Santa
María, Madre de Dios Lc 2,16-21
Pablo
Cardona
«Y
vinieron presurosos, y encontraron a María y a José y al niño
reclinado en el pesebre. Al verlo, reconocieron las cosas que les
habían sido anunciadas acerca de este niño. Y todos los que
escucharon se maravillaron de cuanto los pastores les habían dicho.
María guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón.
Y
los pastores regresaron, glorificando y alabando a Dios por todo lo
que habían oído y visto, según les fue dicho.
Cuando
se cumplieron los ocho días para circuncidarle, le pusieron por
nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de que fuera
concebido en el seno materno. (Lucas
2, 16-21)
1º.
Jesús, hoy empieza un nuevo año.
Quiero
que sea realmente un año próspero, como nos deseamos unos a otros
en las felicitaciones de Navidad.
¡Cuántos
planes!
¡Cuántas
ilusiones!
«Este
sí va a ser mi año», piensan los optimistas.
Y
es bueno ser optimista, porque -como cristiano- tengo la seguridad
de que Tú cuidas de mí.
Jesús,
te ofrezco ya, hoy, las cosas buenas que voy a hacer; te agradezco
todo lo que me envíes porque, de alguna forma, será para mi bien;
y te pido ayuda para que, al acabar el año, puedas estar contento
de mí.
Porque
¿qué ganaría triunfando en mi vida profesional, en el deporte,
etc., si, al final, no me hubiera acercado más a Tí?
Que
sepa seguir el ejemplo de estos pastores: «vinieron presurosos, y
encontraron a María y a José y al niño reclinado en el pesebre.»
Que
sepa buscarte con cierta prisa, porque el tiempo pasa rápido: ya ha
comenzado un año más.
Que
te busque con ganas de encontrarte.
Y
seguro que te encuentro si te busco donde está María y José.
Teniéndoles
devoción a ellos, también te encontraré a Ti y, entonces, me
maravillaré como aquellas personas que escucharon a los pastores.
2º.
«En
el Nacimiento de su Hijo contemplo las grandezas de Dios en la
tierra: hay un coro de ángeles, y tanto los pastores como los
poderosos de la tierra vienen a adorar al Niño. Pero después la
Sagrada Familia ha de huir a Egipto, para escapar de los intentos
criminales de Herodes. Luego, el silencio: treinta largos años de
vida sencilla, ordinaria, como lo de un hogar más de un pequeño
pueblo de Galilea.
El
Santo Evangelio, brevemente, nos facilita el camino para entender el
ejemplo de Nuestra Madre: «Maria conservaba todas estos cosas
dentro de sí, ponderándolas en su corazón». Procuremos nosotros
imitarla, tratando con el Señor en un diálogo enamorado, de todo
lo que nos pasa, hasta de los acontecimientos más menudos. No
olvidemos que hemos de pesarlos, valorarlos, verlos con ojos de fe,
para descubrir la Voluntad de Dios.
Si
nuestro fe es débil, acudamos o Maria»
(Amigos de Dios.- 284-285).
Hoy,
además de ser el primer día del año, es el santo de la Virgen:
Santa María, Madre de Dios.
¡Felicidades,
Madre!
Como
también eres mi madre, quiero aprender un poco de ti: aprender a
querer a Jesús.
Y
hoy me enseñas un gran secreto: la oración, ver con ojos de fe
todo lo que me pasa y lo que he de hacer, paro descubrir en cada
circunstancia la Voluntad de Dios.
María,
todo lo que le ocurre a Jesús lo ponderas, lo guardas en tu corazón,
y sacas conclusiones de esos sucesos para vivir más unida a tu
Hijo, para entender más qué espera Él de ti.
Por
eso el Catecismo me recuerda que «María es la orante perfecta,
figura de la Iglesia. Cuando le rezamos, nos adherimos con ello al
designio del Padre, que envía a su Hijo para salvar a todos los
hombres. Como el discípulo amado acogemos a la Madre de Jesús,
hecha madre de todos los vivientes. Podemos orar con ello y a ella»
(C. I. C.-2679).
Madre,
en el fondo, eres la primera que medita el Evangelio.
Lo
estás meditando a medida que va pasando en la realidad.
Ayúdame
a tomarme en serio la meditación de la vida de Jesús, a ser
constante en estos minutos de oración, para que mi vida se vaya
pareciendo cada vez más a la vida de tu Hijo.
Esta
meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo
Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona. Fuente:
Almudi.org
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