Tu presencia en la bodas

 

Padre Ramón Aguiló sj.

 

Es interesante que te encontremos en una Boda. Para mí ha sido algo totalmente inesperado. Precisamente porque Tú, la Inmaculada, habías ofrecido de jovencita tu virginidad a Dios. Esto nos indica a todos que la virginidad, la castidad perfecta, es algo grande, dignificador, santificador, cuando se busca y se vive para ofrecérsela a Dios o a Jesús de Nazaret. Y muchos hombres, y muchas mujeres, siguen tu ejemplo. Y viven toda su vida sin casarse con nadie. Porque han ofrecido su castidad, como Tú, María, para vivir una vida más divina, más cristiana, y poder trabajar más libremente para el servicio de la difusión del Evangelio y de la Iglesia. 
 
TE VEMOS EN LA BODA DE CANÁ. Caná de Galilea hubiera sido un lugar desconocido para los cristianos, si no hubiera significado el comienzo de la vida pública de Jesús. Y muy especialmente porque en Caná se celebraba una boda de alguna persona amiga de vosotros, de vuestra Sagrada Familia. 
 
Lo cuentan varios evangelistas. El que aporta más pormenores es Juan. Dice en su capítulo 2: “Se celebraba una boda en Caná de Galilea y ESTABA ALLÍ LA MADRE DE JESÚS”. Nos afirma Juan que, al comienzo de los milagros de tu Hijo, Tú estabas presente, como lo estuviste también, cuando se acercaba el trágico final en el Calvario, junto a la Cruz en la que Cristo estaba crucificado.  
Pero a mí y a todos nos parece algo curioso que en aquella Boda, estaba también presente Jesús y algunos de sus discípulos. Como dice Juan “Fue invitado también a la Boda Jesús”.  
La presencia de Jesús y tu presencia, María, nos ha mostrado a toda la humanidad que el matrimonio es algo muy importante. Y nos ha demostrado el sentido HUMANISTA del Salvador y de su Madre. 
 
Otros hubieran respondido a la Invitación a la Boda, con un regalito y unas buenas palabras. Muchos decimos que muchísimas gracias por la invitación. Y, añadimos, la entrega de un paquete, diciéndole al nuevo esposo o esposa: “Te  puedo regalar este vestido, o esta alfombrita para adornar vuestra nueva casa. Que seáis felices”.  
JESÚS HABÍA MENCIONADO LAS BODAS VARIAS VECES. Y con ello nos demostraba la importancia que tenían las bodas en el pueblo de Israel y el lujo con que se celebraban según las posibilidades de los que se casaban y de sus familiares. 
 
San Lucas (Capítulo 14) cuenta lo siguiente: “Sucedió que, habiendo ido (Jesús) en Sábado a casa de uno de los Jefes de los Fariseos para comer, ellos Le estaban observando”. Se encontró Jesús con un enfermo y lo curó. Y era el día Festivo. Los Fariseos le criticaron y Jesús les dio una buena lección de sensibilidad humana. Además Jesús observó que los invitados elegían los primeros puestos. Y les dio a ellos y a todos los seres humanos una interesante lección con una hermosa parábola que improvisó. En ella nos propone la invitación a una Boda. ¿Es que tal vez aquella comida se realizaba a causa de de un Matrimonio? No lo parece. Pero Jesús en la parábola se refiere a las invitaciones para celebrar la fiesta de una boda. Dice la Parábola: “Cuando seas invitado por alguien a una BODA…” Y nos enseña a todos que hemos de buscar siempre para nosotros los últimos puestos en la Tierra. Dios, nuestro Padre, el Juez justo, nos dirá cuál es el nivel que se merece nuestra vida.  
Para Jesús el Matrimonio tiene algo de SAGRADO, de DIVINO. Porque Él nos ha enseñado que el matrimonio es un Sacramento. Y que obliga a los casados, a mantener una fidelidad impecable siempre, a la otra persona. 
 
También la pregunta vino de los Fariseos para poner a prueba al que se presentaba como Mesías. El hecho es relatado por Mateo (Capítulo 19). Le preguntaron: “¿Puede uno repudiar a su mujer por un motivo cualquiera?” La respuesta de Jesús fue tajante. Citó al Libro del Génesis. Y añadió: “Os digo que quien repudia a su mujer –no por fornicación- y se case con otra, COMETE ADULTERIO”.  
Jesús también habló de unas jovencitas que estaban esperando la llegada del Esposo con sus lamparitas. Unas eran inteligentes y otras eran unas tontitas. Pero todas le esperaban con sus lámparas que funcionaban con aceite. Jesús sacó la consecuencia de que todos hemos de estar bien preparados para cuando nos llamen. 
 
NO ME OLVIDO DE LA BODA DE CANÁ. Porque en la fiesta de la boda todos comían y bebían y brindaban por la felicidad de sus amigos. Pero se ACABÓ EL VINO. ¿Qué hacemos? Se preguntó el maestresala. Y Tú, María, observaste cómo se ponía nervioso y no sabía qué hacer para no quedar mal ante tantos invitados. 
 
Entonces has intervenido Tú, María, en algo que puede parecer una banalidad a algunos. Te  dirigiste a Jesús y le dijiste: “No tienen vino”. Jesús parece que no te hace caso. Pero Tú no te inmutas. Y dices a los sirvientes: “Haced lo que Él os diga”  
Y Jesús escuchó tu consejo a los sirvientes. Y cambió el agua de seis tinajas que estaban allí para las purificaciones de los Judíos, en un vino excelente, maravilloso, el mejor que jamás habían probado el maestresala, los sirvientes y los Novios que se habían casado. 
 
MARÍA, NO TE PEDIMOS VINO. TE PEDIMOS MÁS. Nuestras juventudes también deberían tener en cuenta las enseñanzas de Jesús, y Tú deberías interesarte para que sean realmente felices. Muchas de las parejas no se casan por la Iglesia. No creen que el matrimonio sea algo sagrado, un Sacramento. Se juntan, conviven y nada más. Otros se separan, se divorcian, y se vuelven a casar por lo civil. 
 
María, Te pedimos que tu Omnipotencia Suplicante nos conceda unas conciencias profundamente Cristianas. Que todos los cristianos sepan seguir a Jesús, también en la vida matrimonial. Estoy cierto de que nos lo concederás, pero, en muchos casos, no lo conseguirás porque Tú siempre respetas las conciencias de las personas.