Nuestra riqueza

Padre Ramón Aguiló sj.

 

El Papa, Juan Pablo II, ha creado el AÑO DE LA EUCARISTÍA que va desde el mes de Octubre de 2004 hasta el mes de Octubre de 2005. Y para orientar a toda la Iglesia Católica, en este maravilloso plan eucarístico, ha publicado una Carta Apostólica que se llama con sus primeras palabras. MANE NOBISCUM DOMINE, que en Castellano sería QUÉDATE CON NOSOTROS, SEÑOR.

Lo que nos pide el Papa, durante este año, es que renovemos nuestros pensamientos y nuestros sentimientos sobre la presencia real de tu Hijo, Jesús, bajo las formas consagradas de Pan y Vino. Es lo que celebramos cada día en la Santa Misa en todas las iglesias católicas del mundo.

A mí me estremece y me da una alegría inmensa pensar que el Jesús a quien tanto amo, y al que tanto aman todos los fieles y devotos seguidores del Evangelio, está entre nosotros, está en nosotros, y nos da una vida sobrenatural que siempre hemos de respetar y siempre hemos de desarrollar.

La Presencia de Jesús es nuestra verdadera RIQUEZA. Es la única riqueza. Es lo único que nos hace seres superiores. Porque, por nosotros mismos, no somos más que latidos de un corazón cansado, un cuerpo al que hay que alimentar y al que hay que dar un reposo y un sueño de varias horas cada día.

Las primeras palabras que deberíamos siempre recordar durante este año y durante toda nuestra vida, son una súplica a Jesús por parte de los desengañados discípulos que dejaron Jerusalén y se marcharon hacia Emaús, después de haber sido testigos de la Crucifixión en el Calvario, de su tan admirado y tan querido jefe. Después de la conversación que mantuvieron con aquel hombre sabio desconocido al que encontraron en el camino, sintieron un deseo de seguir con Él, cuando iban a despedirse.

Le dijeron: “Quédate con nosotros, Señor, porque atardece y el día va de caída”. Los dos fugitivos habían experimentado que su corazón “ardía” durante aquel intercambio de ideas con aquel señor desconocido.

Este hecho que narra el Evangelio según San Lucas (capítulo 24) nos ayudará a vivir con felicidad la presencia real de Jesús con nosotros. Los seres humanos sufren cada día a causa de dudas, inquietudes, muertes violentas, divisiones fanáticas, y muchos otros sucesos terribles que conocemos todos a través de los medios de comunicación. La presencia de Jesús nos ayuda a superar esta avalancha de maldades, este huracán violento que nos quiere destrozar, sumergir y ahogar. Cuando todo parece sacudido por un terremoto espiritual, Jesús nos acompaña y nos da las energías suficientes para dominarlo y pacificarlo y llenarlo de flores, de sonrisas y de bondades.

María, Madre de Jesús, Tú nos has regalado esta realidad, este Ser que nos da fuerzas y serenidad, como si fuera el gran Tesoro con el que se superan todas las cosas adversas. Y es así Jesucristo es la gran Riqueza de la Humanidad.

¿Qué sería el mundo sin Jesús? ¿Qué sería nuestra vida personal sin este Ser maravilloso que nos da fuerzas y alegrías? ¿Qué sería el Universo sin Él?

Si Jesús no hubiera existido, nuestra humanidad no sería humanidad. Sería como una gran jaula de violentas fieras que se hieren o se matan o se comen unas a otras.

Y Tú, María, has sido y sigues siendo la gran Madre de Jesús y de todos nosotros. Por esto siempre que veo una imagen tuya, con el Niño Jesús en tus brazos, siento el impulso de darte las más ricas gracias por todo lo que por nosotros realizas. Tus imágenes Te representan como Reina, y llevan una corona, que puede ser de oro o plata o cubierta de brillantes, diamantes o perlas preciosas. También la imagen del pequeño Jesús llevan los mismos símbolos de la realeza.

Todo esto me hace soñar y aplaudirte. Y decirte con todo el corazón: “OH SEÑORA MÍA, OH MADRE MÍA, OH REINA DE LA HUMANIDAD. A TI TE CONSAGRO TODA MI VIDA, MIS OJOS, MIS OÍDOS, MI LENGUA, MI CORAZÓN. EN UNA PALABRA TODO MI SER”

Son muchas las invocaciones que nos recuerdan que Tú fuiste y eres la gran donante de esta gran Riqueza de Jesús. Tú eres Rica. Y nos regalas siempre tu Riqueza. Gracias, María.

En las Letanías que rezamos en el Santo Rosario, nos encontramos con unas breves fórmulas que son la síntesis de tu Personalidad. Por ejemplo, SANTA MADRE DE DIOS, REINA DEL CIELO, MADRE DEL CREADOR, MADRE DEL SALVADOR, MADRE DEL REDENTOR. Hay muchas más. El pensamiento de todas ellas es el de expresar tu grandeza espiritual y tu generosidad para aceptar los sufrimientos que arrastraría el hecho de SER LA ELEGIDA DE DIOS PARA TRANSFIGURAR LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD.

Cuando Te veo, María, sosteniendo el cadáver de Jesús, al pie de la Cruz, en el Calvario, pienso que les estás susurrando a los que Te miramos, con tus lágrimas en los ojos, que Jesús es el gran don que Tú les entregas. El don más valioso es todo entero para nosotros.