La Santísima Virgen María y el Antiguo Testamento

Camilo Valverde Mudarra 

 

Encontramos, en el A. T., tres textos que hacen referencia a la mujer, la Santísima Virgen: Uno, la mujer, la descendencia de Eva traerá la Redención: Gn 3,15; otro, la virgen está encinta: Is 7,14; y el tercero, la mujer, dará a luz al que ha de reinar en Israel: Is 7.14; Miq 5,l-4.

A-. LA DESCENDENCIA DE EVA: 

"Pongo perpetua enemistad entre ti y la mujer, entre su descendencia y la tuya, esta te aplastará la cabeza y tú le morderás a ella el calcañal" (Gn 3,15).

Los estudiosos han denominado estas palabras del Génesis con el nombre de "Protoevangelio'". Es este un texto profético y simbólico, en que la enemistad señalada por Yahvé es de orden moral. La serpiente representa a un ser racional, el demonio, que adopta la imagen del reptil. El linaje de la mujer prefigura el género humano, la humanidad y la de la repugnante serpiente, el ejército demoníaco. En sentido literal, histórico, la mujer es Eva; y, en el sentido pleno, espiritual y simbólico, es María. 

El término mujer no puede ser aplicado sólo María en sentido literal, estricto, puesto que una palabra en el mismo contexto ha de interpretarse en el mismo sentido, a no ser que haya razones evidentes en contra. Digamos que en todo el cap. 3 del Génesis la palabra "mujer" se refiere siempre a Eva. Por tanto, también en 3,15 ha de entenderse referido a Eva. De tal mujer de Gn 3,15, la palabra de Dios expresa tres ideas: a) Existirán enemistades entre Eva y la serpiente; b) Habrá enemistades entre la descendencia de la mujer y la descendencia de la serpiente; como también las tendrán el género humano y la caterva de demonios. c) Saldrá victoriosa el linaje de Eva sobre la serpiente. Este linaje es toda la humanidad en sentido literal, como también, de modo eminente, lo es Jesucristo que, con su sacrificio en la cruz, derrota los poderes demoníacos, la fuerza del mal.

No existe, en la Biblia, ningún pasaje que interprete el protoevangelio en sentido mesiánico y mariológico. Por el contrario, tal interpretación se encuentra en los Santos Padres y en la Tradición, como lo señala la bula "ineffabilis" de Pío IX que afirma: "Los Padres y escritores de la Iglesia, al explicar las palabras 'pondré, enemistades entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya', enseñan que en esta profecía se indicaba a Jesucristo, Redentor del género humano, y se designaba a su madre la Virgen María". Habría que pensar en una verdad de fe, en la que los Santos Padres representan la tradición como fuente legítima de la verdad revelada.

Se debe apreciar el linaje de Eva desde un doble punto de vista: el concepto de enemistad implica toda la humanidad; y la idea de la victoria definitiva, que será perfecta y absoluta; en esta perspectiva no puede entrañar toda la comunidad humana, puesto que ningún hombre llega a ganar ese triunfo total a las fuerzas del demonio. Solamente la obtienen Cristo y María Santísima. Él, por virtud propia y ella, por pura gracia, por puro privilegio; por esto, la descendencia de Eva es, en sentido literal y estricto, Jesucristo, pero en cuanto hombre y, en consecuencia, el Vencedor, por la Virgen María que, a causa de ser la madre de los descendientes victoriosos, pertenece también y está presente en el protoevangelio en sentido literal implícito o pleno. Entre Jesucristo y María hay un lazo de unión íntima, tanto en la batalla entablada, como en el triunfo obtenido.



B-. LA VIRGEN ESTÁ ENCINTA: 


"Ya la virgen está encinta y da a luz, un niño al que pone el nombre de Emmanuel" (Is 7,14)

Al comprobar, Ajaz, rey de Judá, que Pecaj, rey de Israel y Rasín, rey de Siria, se han coaligado contra él, vuelve sus ojos en busca de ayuda hacia el rey de Asiria. Isías le asegura que deponga el miedo, porque esa coalición no vencerá, no logrará nada contra él, pues el rey de Judá, cuya capital es Jerusalén, la ciudad de Yahvé que es inexpugnable, será invencible. Pecaj y Rasín que se apoyan en sus efectivos humanos, son simplemente "dos tizones humeantes" (7, 4), que se están ya apagando y que sólo sirven para humear y crear alarma, pero no fuego abrasador que destruye. Los dos serán arruinados por las fuerzas asirias. Ajaz, por el contrario, tiene el poder omnímodo de Yahvé, en las manos del cual ha de poner su esperanza, porque "sin fe, no podréis sobrevivir" (7,9). En prueba de su palabra, Isaías le propone a Ajaz elegir un "signo", en la hondura de los abismos o allá arriba en las alburas de los cielos (9,11 ), la resurrección de un muerto o la irrupción de un imprevisible fenómeno atmosférico El rey desdeña la señal ofrecida, Isaías indignado abandona al rey y con aire solemne y amenazante torna su rostro a la casa de David, a todo el pueblo, diciendo:
Escuchad, pues, casa de David. ¿Os parece poco cansar a los hombres que queréis también cansar a Dios? El Señor mismo os dará una señal. Mirad, la Virgen encinta da a luz un hijo al que pondrá el nombre de Ennmanuel" ( 7,14).

El signo propuesto por el profeta y despreciado por el rey, procedía de la gracia y favor divinos, mientras que la señal, que viene ahora, es de castigo y de salvación. El niño, que nacerá, se alimentará de "cuajada y de miel" hasta que alcance el uso de razón (7,15), porque, antes de que llegue a ese estado de razón, la nación será devastada (7,16), las tierras se verán valdías por efecto de la contienda, sólo crecerán zarzas y espinos; la única comida disponible será la de 1os nómadas del desierto, cuajada y miel silvestre. El país será asolado por los asirios, en los que el rey Ajaz se había apoyado. Es esta profecía que luego interpreta San Mateo en sentido mesiánico y mariológico, como hicieron los Santos Padres y los escritores eclesiásticos, que sustentaron su argumento en este texto del primer evangelista, que dice: 

"Todo esto pasó para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el profeta: 'La virgen concebirá y dará a luz un hijo al que pondrá el nombre de Ennmanuel" (Mt 1,22-23).



a) Por el sentido mesiánico: 


Por el hecho de que se le dé el nombre de "Emmanuel" -Dios con nosotros- no es posible deducir que se trate del Mesías. Es algo que sólo se desprende de todos los rasgos estructurales comprendidos en el texto del "libro del Emmanuel" (Is 7-11). Este niño será el que ha de salvar a Israel (8,9-16), luz que ilumina al pueblo en tinieblas (9,1), su futura alegría y esperanza (9,2), cualidades que sólo son aplicables al Mesías:

"Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; sobre sus hombros el imperio y su nombre será: Consejero admirable, Dios fuerte, padre eterno, príncipe de la paz, para ensanchar el imperio, para una paz sin fin, en el trono de David y en su reino; para asentarlo y afirmarlo en el derecho y la justicia, desde ahora y por siempre. El celo del Señor omnipotente hará todo esto" (9,5-6).

Gozará de una singular sabiduría de gobierno; será "Dios fuerte", frase que siempre en el A.T. se refiere a Yahvé (Is 10,21; Jer 32,18), por lo que no es difícil deducir el carácter divino del niño; "padre eterno y príncipe de la paz", puesto que en su reino brillará la justicia, fundamento de la paz:
"Juzgará con justicia a los débiles y con rectitud a los pobres del país... la justicia será el ceñidor de su cintura, la lealtad, el cinturón de su cadera" (11,4-5).

El objetivo fundamental de su misión será implantar la justicia en las naciones (Is 42, 1), evangelizar a los pobres y liberar a todos las oprimidos de la tierra (Is 61,1). Atributos todos que cuadran perfectamente al Mesías, Jesús, el Cristo, Nuestro Redentor:

"El Señor le dará el trono de su padre David, reinará en la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin" (Lc 1,32-33).

Un doble aspecto conlleva la señal que dio el profeta: Castigo, Judá será arrasado muy pronto por los asirios en los que buscó alianza. Las aguas caudalosas y torrenciales -el rey de Asiria con todo su poder- inundarán Judá, hasta que todos se ahoguen (Is 8,7-8; 9,8-12). Liberación. La liberación, que se anuncia, llegará por dos vías: Una inmediata y se refiere a la derrota de las tropas de Senaquerib, rey de Asiria, a las mismas puertas de Jerusalén por manos del ángel de Yahvé (2 Re 19,35-37) y otra escatológica, la liberación mesiánica: Judá, la patria del Ennmanuel, la "tierra de Yahvé", no puede permanecer en manos paganas, será definitivamente liberada por Emmanuel. No sólo Judá, sino también Israel, el pueblo entero, tiene que mantener viva la idea del mesianismo, generador de esperanza y de fe, pues Emmanuel vendrá en su ayuda. Del pueblo saqueado y diezmado quedará un "resto", los supervivientes de la casa de Jacob -el padre de las doce tribus- que ya no buscarán más apoyo en los asirios y en ningún poder humano,"se apoyarán con lealtad en Yahvé, el Santo de Israel, el Dios fuerte" (Is 10,20-21)

Sin duda, estos pasajes significan que el verdadero Emmanuel es el Mesías, el "Dios con nosotros", como él mismo dirá: "Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,20)


b) Por el sentido mariológico.


Del mismo modo que decimos que Emmanuel es Jesucristo, con al misma razón se pude afirmar que la madre de Emmanuel es María. El término hebreo técnico para designar a cualquier mujer virgen, es betulah. El profeta, sin embargo, emplea almah, palabra que designa a una mujer joven, doncella, soltera, núbil, a la que el derecho supone virgen. La supone y es virgen. Hecho que es corroborado siempre por cada contexto, en que la Biblia usa este vocablo. En Gn 24,16- 43 se aplica a Rebeca antes de casarse con Isaac. En Ex 2.8 se aplica a María la hermana de Moisés, que se quedó siempre soltera. En Cant 6,8 se habla de tres clases de mujeres en el harem del rey. Unas son reinas y estaban casadas can él en legítimo matrimonio, otras son concubinas con las que el rey mantenía relaciones conyugales y las demás eran doncellas -almoth- que no habían cohabitado con el rey. Las Sagradas Escrituras jamás designan, a una mujer casada o a una joven que no sea virgen, con la palabra almah. La tradición siempre ha interpretado la palabra almah con el sentido de virgen. Así lo confirma ya la versión de los LXX que traduce almah por parthenos (virgen en sentido estricto), la peschita lo hace por bethulta ( virgen) y "virgo" en la Vulgata.

Cuando esta joven (almah) sin matrimoniar, queda encinta y da a luz, es porque su concepción ha sido milagrosa, en caso contrario, Isaías estaría ensalzando solemnemente un hecho reprobable, lo cual es inconcebible. Por tanto, si el derecho la supone virgen, la traducción correcta debe ser:"He aquí que la virgen encinta da a luz". A pesar de haber concebido y dado a luz, el profeta la sigue llamando virgen, lo que confirma, tanto en la concepción y como en el parto, la virginidad. Así pues, se desprende de la profecía un sentido literal histórico referido a María, Madre del Mesías. Hay, sin embargo, muchos que hablan más bien de un sentido típico e identifican el Emmanuel con Ezequías: Lo mismo que la madre de Ezequías dio a luz un hijo que garantizaba la supervivencia de la dinastía davídica, así María tiene un hijo que va a reinar para siempre en la casa de David. Y, del mismo modo que el nacimiento de Ezequías tuvo un carácter prodigioso, pues fue anunciado por el profeta como un "signo", así también el nacimiento de Jesús fue más prodigioso aún, al ser concebido por una virgen y por la sola fuerza del Espíritu Santo, sin concurso de varón. De ahí que Abia, la madre del Emmanuel histórico contemporáneo (Ezequías) es figura de una virgen, María, madre del Ennmanuel escatológico, el Cristo. De manera que lo acaecido en tiempos del rey Ajaz, se cumple perfecta y definitivamente en el misterio de la concepción virginal del niño Jesús. Pero, no creemos en la posibilidad de esta interpretación por varias razones: Abia estaba casada con el rey Ajaz, por lo que no puede ser denominada almah, según lo antedicho. Por otra parte, cuando Isaías pronuncia la profecía, Ezequias ya había nacido y, probablemente, tenía dieciocho años. Y, en fin, todo lo que se dice del Enunanuel en los textos antes citados no se puede aplicar a Ezequías que entregó a Senaquerih toda la plata del templo de Yahvé y los tesoros del palacio real (2 Re 18,15), buscó apoyo en Egipto (2 Re 18;21) y no en Yahvé y, cuando Isaías le anuncia su próxima muerte (2 Re 20,2-3), se pone a temblar, como hombre de poca fe.

Presenta una dificultad la interpretación mesiánica y mariana. Aquel signo que se ofrecía parece que tendrá un cumplimiento inmediato y la aparición del Mesías acontece 700 años después, cosa que no podía prever el profeta. A ello, se debe contestar que la profecía, en lo referente al castigo, aconteció con la invasión asiria y respecto a la liberación definitiva se cumplió con el nacimiento del Mesías. El profeta tuvo una visión clara de la primera parte y velada de la segunda. Esto se denomina una visión en ángulo. El profeta y Dios -verdadero autor de la profecía- están situados en el vértice, donde el profeta, con relación a Dios, tiene menos campo visual, ve sólo a corta distancia, cuando los lados del ángulo apenas han comenzado a abrirse, mientras que Dios con su aguda mirada infinita y clarividente, capta todo el contenido que abarcan los dos brazos del ángulo que, abriéndose, se extienden hacia un mayor espacio. Ese devenir, que el profeta no llega a ver, o que entrevé difuso y que, una vez cumplido, nosotros vemos, ahora, después de la revelación, es el sentido literal pleno del texto. Y es el que San Mateo, viendo la profecía perfectamente cumplida en Jesucristo y en María, nos descubre, en ese sentido literal mesiánico y mariano.



C-. DARÁ A LUZ AL QUE HA DE REINAR EN ISRAEL. 


El profeta Miqueas, contemporáneo de Isaías, proclama una profecía mariana semejante a la que tiene Isaías:

"Y tú, Belén de Efrata, la más pequeña entre los clanes de Judá: de ti me saldrá el que ha de reinar en Israel. Sus orígenes vienen de antiguo, de tiempos remotos. Por eso el Señor los abandonará hasta el tiempo en que dé a luz la que ha de dar a luz. Entonces el resto de sus hermanos volverá a los hijos de Israel. El se alzará y pastoreará el rebaño con la fortaleza de Yahvé, con la majestad del nombre de Yahvé, su Dios. Vivirán tranquilos porque él extenderá su poder hasta los confines de la tierra. El mismo será la paz" (Miq 5,1-4).

En riesgo de desaparecer, el reino de Judá sufre la amenaza asiria, y Sión está sumergida en un mundo de penas y catástrofes ante el inminente ataque del enemigo. Se cierne irremediable la invasión; el pueblo tiene que pagar ese alto precio por la insensatez de su rey, que se apoyó exclusivamente, sin confiar en Yahvé, en los recursos humanos del extranjero que ahora se torna en enemigo y le trae la ruina. Pero no deben caer en la desesperación, Sión no perecerá, la crisis es pasajera; terminará, cuando la que ha de dar a luz, tenga a su retoño. Ese niño que nacerá reinará en Israel, será el Soberano, el libertador que hará recobrar al pueblo los tiempos gloriosos del rey David, porque no sólo liberará a Judá, el reino del sur, sino también a Israel, reino del norte, para unir lo que nunca debió separarse tras la muerte de Salomón. El reinado de ese niño estará de nuevo integrado por todas las tribus en unión fraternal; los hermanos separados de Israel se unirán para siempre con los del reino de Judá. El profeta habla de un retorno espiritual que desembocará en la unidad moral y religiosa, porque "el poder de Yahvé" asistirá por siempre a este niño.

Todos los enemigos de Israel, que van surgiendo a través de la historia y que serán definitivamente derrotados por el Soberano que surgirá en Belén de Efrata, vienen a estar simbolizados por Asiria. Aquella mujer misteriosa y el niño que dará a luz son María y Jesucristo, el Mesías. Así lo entendió siempre el propio pueblo judío; cuando los Magos preguntaron a Herodes dónde estaba el que ha nacido, rey de los judíos, el rey preguntó a los maestros de la ley por el lugar del nacimiento y ellos le respondieron sin titubeos:

"En Belén de Judá, pues así está escrito por el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, de ningún modo eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti saldrá un Soberano que será el pastor de su pueblo Israel'" (Mt 2,5-7).

La profecía que cita San Mateo es de Miqueas, quien indica el aspecto material de Belén de Efrata (Gn 35,16), distinta de Belén de Zabulón (Jos 19,15), una ciudad bien pequeña y Mateo, una vez cumplida la profecía, la califica de bien grande, al considerarla desde el punto de vista moral. 

En su evangelio, San Juan también señala la creencia popular de que el Mesías, por su origen davídico, tenía que nacer en Belén ciudad de David, dando a la profecía de Miqueas una interpretación literal, como también lo ha hecho la tradición cristiana de manera unánime: 

"¿No dice la Escritura que el Mesías tiene que venir de la estirpe de David, de Belén, el pueblecito de donde era David?" ( Jn 7,42).

El niño que ha de nacer es una persona real, determinada y concreta, no es un ser ideal y abstracto. Sus caracteres son exclusivamente mesiánicos. Nacerá en Belén; de la estirpe de David; reinará en Israel; el pueblo andará prácticamente errante, hasta que tal rey llegue; cuando venga, el pueblo será definitivamente liberado, terminará el cisma de Israel, reinará sobre el mundo entero y su reinado traerá la paz. Todos estos aspectos de la profecía (Miq 5,1-4) sólo se pueden aplicar a Jesucristo. Y, siendo Cristo el Rey, la que dará a luz es María sin duda alguna, como consecuencia evidente. 

La profecía de Isaías (7,14) viene a ser el mejor comentario a la de Miqueas (5,1-4), dos profetas contemporáneos que se complementan y se explican mutuamente. Uno habla del Emmanuel, Dios con nosotros; el otro del niño que nacerá, Rey, con un poder divino. Uno de la que da a luz y otro de la que ha de dar a luz. Los dos hablan del castigo inminente, los dos se refieren a una liberación próxima tras el castigo y de una liberación remota en los tiempos mesiánicos. Los dos anuncian el reinado universal del Emmanuel y del Rey y los dos celebran la paz que está por llegar; con la venida de esos personajes misteriosos que son identificados con el "Príncipe de la paz", se implantará el Reino de la paz, porque la paz existe en él y se entronca en su ser: La paz os dejo, mi paz os doy (Jn 14,27).



D-. RESONANCIAS BÍBLICAS


Leyendo y repasando la Biblia, se hallan otros distintos pasajes del A. T. en los que los Santos Padres, el Magisterio de la Iglesia y los escritores eclesiásticos han podido intuir, de algún modo, una relación con la Santísima Virgen. Usando el método derásico propio del género literario llamado midras (d r s = busca), han indagado en las S. E. y han creído descubrir numerosas referencias marianas que ellos exponen con fines homiléticos, piadosos y espirituales. Pero al no ser expuestas por los hagiógrafos que están inspirados, no se puede decir que tienen sentido mariano propiamente bíblico. Tales pasajes son los siguientes:

Eva. La primara mujer, madre de toda la humanidad según la carne (Gn 3,20), ha sido el origen de la ruina (2 Cor 11,3; 1 Tim 2,14). San Pablo establece, entre Adán y Cristo, la relación que sigue: "Así como el pecado de uno solo (Adán) trajo la condenación de todos, del mismo modo la justicia de uno solo (Cristo) trae a todos la justificación que da la vida" (Rom 5,18). Y, de la manera que "todo hombre muere en Adán, así también todos revivirán en Cristo" (1 Cor 15,22). A partir de estos testimonios bíblicos, los Santos Padres llegaron a establecer la significativa correlación de que Adán viene a ser la imagen tipológica y antitética de Jesús de Nazaret, por lo mismo, Eva representa también a María. Así pues, Eva es la madre carnal y natural y María la madre espiritual de todo el género humano.

El Arca. Las tablas de la ley, las diez leyes fundamentales de la Antigua Alianza, se habían depositado en el arca. La tapa del arca, denominada el propiciatorio, tenía sobre ella dos querubines, uno frente al otro, postrados de rodillas con las alas extendidas y con los ojos puestos en el centro del espacio de la tapa. El arca era de madera noble, incorruptible, y toda recubierta de oro (Ex 37,1-9). Sobre ella se hacía presente la gloria del Señor. María es el Arca de la Alianza Nueva, templo vivo de Dios, arca incorrupta y gloriosa llevada a lo más alto de los cielos.

La tierra virgen. El segundo relato de la creación refiere el tiempo de hacer Yahvé la tierra y el cielo. María es como la tierra del Paraíso, no cultivada por la mano del hombre; tierra incólume, intacta y virginal, surgida por la palabra de Yahvé y acariciada por sus ojos divinos: No había todavía arbusto alguno sobre la tierra (Gn 2,5).

Hija de Sión. La ciudad de Dios, es Sión que significa la fortaleza, centro de g,ravitación de la historia de la salvación, el punto central del mundo. A María, se le ha aplicado la nominación de la "hija de Sión", el Israel Nuevo, el nuevo pueblo de Dios. Los oráculos proféticos dirigidos a la hija de Sión evocan con extraordinario parecido aquellas palabras que el ángel dirige a María en la Anunciación y las piadosas expresiones de la Virgen María en el cántico del Magnificat: "Alégrate, hija de Sión, regocíjate de todo corazón, hija de Jerusalén" (Sof 3,14; Zac 9,9). "Canta y alégrate, hija de Sión... el Señor omnipotente me ha enviado a ti" (Zac 2,14-15), "Alégrate, la llena de gracia" (Lc 1,28). "Mi alma glorifica al Señor, mi espíritu se regocija en Dios mi salvador" (Lc 1,46-47).

En el Cantar de los Cantares. El Cantar, bellísimo poema, se pertenece de modo fundamental al género lírico. Los esposos expresan sus sentimientos afectivos de una forma viva y aun cruda, conforme al género literario nupcial de las fiestas de los desposorios en el Antiguo Oriente. Como realidad o motivo, el amor, también el humano, es uno de los temas nucleares de la literatura bíblica. Dios es amor (1 Jn 4,8). Afirmando el amor humano, es posible descubrir en él la revelación de Dios.

El Cantar es de gran riqueza literaria. Se cantan la hermosura y las delicias del amor y toda una constelación de imágenes y realidades sirven a este fin. Llama, sobre todo, la atención la viveza que cobra la naturaleza y la geografía: Cédar, Salma, Engadi, Sarón, Líbano, Hermón, Galaad, Tirsa, Jesbón, etc., son para el autor realidades vivas. Estas alusiones muestran, además, la añoranza de los israelitas por sus ciudades. El vocabulario del libro sugiere una atmósfera íntima y entrañable para el hombre medio: viñas, gacelas , perfumes. 

La esposa del Cantar de los Cantares, "la más agraciada de las mujeres" (1,8), "nardo aromático" (1,12), "lirio de los valles" (2,1), "columna de humo que sube del desierto esparciendo perfumes de mirra y de incienso" (3,6), es María, la esposa que exhala y expande los aromas divinos del Espíritu Santo, el amado de su alma, sagrado esposo que cubriéndola con su sombra, encarnó al Verbo que "in principium erat".

Salmo 19,6: La Virgen María, al aceptar su maternidad, se convierte en el tabernáculo del que sale Jesús, el Mesías, como un esposo de su alcoba, como el sol que cada día sale y, remontando por el cielo, hace su carrera para iluminar a todo el mundo y vivificar el planeta.

En el mundo oriental el sol era el símbolo de la justicia, que es el núcleo interno del contenido del salmo.

Salmo 22,10: Este salmo es la oración del justo agonizante. Jesús, al morir en la cruz, hizo suyas (Mt 27,46) las primeras palabras de esta oración y reveló su profundo sentido mesiánico. Es el salmo de los pobres y de los oprimidos que se aplica típicamente a Jesús el Redentor. Por esta misma razón, en lo que recita el justo en el versículo 10: "Tú fuiste quien del seno me sacaste, me pusiste a los pechos de mi madre" se ha visto una referencia personal a María, la madre que lo amamantó. 

Salmo 24: Es el canto de una festiva procesión. El rey de la gloria entra solemnemente en el templo al trasladar el Arca del templo de Silo, al templo de Salomón. Las puertas del templo se abren jubilosas para que entre el rey. María es también el templo que abre las puertas de su alma para que Dios entre en ella y, a través de ella, el Mesías entre en esta vida y en el corazón del hombre.

Salmo 45,11-18: Es un poema nupcial cantado al rey mesiánico. En la reina que entra majestuosamente en el magnífico palacio del rey, se ha visto a la Virgen María, la reina que entra triunfalmente en las estancias de las mansiones celestiales en que habita con su Hijo. Harás memorable tu nombre por generaciones (v. 18).

Salmo 67,7: El salmo constituye una alabanza universal a Dios. Se dan gracias a Dios por haber obtenido ricas cosechas en un año fértil y abundante. "La tierra ha dado sus productos, Dios nos bendice" (v. 7). Y esa tierra, fecunda y bendita, como no hay otra, es María que ha proporcionado el fruto más preciado, Jesús, el Cristo, a la humanidad que andaba descarriada y hambrienta.

Salmo 72,6: Durará como el sol, caerá como la lluvia en el retoño, como rocío que humedece la tierra. Lo mismo que cae la lluvia sobre las siembras, de la misma manera que el rocío viene fecundo a resolver la sequedad del terreno, así cayó del cielo el Hijo de Dios y se hizo carne en María, la tierra fecundada por la lluvia celestial del Espíritu del Señor, para cumplir, en el momento histórico, los designios eternos de Dios.

Nube ligera. En el oráculo contra Egipto, Isaías recurre a la imagen de la nube. María es como la nube ligera sobre la que viene el Señor a este mundo (Is 19,1). A través de María, el Hijo de Dios vino a este mundo en figura humana. Así lo dice San Juan en el prólogo v. 1,9: Existía la luz verdadera, que, con su venida a este mundo, ilumina a todo hombre.

La escala de Jacob. Jacob tuvo un sueño. Una escala que se apoyaba en la tierra y que llegaba hasta el cielo. Por ella bajaban y subían los ángeles de Dios, Dios mismo. La escala es el símbolo de la comunicación y de la unión continua del cielo con la tierra. Y eso es María, la unión misteriosa de lo humano y lo divino, porque en ella se hace presente Dios para comunicarse con los hombres (Gn 28,12)

La puerta cerrada. Ezequiel, en su oráculo, anuncia y describe el asedio Jerusalén. La Virgen María es "la puerta cerrada" del templo que daba al oriente, de la que habla el profeta en visión. La puerta santa que Yahvé había santificado al entrar en el templo y por la que ya nadie podrá entrar. Sólo el príncipe podrá tener acceso a ella (Ez 4,1-3): Hijo de hombre, toma un ladrillo y traza en él una ciudad, Jerusalén 

Hemos visto y repasado unos cuantos textos y pasajes bíblicos que sólo son un compendio entresacado del A. T. en el que se han encontrado distintos materiales de sentido acomodaticio aplicado muy acertadamente a la Virgen María, la joven virgen que dará a luz al Salvador de Israel; hemos de decir, claro está, que, en ninguna de las páginas veterotestamentarias, se hace a Ella una referencia directa.