le da la Iglesia a María? Sería el paso de la contemplación que hemos hecho de María, a la acción y devoción. de todo lo que hemos reflexionado de María se deduce el culto que le brindamos a María. No podemos hacerla sólo objeto de estudio. Es necesario dirigirnos a ella de forma personal, desde la perspectiva del amor. 
Todo el culto y devoción que la Iglesia eleva a María está motivado por el amor que le profesamos por todos esos títulos que vimos, y por su fidelidad y disponibilidad al plan de Dios. 
(1) Este culto que la Iglesia dedica a María es llamado: genuina piedad mariana.
Y nos preguntamos.
-¿Cuáles son los fundamentos teológicos del culto mariano?
Pues el culto a María no puede estar basado en sentimentalismos, frases bonitas y tiernas. Esta no es la devoción que propaga la Iglesia. De la verdadera devoción surgirá la valoración de la piedad mariana, en el doble aspecto de la imitación y veneración. Y de la valoración brotaría en nosotros un deseo de promover una piedad mariana equilibrada adecuada a nuestro tiempo.
¿Dónde están las bases o fundamentos teológicos de una genuina piedad mariana? Es decir, ¿por qué tenemos que venerar a María?
La Iglesia católica cree en los Santos, cree que hijos e hijas de la Iglesia ya consiguieron la santidad por practicar en vida las virtudes teologales en grado heroico. Cree que esos santos que ya gozan de la presencia de Dios, son intercesores ante Dios de nosotros si nosotros les dirigimos nuestras peticiones, oraciones, con humildad y puro corazón.
Entendamos: no son los santos los que nos curan o nos conceden lo que pedimos. Es Dios y sólo el dador de todo don y gracia. Ellos son intercesores de nosotros. Ellos lo consiguen de Dios, para bien nuestro. En ellos se manifiesta el poder de Dios.
Entre todos los santos sobresale la Santísima Virgen María. Ella es modelo extraordinario en la vivencia de la fe, esperanza, la caridad y de la perfecta unió con Cristo.
Y ella recibe en la Iglesia un culto singular por el puesto singular que ocupa en el plan redentor de Dios: es la Madre de Dios, la que no su “ Sí ” hizo posible que Dios se encarnara, formara carne con su seno virginal, y naciera en nuestro mundo como hombre verdadero, sin dejar de ser Dios verdadero.
Por tanto, ¿dónde reside el fundamento de nuestra piedad mariana?
En que María es la Madre de Dios, disponible y obediente al Plan de Dios Padre, y dócil a Dios Espíritu Santo. Por lo mismo nuestras ovaciones a María y nuestro culto a Ella, se dirigen a la Santísima Trinidad a través de Ella. No se quedan en María. Ella es como, el prisma donde se refleja la Santidad y bondad de Dios.
(2) El culto a María no se puede reducir a hacer de María un refugio en nuestros momentos difíciles. Ni tampoco, podemos reducir el culto a María en una devoción de tipo sentimental, concretada en novenas, peregrinaciones, oraciones llenas de sensiblería. 
Alguien con sinceridad ha confesado: “De niño María era para mí como un hada. En mi adolescencia, un mito. En mi juventud estaba muy alta y lejana... ahora estoy casi continuamente con ella y vamos juntos al Cenáculo y al Calvario”. Y yo añadiría: y vamos a Ain Karin, y a Caná, y a la fuente, y al mercadillo...
Hoy se ha madurado la devoción a María, gracias al Vaticano II y a los escritos marianos de algunos teólogos centrados y eminentes. Y la relación con María se ha hecho más evangélica. Se prefiere invocar a María como madre, si, pero también como modelo de vida, de fe, y de respuesta radical al mensaje de Jesús, de apertura del mensaje de Jesús, de disponibilidad y colaboración como mujer fuerte que se fía de Dios en los acontecimientos dolorosos de la vida.
Y todo esto con una sola intención para imitarla. En esto consiste la verdadera devoción. No la podremos imitar en sus privilegios, pero sí en sus actitudes de vida.
¿Cómo demuestra la Iglesia el culto a María? Se lo demuestra en las fiestas litúrgicas dedicadas a la Madre de Dios, y en la oración mariana, como el Santo Rosario, síntesis de todo el Evangelio.
No se trata de multiplicar devociones, hasta el punto de hacer a María más importante que a Jesús. Se trata de vivir estas fiestas dedicadas a ella, con mucha profundidad e intensidad, viendo en ella, no tanto los privilegios –de los que ya hablamos-, sino las actitudes de Marínate el plan de Dios.
NEXO: la verdadera devoción a la virgen ha de brotar siempre como flor bellísima del árbol dogmático. Por esto debemos a María:
• Singular veneración: porque es la Madre de Dios
• Amor intensísimo: porque es nuestra Madre amantísima.
• Profunda gratitud: porque es nuestra corredentora.
• Confiada invocación: porque es la dispensadora universal de todas las gracias.
• Imitación perfecta: porque es modelo sublime de todas las virtudes.

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