María ejemplo de santidad

Padre Ramón Aguiló sj.

 

Muchas veces me he postrado ante una bella imagen azulada de una capilla de una gran iglesia. Desde pequeño me impresionó mucho. Esta imagen te representa a Ti, María, como la INMACULADA CONCEPCIÓN. Es la sonrisa de una jovencita que va vestida de azul, tiene las manos unidas, como las tiene una persona que ora, y mira a los que rezan ante ella con una dulce sonrisa en su rostro. Está coronada con una diadema brillante. Esta figura tan hermosa era y el símbolo de varias asociaciones que te tienen a Ti como Madre. 
 
TU CONCEPCIÓN. Toda la humanidad desde los primeros descendientes del hombre llamado Adán y de la mujer Eva, comienza su existencia, su vida, con una mancha moral. Es lo que se llama el pecado original. El ser humano nace con una herida. Todos hemos de reconocer que nuestra existencia proviene de unas raíces malas, distorsionadas, envenenadas. Podemos y debemos aceptar que, desde el primer momento de nuestra concepción en el seno de nuestra madre, tenemos algo que no agrada a Dios. 
 
Hay una oración que repetimos millones de personas cada día varias veces que se llama la “Salve Regina”. En castellano comienza “Dios Te salve, Reina y Madre de Misericordia”. Y después esta oración sigue suplicando por todos nosotros “los desterrados, hijos de Eva, en este Valle de Lágrimas”. Y ¿qué pedimos?. Te decimos a Ti, “Reina y Madre de Misericordia, Vida, Dulzura y Esperanza Nuestra”, “vuelve a nosotros esos tus Ojos Misericordiosos y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu Vientre, Oh clementísima, Oh piadosa, Oh dulce siempre Virgen María”.  
Y es que nosotros los que estamos inquietos por nuestro origen espiritualmente manchado vemos en Ti, la limpieza perfecta, el ejemplo de una persona que ha permanecido INMACULADA, es decir, “siempre sin mancha”.  
María, Tú eres una gran excepción, eres una mujer única, precisamente porque has sido elegida para ser la Madre del Hijo de Dios hecho Hombre, es decir, de Jesús de Nazaret. Y lo fuiste realmente. 
 
TEORÍAS Y DOGMA DE FE. La Iglesia desde el principio aceptó esta verdad de tu Personalidad de Madre de Dios, que había sido concebida sin pecado original. Pero los especialistas en Teología, posteriormente, pensaron que esta verdad era discutible. Y hubo las dos posiciones posibles. 
 
Unos aceptaron que Tú, María, habías sido concebida sin pecado original. Y otros no lo podían ver tan claro. Y hasta dudaron de esta verdad. 
 
No voy a recordar toda la historia de la Teología Católica. Pero hubo un pensador cuyo nombre era el de Duns Escoto que dio la solución al problema que planteaban otros. Y en el fondo expresó que Dios “PODÍA” preservar del pecado original a la que iba a ser Madre de su Hijo encarnado, y que como consecuencia “LO HIZO”, “LA PRESERVÓ”. Porque es más glorioso para Cristo preservar a María, su Madre, que extraerla del pecado. Por ello, se puede afirmar que Cristo murió en la Cruz, teniendo en cuenta que era más digno de su maternidad divina evitar que contrajese la culpa original que no para limpiarla de la culpa después de haber sido manchada por ella.  
Más tarde, después de unos siglos, llegó un Papa Pio IX, que declaró como ALGO PERTENECIENTE A LA FE CRISTIANA, el hecho de que Cristo preservara a su Madre de toda culpa, también de la culpa con que nacemos todos los seres humanos. 
 
Afirmó el Papa Pio IX: “La Doctrina que afirma que la Virgen, en el primer instante de su Concepción, fue preservada inmune de toda mancha del pecado de origen por una singularísima gracia y privilegio de la Omnipotencia Divina y en atención a los méritos del Redentor del Género Humano, es DOCTRINA REVELADA y HA DE SER ASÍ CREÍDA POR LOS CRISTIANOS”.  
ALGUNOS TEXTOS BÍBLICOS. Es muy difícil para todos nosotros, los hombres y mujeres de la actualidad, llegar a comprender algunas narraciones del Antiguo Testamento, porque el estilo que utilizan es primitivo, y tienden a expresarse en términos ingenuos y dirigidos a los seres de su tiempo. Un ejemplo evidente de esto es lo que dice el Génesis en la narración del Pecado de Adán y de Eva. 
 
Todo sucedió por una desobediencia de la mujer: comió del árbol prohibido. Y le dio también una parte a su hombre, Adán. 
 
Los dos fueron buscando excusas. El hombre culpó a la mujer, la mujer culpó a la serpiente, el diablo, el símbolo del mal. Y entonces surge una profecía en labios de Dios: “establezco hostilidades entre tí y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza, cuando tú la hieras en el talón”. Aparece en el futuro la figura de una mujer vencedora del mal.  
Unos largos siglos más tarde, Dios decidió que había llegado el momento de la salvación de la humanidad. Y el Angel, el Mensajero Divino, Gabriel, fue enviado a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una Virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David. La Virgen se llamaba María. 
 
Aquel Embajador Divino te saludó, María, con una palabras que subrayan tu grandeza espiritual, y que todos los Cristianos conocemos de memoria y repetimos varias veces cada día: “Alégrate, LLENA DE GRACIA, EL SEÑOR ESTÁ CONTIGO; BENDITA TÚ ENTRE LAS MUJERES”. El ángel añadió después: “Has encontrado gracia ante Dios”.  
Así eres, María, la LLENA DE GRACIA SIEMPRE. SIEMPRE...