Ayudas a los pecadores

Padre Ramón Aguiló sj.

Querida Madre, María. Tú eres una personalidad ejemplar en todo. Tú fuiste y eres siempre y seguirás siendo INMACULLADA, sin MANCHA MORAL. Y por ello estás en todas las iglesias, pequeños o grandes, de la Cristiandad, con unos ojos llenos de dulzura, unas manos unidas como las ponen los que están orando y todo el rostro sereno que parece irradiar luz, amor, paz.

Yo estoy escribiendo este E-MAIL, teniendo ante mis ojos una preciosa figura del gran Artista de la Ciudad de Florencia (Italia), el famoso Guirlandaio.

Esta imagen es solamente una pequeña parte de un gran conjunto que quiere representar la Adoración del Niño Jesús, por los Pastores, que se encontraban en las cercanías de Belén en la noche del Nacimiento del Hijo de Dios. Pero me ha impresionado profundamente. Tu Figura, María, solamente puede expresar Amor. Nunca rechazo de la persona humana.

Tú, María, atiendes a los Pastores sin exigirles ninguna prueba de su bondad. Tú también recibes a los Magos venidos del Oriente para mostrar su admiración y su respeto a un recién Nacido que será famoso. Lo han sabido leer en la aparición de una Estrella en el cielo.

¿Qué nos dice todo esto? Me parece que todo esto quiere demostrarnos y nos demuestra que la INMACULADA, la SIN PECADO, ama y ayuda a los que somos PECADORES. La SANTIDAD NO ES QUIERE CONDENAR A LOS PECADORES.

NOS LO ENSEÑÓ JESÚS. Tu Hijo, Jesús, mostró siempre una gran bondad ante aquellos que otros consideraban pecadores. Como eran los Fariseos y los Saduceos.

Hay una página preciosa en el Evangelio de San Juan (Capítulo 3) en la que se describe largamente una entrevista nocturna de Jesús con un famoso Fariseo, llamado Nicodemo. Éste quiso hablar con Jesús y demostrarle su admiración, pero era algo cobarde y tenía miedo a sus compañeros magistrados de Israel, que no respetaban a Jesús, sino que querían eliminarlo.

La entrevista sirvió a Jesús para comunicarle a aquel hombre, cuya vida privada nos es desconocida, unas interesantísimas verdades sobre el por qué de su venida al mundo, que ahora todos podemos leer y analizar para fortalecer nuestra fe.

Jesús le dijo, en aquella larga entrevista, a Nicodemo, lo siguiente: “DIOS NO HA ENVIADO A SU HIJO AL MUNDO PARA JUZGAR AL MUNDO, SINO PARA QUE EL MUNDO SE SALVE POR ÉL”.

Siguiendo la lectura de Juan (ahora Capítulo 4), nos encontramos con el diálogo inesperado de Jesús con una mujer Samaritana, cuya vida no era precisamente ejemplar. 

Dice así el texto: “Llega, pues, Jesús, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca de la heredad que Jacob dio a su hijo José. Allí estaba el pozo de Jacob.

Jesús, como se había fatigado del camino, estaba sentado junto al pozo. Era alrededor de la hora del mediodía. Llega una mujer de Samaria a sacar agua. Jesús le dice: ´ Dame de beber `. Pues sus discípulos se habían ido a la ciudad a comprar comida”.

Todo normal. Pero no se verá tanta normalidad cuando se descubre que aquella mujer Samaritana era lo que nosotros llamamos una PECADORA. Sigue el Evangelio: “Jesús le dice ´ Vete, llama a tu marido, y vuelve acá ` Respondió la mujer: ´ No tengo marido `. Jesús le dice: ´ Bien has dicho que no tienes marido, porque has tenido cinco maridos, y el que ahora tienes no es marido tuyo; en eso has dicho la verdad `. 

Y Jesucristo, solo y dialogando con aquella mujer adúltera, le descubre unas cuantas verdades fundamentales de su MENSAJE DIVINO. Le dijo: DIOS ES ESPÍRITU Y LOS QUE LO ADORAN DEBEN ADORAR EN ESPÍRITU Y EN VERDAD.

Así se portaba Jesús, el Santo Hijo de Dios, con los pecadores. Y Tú, Madre, le imitaste. Fuiste siempre y siguen siendo REFUGIO DE LOS PECADORES. Tú quieres que se salven. Tú quieres que todos nos salvemos.

TENGAMOS CONFIANZA EN MARÍA. En la Historia de la Iglesia, desde su inicio en Jerusalén, Te vemos a Ti, María, siempre tranquila, a pesar de los problemas internos y externos con los que se encontraba.

Tú recuerdas aquellos días después de la muerte, de la resurrección y la ascensión a los cielos de tu Hijo, Jesús. Todo era una gran esperanza, porque Él Te había cautivado con su personalidad y su deseo de salvar al mundo. Pero, antes y después de Pentecostés, la Iglesia sufría. Había gentes buenas, fuertes, valientes, pero también las hubo que se alejaban de Jesús, por diferentes causas. Y Tú siempre confiabas, esperabas, orabas por todos.

Y esto también ha ido sucediendo a través de los siglos. Tú siempre Te has presentado como ABOGADA DE LOS PECADORES, como una VOZ QUE CLAMA DULCEMENTE: NO ABANDONÉIS A JESÚS, REGRESAD A ÉL, ÉL QUIERE SALVAROS.

Esto se ha demostrado en los diferentes Santuarios en los que se veneran famosas imágenes de tu Persona. Todos ellos se convierten en un atractivo lugar de conversión, de arrepentimiento de los propios pecados, de sinceros y fervientes propósitos de la enmienda moral. Sería muy largo recordar algo de estos sitios santificados y santificadores. Tendríamos que recorrer la historia de la humanidad y visitar todos los países. Un Santuario famoso sin duda sería el de Fátima, en que se recuerda que Tú Te apareciste a unas chicas sencillas para suplicar que el mundo cometiera menos pecados, ofendiera menos a Dios.

También una muestra de tu preocupación por los que ofenden a Dios se puede encontrar en las numerosas devociones marianas: El Escapulario de la Virgen del Carmen, las Medallas de la diferentes Congregaciones Marianas, etc.

UNA ORACIÓN FAMOSA. Todos los que procuramos vivir intensamente el evangelio de Jesús, llevamos una pequeña medalla colgando de nuestro cuello, juntamente con una crucecita brillante. Así nos confesamos católicos ante los demás, sin darnos cuenta. Y muchos de nosotros vamos repitiendo una Oración Maravillosa que subraya tu acción Salvadora, tu Decidido empeño de ayudar a los pecadores para que no se hundan en el abismo de la condenación. Es la Salve.

Dice así: “Dios te salve, Reina y MADRE DE MISERICORDIA, VIDA, DULZURA Y ESPERANZA NUESTRA. Dios Te salve.

A Ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. 

Ea, pues, Señora ABOGADA NUESTRA, vuelve a nosotros esos tus ojos MISERICORDIOSOS, y después de este destierro, MUÉSTRANOS A JESÚS, FRUTO BENDIDO DE TU VIENTRE. ¡OH CLEMENTÍSIMA, OH PIADOSA, OH DULCE VIRGEN MARÍA”.

Los que están con Cristo de veras y Te aman, María, poseen la garantía segura de su Salvación Eterna. Tú los dirigirás con tu amor por el Camino del Bien. Gracias, MADRE TMBIÉN DE LOS PECADORES.