Homilías sobre la Virgen María 

 

“La piedad popular mariana”

 

Padre Antonio Rivero L.C

 


Después de haber hablado de María en el culto de la Iglesia y de María en la liturgia, hoy hablaremos de la piedad popular mariana.
¿Qué es la piedad mariana?
¿Cuál es su fundamento?
¿Cuál es la relación entre religiosidad popular y liturgia?
¿Qué principios ha dado la Iglesia para que esa piedad mariana esté bien orientada?
¿Cuáles son los ejercicios de piedad mariana?
(1) ¿Qué es la piedad y religiosidad mariana popular? Consiste en un conjunto determinado de gestos, como expresiones particulares de búsqueda de Dios y de la fe. Por ejemplo: peregrinaciones, romerías, santuarios, exvotos, fiestas, cultos, procesiones, etc...
Leo aquí el N° 48 de la exhortación Evangeli nuntiandi de Pablo VI
“Consideradas durante largo tiempo como menos puras, y a veces despreciadas estas expresiones constituyen hoy el objeto de un nuevo descubrimiento casi generalizado.
La religiosidad popular, hay que confesarlo, tiene ciertamente sus limites. Está expuesta frecuentemente a muchas deformaciones de la religión, es decir, a las supersticiones. Se queda frecuentemente a un nivel de manifestación cultural, sin llegar a una verdadera adhesión de fe. Puede incluso conducir a la formación de sectas y poner en peligro la verdadera comunidad eclesial.
Pero cuando está bien orientada, sobre todo mediante una pedagogía de evangelización, contiene muchos valores. Refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer. Hace capaz de generosidad y sacrificio hasta el heroísmo cuando se trata de manifestar la fe. Conforta un hondo sentido de los atributos profundos de Dios: la paternidad, la providencia, la presencia amorosa y constante. Engendra actitudes interiores que raramente pueden observarse en el mismo grado en quienes no ponen esa religiosidad: paciencia, sentido de la cruz en la vida cotidiana, desapego, aceptación de los demás, devoción.
Teniendo en cuenta esos aspectos, la llamamos gustosamente “piedad popular”, es decir, religión del pueblo, más bien que religiosidad.
La caridad pastoral debe dictar, a cuantos el Señor ha colocado como responsables y pastores de las comunidades eclesiales, las normas de conducta con respecto a esta realidad, a la vez tan rica y tan amenazada. Ante todo hay que ser sensibles a ella, saber percibir sus dimensiones interiores y sus valores innegables, estar dispuestos a ayudarla a superar sus riesgos de desviación.
Bien orientada, esta religiosidad popular puede ser cada vez más, para nuestras masas populares, un verdadero encuentro con Dios en Jesucristo” 
Hasta aquí el Papa Pablo VI.
Por tanto, tiene un valor innegable.
Son manifestaciones que:
- Unas veces expresan gratitud, por alguna gracia recibida.
- Otras veces, un gesto de dolor y penitencia, por eso caminan descalzos, llevan pesos, lloran, y en la Edad Media se flagelaban.
- Otras veces van para hacer una promesa y una petición.
- Otras veces, hacen fiestas, donde encuentran fuerza para vivir y la capacidad de volver con renovada esperanza a la lucha diaria cotidiana. La fiesta es la explosión de una solidaridad profunda, la recuperación de la conciencia de no estar solos en la lucha y de trabajar por una convivencia humana distinta.
(2) El documento de Puebla, del año 79, en la III conferencia general del Episcopado latinoamericano, también trató de la religiosidad popular, sobre todo, de la piedad popular mariana.
Dijo que “ El pueblo sabe que encuentra a María en la Iglesia Católica”. La piedad mariana ha sido, a menudo, el vínculo resistente que ha mantenido fieles a la Iglesia sectores que carecían de atención pastoral adecuada. A la luz de esta constatación debe sacarse una conclusión: el desprecio y el ataque a formas de piedad mariana no constituye un servicio a la evangelización.
Es verdad, muchas expresiones de esa piedad necesitan una purificación, pero no es por el camino de la supresión y del rechazo que se logra esto, solo por el esfuerzo sostenido y sabio de dar nuevo espíritu a formas antiguas y por la creación de nuevas expresiones que sustituyen a las que han perdido vigencia.
Esta labor de pedagogía pastoral mariana implica el fortalecimiento y la promoción del amor de nuestro pueblo a la Virgen, la ayuda para que ese amor impulse a actitudes de vida conformes al Evangelio y en la proyección de la piedad mariana como fuerza de transformación personal y social.
Puebla advierte enérgicamente: “Si la Iglesia descuida esta piedad popular mariana, se producirá un vacío que ocuparán las sectas, los mesianismos políticos secularizados, al consumismo que produce hastío y la indiferencia, o el pansexualismo pagano. Nuevamente la Iglesia se enfrenta con el problema: lo que no asume en Cristo no es redimido y se constituye en un ídolo nuevo con malicia vieja” 
(3) ¿Cuáles son, pues, en resumen los principios para que esté bien orientada la piedad, sobre todo, la piedad mariana?
- Que todas esa manifestaciones estén de acuerdo con la ley de Dios y con el Evangelio. Por tanto, no sería verdadera piedad, si esas manifestaciones explotaran en borracheras, desenfrenos, inmoralidades, drogas, violencia... vulgaridades.
- Que todas esas manifestaciones tengan como fin dar gloria a Dios, a través de María. Las peticiones, las promesas en manos de María para que ella las eleve a Dios, que es en definitiva el único Dios que salva, consuela, fortalece, y otorga esas gracias.
- Que todas esa manifestaciones promuevan, no suplen, la participación en los sacramentos.
- Que todas esas manifestaciones comprometan a llevar una vida más honesta, caritativa, justa, y promuevan la solidaridad y el apostolado.
“Solo así serán una verdadera piedad mariana”

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