Te recordamos con amor
Padre Ramón Aguiló sj.
Durante
estos días, María, varios sucesos nos han llevado a recordarte de
una forma muy especial, porque han intervenido ocasionalmente el
Papa Juan Pablo II, que está enfermo, y un suceso que puede parecer
triste.
Además
el Breviario Romano nos ha ofrecido una hermosa versión de tus
apariciones en Lourdes de Francia.
El
Papa, el Breviario, la Realidad nos han llevado de la mano ante tu
imagen que indica siempre y en todas partes, tu PRESENCIA
PROTECTORA. Así todos nos sentimos felices al recordarte, porque Te
amamos con todo el corazón, y nos dirigimos a Ti en nuestras
plegarias de cada día.
FÁTIMA Y TU MENSAJE. En un día festivo, domingo,
del mes de Febrero, nuestro querido Papa nos recordó a todos
que Tú, María, Te apareciste a tres pastorcitos portugueses en una
Cueva cercana al
sencillo pueblo de Fátima.
Todos
nos preguntamos “¿Por qué el Papa actuó así?”
Y
la respuesta fue que en aquella fecha había fallecido la tercera
muchacha de las famosas apariciones, Sor Lucía de Jesús de los
Santos. Y esta famosa muchacha, que se había convertido en
religiosa y había vivido una vida larga (porque murió a los 97 años),
era la única que conservaba la existencia y los secretos que Tú le
habías revelado. Sus primos, también testigos de las apariciones,
ya hacía tiempo que habían desaparecido de esta tierra y habían
sido beatificados por el Papa, en el año 2000 ante 700 mil
personas. Así Francisco y Jacinta se volvieron famosos.
Lo
que Tú, María, habías comunicado a los pastorcitos era un Mensaje
de Salvación: que resumiste en unas pocas palabras: QUE TODOS
PROCUREMOS Y NOS ESFORCEMOS POR NO PECAR. DEBERÍAMOS EVITAR SIEMPRE
OFENDER A DIOS.
Además
habías comunicado a los tres pastorcitos tres SECRETOS, que se
fueron conociendo a través de los años. Como te dije, Lucía se
consagró a Jesús, haciéndose Religiosa. Y escribió varios
libros: “Memorias” y “Llamadas del Mensaje de Fátima”.
EL BREVIARIO NOS RECORDABA OTRA APARICIÓN. Lo
pude leer y experimenté una gran alegría, el día 11 de Febrero
cuando toda la Iglesia celebraba la Fiesta de Nuestra Señora
de Lourdes. La narración era de la misma vidente, Bernardette
Soubirous.
Esta
muchacha francesa dio origen a un Santuario, que acrecentó la fe y
la bondad de muchos seguidores de Cristo, y muy especialmente a los
enfermos. Un Santuario al cual acuden millares de personas cada día.
Está situado sobre unas montañas rocosas de los Pirineos. Es muy
bello. Y desde él se contempla una vida, un conjunto encantador.
Ella,
Bernardette, que era analfabeta, e hija de unos padres pobrísimos,
escribió, después de las apariciones, una Carta a un Sacerdote en
la que le explicaba sus experiencias religiosas. Dice así:
“Cierto día fui a la orilla del río GAVE a recoger leña con
otras dos niñas. Enseguida oí como un ruido. Miré a la pradera,
pero los árboles no se movían. Alcé entonces la cabeza hacia la
gruta y ví a una MUJER VESTIDA DE BLANCO CON UN CINTURÓN AZUL
CELESTE Y SOBRE CADA UNO DE SUS PIES UNA ROSA AMARILLA, DEL MISMO
COLOR QUE LAS CUENTAS DE UN ROSARIO…”
La
Señora rezaba el ROSARIO –añade Bernardette-
y entonces ella también lo fue rezando. Cuando lo terminaron
de rezar, la Señora desapareció. Tú, María, le dijiste que
regresara allá durante quince días. Y así lo hizo. También Tú
le pediste que hablara con los sacerdotes para que construyeran allí
una Capilla y que bebiera agua de una fuente que se creó en aquel
lugar.
La
narración de la Carta de Bernardette termina así: “LE PREGUNTÉ
VARIAS VECES QUIÉN ERA, A LO QUE ME RESPONDIA CON UNA LEVE SONRISA.
POR FIN, LEVANTANDO LOS BRAZOS Y LOS OJOS AL CIELO, ME DIJO: YO SOY
LA INMACULADA CONCEPCIÓN”
Ya
ves, María, cómo Tú, sencillamente, maternalmente, a través de
una Pastorcita que se afirmaba analfabeta y pobre, pusiste en marcha
la existencia de un gran Santuario, al que van peregrinos para
aumentar su amor y su fidelidad a Dios, y también muchísimos
enfermos que desean la curación de sus sufrimientos corporales y psíquicos.
Gracias,
María, por todo lo que sigues realizando a favor de un mundo que
lucha por mantener su fe, a pesar del materialismo vigente.
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