Jesús te nombró Madre

Padre Ramón Aguiló sj.

Hay sucesos en la vida de Jesús, tu Hijo, María, que nos emocionan muy profundamente. Y nos llegan a hacer pensar en muchos aspectos totalmente nuevos e insólitos de lo que es el Cristianismo. 

Hay gestos y palabras de Jesús, que parecen secundarios, que se presentan como de poca relevancia, y, sin embargo, atentamente leídos y bien meditados, nos producen una PROFUNDA CONMOCIÓN.

Uno de estos es el siguiente.

JUNTO A LA CRUZ. Seguramente Tú, María, recordabas aquel terrible Día de la marcha de Jesús con la Cruz a cuestas, por el camino que llevaba al Calvario, acompañado por dos delincuentes, con una profunda y maternal conmoción. Aquel que había sido juzgado y condenado como un Delincuente merecedor de la muerte violenta, era tu Hijo, Jesús.

Tú Le seguías, seguías sus pasos, veías las manchas de sangre que Él dejaba sobre las piedras y los polvos del camino. Tú no gritabas. Ni llorabas estrepitosamente. Pero sufrías como una mamá que ama intensamente a su hijo, como una MAMÁ DEL HIJO DE DIOS HECHO HOMBRE.

Pero cerca de Ti caminaba un joven intrépido, uno de los Apóstoles más jóvenes en edad, el Apóstol que, tal vez por su aspecto juvenil, se decía el preferido de Jesús. Era JUAN, EL HIJO DEL ZEBEDEO, EL HERMANO DE SANTIAGO.

Jesús llegó al Calvario y fue crucificado. Sufría mucho. Tú estabas cerca de Él. No decías nada. Tal vez Juan, el Apóstol, hizo algún comentario doloroso. 

Poco a poco, os fuisteis acercando a la Cruz donde sufría terriblemente Jesús. Y Él os miraba. Y Él veía a su Madre allí llorando silenciosamente, y veía al Apóstol Juan, al que tanto amaba, al más jovencito de los doce que Él había escogido.

Y Jesús no quería que Te quedaras sola. Y entonces pronunció una PALABRAS, QUE NOS CONMUEVEN TAMBIÉN A TODOS.

Lo narra el Evangelista y Apóstol, Juan, el Hijo del Zebedeo (Capítulo 19). Dice así: “Junto a la cruz de Jesús estaban su MADRE, y la hermana de su Madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su Madre y junto a ella el discípulo a quien amaba, dice a su Madre: MUJER, AHÍ TIENES A TU HIJO. Luego dice al Discípulo: AHÍ TIENES A TU MADRE. Y desde aquella hora EL DISCÍPULO LA ACOGIÓ EN SU CASA”

Todo esto sucedía poco antes de que Jesús muriera. Era como una parte importante de su TESTAMENTO. Juan prosigue: “Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura dice: TENGO SED. Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo, una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca. Cuando Jesús tomó el vinagre dijo: TODO ESTÁ CUMPLIDO. E INCLINANDO LA CABEZA ENTREGÓ EL ESPÍRITU”

ACTUASTE SIEMPRE COMO UNA MADRE. María, no fue solamente al pié de la Cruz que experimentaste la emoción de ser Madre de una persona importante, como era Juan el Evangelista. En otras ocasiones, también actuaste como una verdadera Madre.

Podríamos recordar muchos casos. Pero yo voy a fijarme en los siguientes. En la boda de Caná, Tú, María, eras una de los invitados y de las invitadas importantes. También estaba allí, Jesús y algunos de sus Discípulos.

Es el mismo Juan el que subraya tu actuación maternal en su Evangelio (Capítulo 2). A mi me impresiona muchísimo que Jesús, tu Hijo, siempre tan espiritual, y Tú, siempre tan apartada de todo lo mundano, estuvierais allí para alegrar a los que se casaban. Y sencillamente, sin actuar de forma aparatosa, espectacular, Tú caíste en la cuenta de que faltaba vino. Y se lo dijiste a Jesús. 

Mira cómo lo narra Juan: “Se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la Madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, LE DICE A JESÚS SU MADRE: NO TIENEN VINO. Jesús le responde: ¿Qué a Ti y a Mí, mujer?. Todavía no ha llegado mi hora. DICE SU MADRE A LOS SIRVIENTES: HACED LO QUE ÉL OS DIGA”. Y poco después, Jesús realizaba uno de sus primeros Milagros. Convirtió el agua de las tinajas para las purificaciones de los judíos, en un vino buenísimo, que dejó encantado, maravillado, estupefacto al maestresala. Todos pudieron beber y brindar con el mejor de los vinos que habían degustado en toda su vida. Aquel milagro de Jesús fue realizado, gracias a tu oportuna intervención. Fue como una INTERCESIÓN MATERNAL.

JUAN FUE EL GRAN HUMANISTA. Todo lo que tu corazón amoroso me inspira, Madre, ha sido recogido por el Juan que, en algún momento, quiso actuar como un hombre violento, y recibió una reprimenda de Jesús. 

Pero este Juan también tenía un gran corazón. Y varias veces hace mención de sucesos que Te presentan a Ti, María, como la encarnación de un humanismo cristiano y de una VISIÓN ECLESIAL muy intensa y solidaria. Tú eres Madre de toda la Iglesia. Estuviste con los Apóstoles el día de Pentecostés, cuando bajó sobre ellos y todos vosotros el ESPÍRITU SANTO, el Paráclito, el Abogado, el Portador de la Verdad, en forma de llamaradas de fuego y de un viento movedizo. Tú eres Madre de la Iglesia. Me parece que el día de PENTECOSTÉS FUE EL VENTUROSO DÍA DEL NACIMIENTO DE LA IGLESIA CONQUISTADORA Y TRANSFORMADORA DE LA HUMANIDAD.

En el día de la Fiesta de San Juan Apóstol y Evangelista (27 de Diciembre) la iglesia en todas partes, canta una poesía muy hermosa, que ahora transcribo en parte:

“Tú que revelaste a Juan / tus misterios más secretos / y los altos vericuetos / que mis ojos no verán, / haz que yo logre entender / cuanto Juan nos ha contado. / Déjame, Señor, poner / mi cabeza en tu costado”

“Tú que en el monte Calvario / ENTRE SUS MANOS DEJASTE / EL MÁS SANTO RELICARIO: / LA CARNE DONDE HABITASTE; / TÚ QUE LE DEJASTE SER / EL HIJO BIENADOPTADO / DÉJAME, SEÑOR, PONER / MI CABEZA EN TU COSTADO”

María, Madre mía, no me dejes. Ayúdame. Como lo hiciste con aquellos de la Boda de Caná, como lo sigues haciendo con los católicos Cristianos de todas las naciones y de todos los siglos.