Un mundo sacudido

Padre Ramón Aguiló sj.

Madre querida, María, Dolorosa, la de las dulces lágrimas en los ojos, nosotros pensamos en Ti, cuando contemplamos, con miedo, lo que sucede en nuestro mundo agitado, durante estos días. Parece como si el terror estuviera esparcido por nuestras tierras y montañas.  

TERRORES TERRENOS. Nos dicen que en varios países del Este han aparecido los monstruos de los terremotos y de los maremotos. Estas tristes realidades han llenado de angustia los corazones de todos. Y muchos han llorado intensamente porque han visto cómo, en pocos segundos, varios de sus familias y muchos de su patria habían sido aplastados y muertos, o engullidos por las olas agitadas y gigantescas, hasta de ocho metros de altura.  

Se nos dice que han sido varios millares los desaparecidos y los muertos.  

En varias naciones occidentales se han manifestado los gravísimos e intensísimos descensos de las temperaturas. Son varias las zonas que están en niveles bajo CERO. Y como consecuencia, la vida queda entristecida, y los accidentes de tráfico son más numerosos y más numerosos también los muertos.  

María, yo te envío este E-MAIL con el corazón cubierto de tristeza. Porque los que sufren todo esto que Te he narrado son hermanos míos, son hermanos de todos nosotros.  

OTRAS TRISTEZAS. Pero, María, para los que queremos ser buenos cristianos, los que hemos decidido seguir en todo a tu Hijo, Jesús, experimentamos, además de las que te he explicado más arriba, otras tristezas.  

Te voy a repetir lo que Tú ya sabes. Pero cuando me dirijo a Ti, Madre, y hablo contigo, me siento librado de un peso que a veces me resulta insoportable.  

En primer lugar yo quisiera recordar lo que está sucediendo en las familias humanas, formadas por hombres y mujeres, niños y niñas, que probablemente han sido bautizadas por los Ministros de la Iglesia.  

Las familias experimentan unas realidades sociales que se parecen a los terremotos terrenos.  

Los esposos no se comprenden, discuten, se separan, se divorcian, traicionan a su cónyuge. Los hijos y las hijas quieren seguir sus propios caminos, libremente, sin tener en cuenta la obediencia que deben a sus progenitores. Están el mayor tiempo posible lejos de su hogar. Realizan lo que les da la gana. Hasta llegan a convivir con otro u otra joven, realizando los actos como si estuvieran casados.  

Como ves, la FAMILIA, está en crisis. La FAMILIA es sacudida por unas formas de oleaje humano, o mejor, inhumano. Como si un terremoto constante y repetido, estuviera derrumbando aquella hermosa realidad de lo que fueron nuestras familias, hace unos pocos años.  

LA GRAN TRISTEZA. No es solamente la familia lo que parece hundirse. Nosotros vivimos en un mundo social, en una realidad de convivencia, que parece también encontrarse en estado de emergencia.  

Me refiero a los matrimonios civiles, a los matrimonios homosexuales, a las uniones de hecho, a las estructuras ateas, que parecen  enarbolar la Bandera de la lucha acérrima, devastadora, contra las Religiones.  Parece ser que algunos están queriendo y forjando unas patrias sin Dios, sin Fe, sin Esperanzas, sin una Existencia Ultraterrena.  

Todo esto para los que pensamos como Tú quieres, María, como nos comunicó Tu HIJO JESÚS, es algo de nos sacude todos los días. Y nos hace sufrir. Y nos hace llorar en el silencio de nuestra conciencia interior.  

NUESTRA ORACIÓN. Yo quisiera terminar este E-MAIL con una súplica, María, que me brota de mi interior aterrorizado. Y me parece que otros muchos experimentan el mismo sentimiento en estos momentos de la Historia.  

Nosotros quisiéramos pedirte, Madre, que las familias de la actualidad mundial, por lo menos las del mundo Cristiano, se dediquen más intensamente a vivir como buenos seguidores de Jesús de Nazaret, nuestro Jefe.  

Hay una oración que se podría decir todas las mañanas, cuando nos despertamos del sueño y miramos las estrellas, las ciudades, las montañas y el mar.  

Dice así: “OH SEÑORA MIA, OH MADRE MIA, YO ME ENTREGO DEL TODO A TI. Y, EN PRUEBA DE MI FIFIAL AFECTO, OS CONSAGRO EN ESTE DÍA, MIS OJOS, MIS OÍDOS, MI LENGUA,  MI CORAZÓN. EN UNA PALABRA TODO MI SER. YA QUE SOY TODO VUESTRO, OH MADRE DE BONDAD, GUARDADME Y DEFENDEDME COMO COSA Y POSESIÓN VUESTRA”. Así sea. Así sea. Así sea. Amén.