Privilegios de María

 

“Siempre Virgen”

 

Padre Antonio Rivero L.C

 

 

Sigue resonando la pregunta: ¿Cuál es el puesto de María en el plan de Dios? ¿Qué papel desempeña María en la historia de la salvación?

Esta es la pregunta que subyace debajo de todas las reflexiones que estamos haciendo sobre la Santísima Virgen María.

La respuesta está a la luz: María está desde siempre en el plan divino como madre y colaboradora de Cristo, como socia de Cristo.

Dios quiso que fuera también una mujer la que estuviera al inicio de la Nueva Alianza o Pacto que hizo Dios con el hombre... pues una mujer fue la que estuvo al inicio de la Creación, Eva. María es la Nueva Eva que vino a desatar el nudo que ató la primera Eva. Y fue la Madre del Redentor la que vendría a redimir a todos los que en Adán y Eva, pecaron.

¿Cuál es el plan de Dios para María? También está claro que María tiene como misión engendrar a Cristo en cada uno de los creyentes. Por eso también a nosotros nos acompaña desde la cuna hasta el sepulcro: “Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora...”

Demos un dogma más: María siempre Virgen, es decir la maternidad de María es virginal, sin concurso de varón. Es virgen antes, durante y después del parto.

(1) Antes del parto

La virginidad antes del parto consiste en que Jesús fue concebido por obra del Espíritu Santo, sin colaboración alguna de varón.

Esto está atestiguado en las Escrituras. Él ángel Gabriel es enviado “a una virgen” y le anuncia que será madre. María objeta que no tiene relaciones con ningún varón y el ángel le revela el modo virginal de la concepción: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que ha de nacer será Santo y será llamado Hijo de Dios” (Lc. 1, 35).

San José recibe del ángel de Javhé el mismo testimonio “Lo que en ella ha sido engendrado es obra del Espíritu Santo” (Mt. 1,20).

También desde los primeros siglos del cristianismo existió una fe explícita en la concepción virginal del Señor. Basta citar a san Justino (163); san Ireneo (262); Orígenes (253).

En las escrituras de esos tiempos se narran mitos griegos y egipcios donde se afirma concepciones milagrosas, pero basadas en la unión sexual de los dioses con mujeres. El relato bíblico justamente excluye esto. Se trata de una virgen que concibe sin colaboración de varón, ni con seres sobrenaturales.



El E.S. no es un padre procreador, sino la fuerza divina que, dominando supremamente las leyes de naturaleza, realiza en María la concepción virginal de Jesús.

Las expresiones usadas para revelar esta acción de Dios son:

“El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del altísimo te cubrirá con su sombra”. Estas exposiciones no poseen aquí ningún sentido de relación física, sino que significan la actividad creadora de Dios, la acción eficaz de su presencia.

Como Adán, el primer padre, así también Cristo, el nuevo Adán, procede inmediatamente de Dios.

(2) En el parto 

La virginidad en el parto afirma que María dio a luz sin perder la integridad corporal. 

Los primeros testimonios en la Tradición se encuentran en ciertos escritos del año 120 llamados “Odas de Salomón”. También san Ireneo y san Clemente de Alejandría (215) lo afirman.

Y en el siglo IV existe una fe universal en la virginidad en el parto. Y el Papa San León Magno en el año 449 expresa y sostiene claramente esta doctrina.

Y se define como dogma en el Concilio de Letrán del año 649.

El dogma no se refiere a pormenores del nacimiento de Jesús y sus consecuencias físicas en María. Afirma este dogma positivamente que esto sucedió sin que ella perdiera la integridad corporal, signo externo de algo más profundo: su total consagración al Señor, quien obra en ella maravillas.

¡Es un milagro! Y Dios lo puede hacer. El Dios que hizo posible la Encarnación del Verbo eterno en el seno de una mujer, ¿no va a ser capaz de realizar este otro milagro? 

La pregunta que siempre uno se hace es ésta: ¿Cómo nació Jesús, sin romper el himen de María? 

Es un misterio y cuando uno trata de querer explicarlo recurre a esta imagen: “Al igual que el rayo de luz entra por el cristal de la ventana sin romperlo, así también Jesús, luz de Dios, entró al mundo a través de María, sin romper su integridad física”.

(3) Después del parto

La virginidad después del parto afirma que María no tuvo más hijos después del nacimiento de Jesús y que consagró su cuerpo totalmente al Señor.

Una dificultad presentada comúnmente a este dogma es que los Evangelios hablan de los “hermanos y hermanas” de Jesús y también se habla del termino “primogénito” como queriendo significar que después tuvo María más hijos.

Digamos al respecto.

Primero, el termino “primogénito” es un término de valor jurídico que no implica necesariamente la existencia de hermanos posteriores.

Segundo, el termino de “hermanos” en lenguaje hebreo y arameo sirve para designar a los parientes más cercanos: primos, sobrinos, tíos.

Además, Jesús antes de morir encomienda su madre a Juan, lo que sería inexplicable si María hubiese tenido otros hijos que se ocupasen de ella.

¿Cuál es el sentido más profundo de esta maternidad virginal de María?

Es signo de que Jesús no procede de la carne, ni de la sangre, sino de Dios. La salvación viene desde arriba Dios tomó la iniciativa, no el hombre. La virginidad no implica desprecio de la sexualidad, no. Significa más bien que remite a realidades superiores. Quiere decir que la salvación no puede proceder ni siquiera de la nobleza del amor matrimonial santo. Viene de Dios. 

Esta virginidad es también un signo de que quien nació en María es del todo singular. Comienza con Cristo un nuevo orden en el mundo. Comienza con el una “nueva creación”, obra exclusiva de Dios a favor de los hombres. 

En María esta virginidad corporal simboliza y es expresión de su total consagración a Dios. Es posesión del Señor. Y María será modelo para todos los que siguiendo a Cristo se consagran a Él en virginidad.

Es virginidad como disponibilidad total a Cristo... no es incapacidad de amor, desconfianza frente al matrimonio y la sexualidad, huida del mundo. Es más bien, la respuesta de fidelidad total y consagración exclusiva a la elección de Dios, para dedicarse totalmente a Cristo y alas cosas de Cristo.

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