Un misterio encantador

Padre Ramón Aguiló sj.

 

Nosotros, querida Madre nuestra María, te contemplamos, porque te recordamos, en cada recodo de nuestro camino cristiano. Te vemos en todas partes. Te encontramos en preciosas imágenes de todos los siglos y en todos los pequeños y grandes templos de tu Iglesia Católica. Hasta en los propios hogares, en nuestras casas, pequeñas o grandes, en nuestras habitaciones. Allí nos encontramos con tu imagen. Pueden ser reproducciones de cuadros pintados por artistas famosos, o esbozos de artistas hogareños, fotografías de imágenes, estampitas, pequeñas esculturas. Estás Tú sola, o con el Niño Jesús en tus brazos maternales, o adorándole en la noche de su Nacimiento, en la cueva de Belén de Judá. 
 
También te representan a Ti, sentada al pie de la Cruz, con Jesucristo muerto, inmóvil en tus brazos. Así te representó el gran Miguel Angel, en la famosísima escultura llamada “La Pietá”, que se encuentra en la Basílica de San Pedro en Roma.  
Otras veces Te hemos visto, presidiendo la reunión de los Apóstoles de tu Hijo Jesús, con las llamaradas de fuego, sobre todas las cabezas, en el gran Día de Pentecostés, cuando llegó el Espíritu Santo de Dios y así nació nuestra Iglesia conquistadora, comunicadora, polifacética, que hablaba y habla todas las lenguas del mundo. 
 
ESCUCHA NUESTRAS ORACIONES. Como Te he dicho anteriormente, todo nos recuerda tu presencia carismática en este edificio universal que es nuestra Iglesia Católica. Y cada día te invocamos los que creemos en Jesús y Te amamos, como Madre, de nuestro Salvador. Para ellos se han creado oraciones muy hermosas y sintéticas, que incluyen los rasgos principales de tu personalidad. 
 
LA ORACIÓN DE CADA DÍA. La más sencilla, la más conocida de estas oraciones, es el “Dios Te salve, María”. En esta oración se mezclan varios aspectos de tu persona y varias súplicas fundamentales. Una parte, la primera, es el saludo del arcángel, Gabriel. En griego: “Jaire, kejaritomene. O kirios metá su. Euloguemene su en guinaixin”.  
 Desde pequeñitos hemos aprendido de memoria esta hermosa y angelical oración, que fue el saludo del enviado de Dios a Ti, María, para decirte que ibas a ser Madre de un Hijo que se llamaría Jesús. 
 
Nosotros a través de los siglos hemos ido completando esta breve oración con unas peticiones sencillas, espontáneas, pero importantes: “Bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”.  
Tú sabes que en esta oración de tan pocas palabras reconocemos tu maternidad divina, subrayamos que has sido elegida por Dios, para ser la Madre de su Hijo, convertido en un hombre mortal, para la salvación de los seres humanos y afirmamos que esta tu divina elección Te ha llevado a una posición de felicidad incalculable. Te suplicamos además, que ruegues por nosotros, pecadores, siempre y muy especialmente en la hora de nuestra muerte. 
 
Seguramente que para muchos Cristianos el Ave María es la primera oración que dicen al despertarse por la mañana después de un largo y tranquilo sueño. Muchos la dicen antes de cada comida. Y creo que también los más la repiten por la noche, antes de acostarse para dormir pacíficamente. 
 
OTRAS ORACIONES. En el Catecismo católico y en la tradición de la Iglesia se encuentran también oraciones que se repiten y Te suplican tus bendiciones, tu ayuda, tu intercesión. 
 
La primera que yo digo, cuando abro las ventanas de mi habitación, es la siguiente: “Oh Señora mía, Oh Madre, yo me entrego del todo a Vos, y en prueba de mi filial afecto, os consagro en este día, mis ojos, mis oídos, mi mente y mi corazón. En una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo vuestro, Oh Madre de bondad, guardadme y defendedme como cosa y posesión vuestra”  
En muchos sitios, cuando suenan las campanas de los relojes, al medio día, las 12, se reza el “Angelus”, que en tiempo Pascual se convierte en el “Regina Coeli, laetare. Aleluya”. El Angelus recuerda el saludo del Angel, la afirmación de que Tú eres la esclava del Señor, y finalmente que el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. La oración del tiempo pascual es una invitación a la Alegría por la Resurrección de Jesús.  
María, pronto Te voy a recordar otras oraciones. Son tantas que con ellas se pueden llenar muchas páginas de Internet, y muchas horas de piedad de los devotos de tu Persona, María, Madre de Jesús.