Reina de la Paz

Padre Ramón Aguiló sj.

 

Querida Madre, María, durante estos días de los comienzos del siglo XXI los seres humanos de prácticamente todas las Naciones y Pueblos, de todas las Razas, de todas las Religiones, estamos sufriendo mucho.

Y la causa de tanto sufrimiento es el odio que parece que se ha desencadenado, como si fuera un fuego voraz, sobre todo el planeta.

Odio entre las Naciones, porque los nacionalismos se han exacerbado. Odio entre las diferentes razas, pero, lo que más hace sufrir a los que queremos seguir a tu Hijo, Jesús, aceptando lo que su gran Personalidad nos comunicó, son los odios que se están produciendo entre los que siguen diferentes creencias.

Jesús practicó siempre el AMOR. Jesús habló siempre del AMOR entre todos, aunque se consideraran enemigos nuestros.

Recordamos sus enseñanzas con mucha frecuencia, porque los buenos cristianos las llevamos en nuestro interior, en nuestra alma, en nuestro corazón, en nuestras obras. 

Quisiera recordar, Madre, algunas de estas enseñanzas: AMAOS UNOS A OTROS, COMO YO OS HE AMADO. AMAD A VUESTROS ENEMIGOS. NO JUZGUÉIS Y NO SERÉIS JUZGADOS. NO CONDENÉIS Y NO SERÉIS CONDENADOS.

También recordamos sus gestos de bondad y de amor. Atendió a una mujer Samaritana, a la que comunicó grandes misterios, después de decirle que no estaba casada correctamente. Escuchó pacientemente a los fariseos escandalizados porque una mujer era una mujer que había cometido el gran pecado del adulterio. Y la querían matar, apedreándola. Jesús escuchaba tranquilamente. Después se puso a jugar con la tierra que cubría el suelo, y dijo: EL QUE ESTÉ LIBRE DE PECADO, QUE TIRE LA PRIMERA PIEDRA.

Y hay otros muchos casos parecidos.

Todo esto ha surgido en nuestros sentimientos, cuando los informativos de las Radios y de las Televisiones, han anunciado solemnemente que el IRA (Ejército Republicano Irlandés) había ordenado a sus seguidores no usar las armas, sino los métodos políticos democráticos y pacíficos. 

Esto resulta más maravilloso, si recordamos que el IRA, organizado hace 30 años, había sido la circunstancia inexplicable de que hayan fallecido violentamente unas 3.600 personas. Aquello fue una lucha entre diferentes nacionalismos y, muy especialmente, entre diferentes posturas religiosas (p. e. protestantes y católicos). 

En muchos de los que queremos ser buenos cristianos, has aparecido Tú, María, como REINA DE LA PAZ. Todos podemos recordar que Tú quieres la Paz, cuando rezamos el Santo Rosario, con sus maravillosas Letanías. Otros, al ver tus hermosas imágenes, Te vemos alegre, tranquila, amorosa. Como quien nos escucha a todos, aunque seamos grandes pecadores. Algunos lo primero que contemplan cada día es una enorme imagen tuya que se yergue sobre una montaña, a la que dan el nombre de NUESTRA SEÑORA DE LA PAZ. Y lo último que ven, es la misma imagen iluminada por unos focos potentes que hacen posible su visión durante toda la noche.

También toda la Iglesia, extendida por todo el mundo, y, muy especialmente el Papa actual, Benedicto XVI, te tiene presente en todas las circunstancias, aun las más graves, las que más nos hacen sufrir.

Algunos casos concretos: Tú, María, sabes que, por desgracia y por el afán nacionalista de los pueblos, han aparecido, lo que los católicos llamamos Iglesias separadas, sectas, o grupos que piensan en ideas diferentes a las nuestras. Así las Iglesias Orientales, cuando el Imperio Romano se rompió. Más tarde fueron apareciendo, por diferentes causas, los Anglicanos, los Luteranos. Y otros grupos.

Los Papas de los últimos tiempos, y muy especialmente, el Papa actual, nos han exhortado a buscar siempre pacíficamente, la Unidad de todos, porque todos hemos de amarnos, porque todos hemos de vivir la Esperanza que Jesús nos enseñó.

La Virgen de Fátima, la de Lourdes, la de Guadalupe, la del Pilar de Zaragoza y otras, nos llaman a todos cada día, a todas horas, a que vivamos como Jesús nos quiere. Que siempre vivamos en paz, el gran amor hacia todos, la que podríamos llamar la profunda SOLIDARIDAD HUMANA.

Termino, María, con esta hermosa y profunda oración, que muchos y muchas recitan cada día:

Dios te Salve, Reina y Madre de Misericordia,
Vida, Dulzura y Esperanza nuestra,
Dios Te salve
A Ti llamamos los desterrados, hijos de Eva,
A Ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, Abogada nuestra, vuelve a nosotros,
Esos tus OJOS MISERICORDIOSOS.
Y
Después de este destierro, muéstranos a Jesús, Fruto Bendito de tu Vientre.
Oh Clementísima, Oh Piadosa, Oh Dulce,
SIEMPRE VIRGEN, MARÍA.
ASÍ SEA.