La mujer apóstol

Padre Ramón Aguiló sj.

 

Mi querida Madre, María, muchos cristianos no admitimos el que llaman antifeminismo de Jesús. Como si tu Hijo estuviera siempre rodeado de hombres, como si Él no quisiera que las mujeres tuvieran ninguna acción apostólica dentro de su Iglesia. Basta leer con atención los Evangelios y las Cartas de los Apóstoles, los Hechos de los Apóstoles y el Apocalipsis, para ver que las mujeres han tenido y tienen una misión importante en la conversión del mundo.  
LA COMPAÑÍA DE LAS MUJERES. En el Evangelio según San Lucas (Capítulo 8), tenemos una buena muestra de la presencia de las mujeres en la vida apostólica de Jesús. Un buen grupo de mujeres lo acompañaban en sus constantes viajes por las tierras de su pueblo Israel. Y yo creo que las consecuencias de esta presencia serían varias, pero la principal sería una forma de jolgorio colectivo. Las mujeres suelen hablar más que los hombres. Y también ríen con más fuerza y llegan hasta las carcajadas. Los hombres suelen ser más serios.  
Jesús, según San Lucas y los otros evangelistas “iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios. Le acompañaban los DOCE. Y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras MUCHAS que les servían con sus bienes”.  Lucas con esta breve descripción quiere decirnos que no solamente acompañaban a Jesús en sus correrías apostólicas los DOCE y algunos DISCÍPULOS, sino que también viajaban con Él un grupo de distintas y diferentes mujeres: algunas de ellas habían sido curadas de enfermedades, otras venían de posiciones sociales altas y algunas poseían propiedades que usaban para lo necesario de cada día. Comida, dormir en algún hostal sencillo, etc.  
De modo que Jesús no despreciaba a las mujeres. Las apreciaba. Las curaba de sus problemas y enfermedades. Las aceptaba como compañeras de sus viajes.  
EL VERDADERO PARENTESCO DE JESÚS. Marcos, el más breve de los Evangelistas, también nos habla de la presencia de la mujer en propia vida de Jesús, en la vida de los cristianos y en la vida de todos los que quieren ser los mejores en seguirle.  
Parece que Jesús te juzga un poco pesada, pero en realidad señala la razón más hermosa de tu grandeza ante Dios y los Hombres.  
Dice así Marcos (Capítulo 3): “Llegan su Madre y sus hermanos (nosotros diríamos parientes), y quedándose fuera, le envían a llamar. Estaba mucha gente sentada a su alrededor. Le dicen: ´¡Oye!, tu Madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan`.  “Jesús les responde: ´¿Quién es mi madre y mis hermanos?` Y mirando en torno A LOS QUE ESTABAN SENTADOS EN CORRO, A SU ALREDEDOR, dice: Éstos  son mi Madre y mis hermanos. QUIEN CUMPLA LA VOLUNTAD DE DIOS, ÉSE ES MI HERMANO, MI HERMANA Y MI MADRE”.  Jesucristo describe cuál es y cómo es su Familia Espiritual, Universal, Eterna, la Iglesia de todos los siglos y de todas las Naciones. Es una familia. En ella todos somos hermanos y hermanas, y todas las madres se pueden considerar como Madres de Jesucristo y de sus hijos e hijas bautizados.  
Esto es maravilloso. Esto es encantador. Jesucristo no desprecia a su propia Madre, María. Al contrario, Te ensalza, subrayando que tu verdadera Grandeza se apoya en la Maternidad Divina: Tú eres la Madre del Hijo de Dios y del Hijo del Hombre, como se llamó Él mismo. Porque Tú, María, has cumplido siempre la VOLUNTAD DE DIOS. Como dijiste al arcángel que te anunció el misterio de la Encarnación de un Niño a quien llamaría Jesús: “Hé aquí la ESCLAVA DEL SEÑOR. HÁGASE EN MI SEGÚN TU PALABRA”.  AQUELLA MUJER TENÍA RAZÓN. Hay un dato muy curioso en el Evangelio de San Lucas (capítulo 11). Jesucristo estaba hablando y los que le escuchaban se sentían admirados profundamente por lo que Él les decía y cómo se lo decía. Una gran multitud Le rodeaba. Hubo una pausa. Y entonces se oyó la voz de una mujer que le escuchaba. Y esta buena mujer gritó una frase popular que se refería a la Madre del que les hablaba: “¡Dichoso el seno que Te llevó y los pechos que Te criaron! Aquella mujer, mientras escuchaba y admiraba la Palabra de Jesús, pensaba en la grandeza de su Madre. Y Jesús le contestó también en voz alta: “Dichosos más bien los que oyen la palabra de Dios y la guardan”.  Estas breves frases de Jesús indican una vez más tu Grandeza, María, y la grandeza de los que quieren practicar las enseñanzas de tu Hijo.