Alegrías y tristezas

Padre Ramón Aguiló sj.

 

Tu Vida, mi querida Madre María, fue una mezcla de grandes alegrías y de profundas tristezas, causadas por los acontecimientos y muy especialmente por los sufrimientos de tu Hijo, Jesús, al que amabas y amas con tanta intensidad porque Él, además de ser Hijo tuyo, es el Hijo de Dios. Nosotros diríamos que tu Vida que podría resumir en unas palabras que actualmente son muy conocidas porque son el título de un film: “Sonrisas y Lágrimas”. Como dice un refrán: “Una de Cal y otra de Arena”.  
ALGUNAS ALEGRÍAS. No voy a recordar todo lo que he dicho en mis anteriores E-MAILS, que, con tanto cariño, te envié anteriormente. Basta decir algunos momentos: El Anuncio del Angel, Gabriel, que te anunciaba tu Maternidad Divina. La Visita a tu Pariente Isabel y tu Cántico poético y profético. El Nacimiento de tu Hijo, en Belén de Judá, en un Pesebre, arropada por las comunicaciones de los ángeles y de los pastores. 
 
Pero ahora quisiera subrayar la gran alegría que Tú exprimentaste el día prodigioso en el que se presentaron ante Ti y ante Jesucristo, unos Magos, o sea, unos Sabios del Oriente, que querían adorar a tu Hijo. Habían visto una hermosa y grande estrella en el cielo oriental. Y aquellos fue la señal de que había sucedido en el Occidente algo grandioso. Organizaron su viaje, acumularon algunos regalos, y se pusieron en camino, mientras la estrella milagrosamente les iba señalando la ruta. Y ellos viajaron. Estaban seguros de que iban por buen camino. Cuando llegaron a Jerusalén, quisieron informarse. Y preguntaban a los que encontraban sobre la ubicación de la cuna del que ellos ya llaman “Rey de los Judíos”. Y comenzó el lío. Y así lo que debía ser para Ti, María, se complicó con algunas tristezas y angustias.  
Decían: “¿Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido?. Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle”. Era totalmente natural que preguntaran. Querían llegar hasta esta Personalidad, y estaban desorientados. Por ello preguntaron.  
Pero estas inquietudes, como después Te recordaré, fueron causa de angustias, sobresaltos y miedos en las autoridades que regían los destinos del Pueblo de Israel. Y comenzaron las investigaciones promovidas por el que tenían la suprema autoridad política de la nación judía, el Rey llamado Herodes. Éste quiso investigar más y convocó a todos los Sumos Sacerdotes y Escribas del Pueblo, para preguntarles dónde debía nacer el Cristo. 
 
La Respuesta fue unánime: “En Belén de Judá”. Y el Rey se lo comunicó a los Magos, exigiéndoles que después de encontrarlo, le informaran”. Ya estaba tramando una dura persecución. Tenía miedo del que los Magos llamaban “El Rey de los Judíos”  
Mientras los Magos se pusieron en camino hacia Belén, de nuevo se les apareció la Estrella y les guió hasta donde estabas Tú con el Niño y José. Los Magos, al ver la maravillosa estrella se llenaron de inmensa alegría. Y te encontraron en “una casa”: “Entraron en la casa, vieron al Niño con María, su Madre, y postrándose, le adoraron”.  
Me imagino, María que en aquel momento experimentaste una inmensa Alegría. Después viste que aquellos hombres sabios abriendo sus cofres, para ofrecer a Jesús “los dones de oro, incienso y mirra”, que son riquezas y productos de la región de Arabia.  
Esta fue, María, una de las más grandes alegrías de tu Vida Maternal. Seguramente, cuando viste a los Magos postrándose ante Jesús, los oíste contando su experiencia de la Estrella Guía, y colocando ante Él, sus regalos misteriosos y maravillosos, Tú experimentaste una gran Alegría, la Felicidad de ser la Madre de Jesús. Y seguramente en aquella experiencia sonreíste. 
 
ALGUNA TRISTEZA EN LA NIÑEZ DE JESÚS. Pero aquella alegría de los Magos trajo también consigo la experiencia de la tristeza, de la inquietud, del cansancio, del miedo. Porque los Magos, alegres, felices porque habían logrado al que ellos habían buscado con tanta ilusión hasta tomar la decisión de un viaje largo e incierto, recibieron una inspiración de Dios. Y la orden que regresaran a su país rápidamente y por otro camino, para que no se encontraran con Herodes: “Avisados en sueños que no volvieran donde Herodes, se retiraron a su país por otro camino”.  
Y así lo hicieron. Pero aquella decisión enfureció al Rey que se creía omnipotente. Llegaba la persecución de Jesús y de su familia. Y Dios puso en alerta al paciente José tu esposo legal. Y le comunicó que partiera rápidamente para Egipto. En un sueño espiritual, “el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: Levántate, toma contigo al Niño y a su Madre y huye a Egipto. Y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al Niño para matarle”.  
Y José se levantó enseguida, interrumpió el sueño de la Madre y del Niño y emprendió el largo viaje hacia aquel desconocido y lejano país, Egipto. 
 
Estoy seguro, María, que en aquella interrupción de tu pacífico descanso nocturno para emprender un largo viaje, a ratos sobre un animal, a ratos andando, experimentaste una gran tristeza. Y la tristeza creció cuando supiste que Herodes enfurecido había ordenado que se mataran todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo. Así murieron violentamente tal vez centenares de pequeños INOCENTES. La Iglesia actualmente los recuerda en un día especial que está rodeado de grandes emociones infantiles. 
 
Tú, María, viajaste mal. Te cansaste. Esperaste. Has vivido en un país cuya lengua era difícil. Tal vez has pasado hambre, y has visto cómo sufrían Jesús y José. 
 
¿Fue grande tu sufrimiento, tu tristeza, tu angustia, María? Algún profeta te pronosticó el sufrimiento de una espada que atravesaría tu corazón. No se equivocó. Danos fuerza a todos, María.