Reina y Madre

Padre Ramón Aguiló sj.

 

Querida Madre María. Tú eres la Madre de un Rey. Tu Hijo, Jesucristo, fue y es aclamado y lo será hasta el fin de los tiempos, como Rey del Universo. Es una maravilla. Pero, como Tú, María, sabes mejor que yo, Cristo es un Rey totalmente diferente de los demás Reyes de nuestro planeta. Los Reyes de la Tierra tienen sus escoltas para su propia seguridad, porque siempre existen personas dispuestas a atacarlos y a eliminarlos. Además tienen ejércitos a los que mandan y ordenan, aunque ahora lo hacen siempre a las órdenes de los gobernantes elegidos democráticamente.  
A través de la historia ha habido Reyes de varias dinastías. Ha habido Reyes descendientes casi siempre de otros Reyes, y algunos historiadores afirman que los Reyes actuales y sus antepasados han estado relacionados biológicamente con el pueblo judío. No voy a estudiar ahora todo esto. Es solamente un recuerdo para introducir un tema tan hermoso como el de tu Realeza, María. Es una Realeza muy especial, divina, cristocéntrica.  
REINA DESDE EL PRINCIPIO. Tu elección por parte de Dios, el Señor y Creador del Universo, comenzó desde el primer momento de la creación. Cuando los primeros padres de la humanidad ofendieron a Dios, escucharon ya unas palabras proféticas que están recogidas en el Libro llamado del Génesis. Dijo el Señor: “Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje. Él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar”. En esa mujer que pisotea el símbolo del mal los comentaristas bíblicos ven una prefiguración de tu personalidad divina, poderosa, santa.  Los católicos han celebrado con alegría el 150 aniversario de la proclamación por el Supremo Pastor de la Iglesia, Pío IX, del dogma de tu Inmaculada Concepción. Y todos hemos recordado con el Pontífice, Juan Pablo II en Lourdes, que cuatro años después, le dijiste a la pastorcita Bernardette, una autodefinición que nos pareció a todos perfecta: “YO SOY LA INMACULADA CONCEPCIÓN”.  Este dogma nos recuerda a todos que Tú fuiste Reina, desde el primer momento de tu Concepción, porque tu Concepción fue Inmaculada, es decir SIN MANCHA, SIN PECADO. De modo que ahora todos podemos afirmar que Tú fuiste Reina desde tu Concepción.  
Hay otros datos todavía. Se refieren a la actitud de los Arcángeles y de los Ángeles. Cuando ellos te visitaban para darte a conocer los planes de Dios, Te trataban como una Reina, con un respeto y una atención extraordinarios. Recuerda lo que te dijo Gabriel en su saludo, cuando te llevaba un mensaje de parte de Dios: “Alégrate, llena de gracia, el SEÑOR ESTÁ CONTIGO”. Y Tú experimentaste un rubor espiritual ante aquellas palabras tan hermosas.  Y Gabriel prosiguió: “No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios. Vas a concebir en tu seno y vas a dar a luz un Hijo, a quien pondrás por nombre JESÚS. ÉL SERÁ GRANDE Y SERÁ LLAMADO HIJO DEL ALTÍSIMO Y EL SEÑOR DIOS LE DARÁ EL TRONO DE DAVID, SU PADRE. REINARÁ SOBRE LA CASA DE JACOB POR LOS SIGLOS Y SU REINO NO TENDRÁ FIN”.  De modo que, María, Tú has sido y eres la MADRE DE UN REY GLORIOSO, SALVADOR. Desde el principio de tu camino maternal, Tú fuiste Reina.  
Durante toda la vida de Jesús, Tú no te hiciste notar. No querías molestar a tu Hijo. Él debía sentirse completamente libre para realizar su misión mesiánica. Hubo una importante excepción, que sucedió en la boda de Caná. Faltaba el vino en el banquete y Tú has intervenido para que Jesús hiciera un milagro. Y Él lo hizo y dio a los nuevos esposos y a sus invitados un Vino Buenísimo, excepcional.  
Después también te manifestaste grande, cuando el Rey del Universo estaba clavado en la Cruz, y mirándote te dijo, señalando a Juan que también estaba en el Calvario: AHÍ TIENES A TU HIJO. Y a Juan Jesús le dijo que Tú eras su Madre. Otra gran manifestación de tu realeza fue en el día de Pentecostés. Estaban todos los Apóstoles reunidos para recibir el Espíritu Santo que Cristo les había prometido. Y Tú presidías aquella reunión. Y también se manifestó la llama de fuego sobre tu Cabeza. El Espíritu de Dios estaba contigo. Estabas así preparada para ejercer tu realeza en la Humanidad.  
CORONADA SIEMPRE. En la historia de la primitiva Iglesia y de la de todos los tiempos, apareces siempre como REINA del Universo. Juan, el del Evangelio, tuvo una vida larga y retirado lejos de su mundo, pudo escribir un Libro fantástico, difícil de comprender, que se llama el APOCALIPSIS. En el capítulo 12 escribe unas misteriosas visiones sobre una MUJER CORONADA perseguida por un Dragón. La Mujer te representa a Ti, María, y a toda la Iglesia que tiene que luchar contra el mal en una lucha que se ha extendido por todos los siglos.  
Dice así: “Una gran señal apareció en el cielo, una MUJER, vestida del Sol, con la luna bajo sus pies, y UNA CORONA DE DOCE ESTRELLAS SOBRE SU CABEZA”.  Esta figura se encuentra en muchas iglesias, en muchos templos y santuarios, en muchos altares. Una mujer luminosa pisando una serpiente y coronada con una corona de doce estrellas. También encontramos las doce estrellas en la bandera de la Europa Unida. Y es que el que preparó este símbolo, te quería a Ti, María, y mantenía una gran devoción a tu persona.  
He recorrido muchos países y muchas iglesias. Y en muchos de ellos he escuchado que había una Patrona especial que llevaba tu Nombre. Sería muy larga la Lista. Muchas de estas imágenes llevan una hermosa CORONA sobre la cabeza.  
La Lista podría comenzar con la VIRGEN DEL PILAR. Tú sabes que se narra que Te apareciste en carne mortal al Apóstol Santiago el Mayor, uno de los doce, cuando él se encontraba en España en medio de muchas dificultades. Y Tú fuiste a animarlo. La imagen de la Virgen del Pilar se encuentra ahora en una hermosa y grandiosa iglesia de Zaragoza. Muchos cristianos van cada día a visitarte, a rezar, y, antes de separarse de aquella significativa imagen, depositan un peso en su columnita de piedra. Y ésta se ha ido desgastando con los miles de millones de besos que Te han dado los que Te quieren a través de toda la historia, y han ido y van a Zaragoza, junto al Río Ebro.  
En todas las naciones del mundo hay famosas imágenes tuyas que llevan una corona real. Algunas han sido coronadas canónicamente, es decir, con la intervención del Papa o de algún Obispo. El otro día asistí yo a una fervorosa función religiosa en la que estaba presente una hermosa imagen tuya tendida sobre el suelo cubierto de flores. Era un acto casi litúrgico en el que se quería recordar tu muerte, tu resurrección y tu Asunción al Reino de los Cielos. Y aquella imagen de tu hermosa figura muerta, llevaba una corona. En realidad se celebraba el recuerdo de la Muerte, de la Resurrección y de la Asunción de una Reina.  
Precisamente en el día de la octava de la Fiesta de la Asunción ha sido puesta una Fiesta de SANTA MARÍA VIRGEN, REINA. Esta fue una creación del Papa Pío XII para subrayar claramente la conexión que existe entre tu REALEZA y tu Asunción a los cielos.  
En esta Fiesta se pueden leer unos escritos de la homilías de un Obispo famoso, San Amadeo de Lausana, quien dice: “Observa cuán adecuadamente brilló por toda la tierra, ya antes de la Asunción, el admirable nombre de María y se difundió por todas partes su ilustre fama, antes de que fuera ensalzada su majestad sobre los cielos. Convenía, en efecto, que la Madre Virgen, por el honor debido a su Hijo, REINASE primero en la Tierra y así, penetrara luego gloriosa en el cielo”.  ORACIONES DIRIGIDAS A LA REINA Y MADRE. Hay una cuantas plegarias que se dirigen a Ti, amada María, que te presentan como Reina y Madre. La primera de todas es, sin duda, la llamada en latín “Salve, Regina”. En castellano decimos: “Dios te salve, REINA Y MADRE, DE MISERICORDIA”.  Otra dice: “Dios Todopoderoso, que nos has dado como MADRE y como REINA a la Madre de tu Unigénito, concédenos que, protegidos por su intercesión, alcancemos la gloria de tus hijos en el REINO DE LOS CIELOS”. Amén.