María, la Madre 

Arquidiócesis de Guadalajara, México

 

En el tiempo de Adviento, mientras esperamos el Nacimiento de Jesús, salen a nuestro encuentro personajes simbólicos, algunos que poco o nada tienen que ver con el acontecimiento que vamos a celebrar; otros que en lugar de centrarnos distraen nuestra atención...

...Por eso, hoy es bueno volver nuestros ojos a María, la mujer que esperó a Jesús cuando por primera vez nació a la historia en este mundo. Ella, sin duda, está enterada de esos otros nacimientos místicos que se van dando a través de los tiempos en cada corazón que se abre para recibir a Jesús en su vida y para hacerle un lugar en el propio.

En Ella contemplamos el misterio de la mujer y de la vida, la que lleva en sí misma la bendición de Dios. Y María llevaba en su seno al Autor de toda bendición, al que ha sido la bendición del universo entero. Por eso, empezamos nuestras Posadas con recogimiento y fe, participando activa y fervorosamente y pidiendo a María que sea precisamente Ella quien nos ayude a entender cómo podemos nacer nosotros a lo divino, dejando a Jesús nacer en nuestro ser humano. Porque todos necesitamos acudir a Ella, también los que se sienten importantes, los que ya han escalado muchos peldaños en el sendero de su existencia y tienen en su haber numerosos logros, pues siempre el hombre –y la mujer– tiene momentos en que se siente un poco niño y acude en busca de su madre aunque sea para descansar un poco y armarse de valor, recobrando junto a ella algo de la infancia perdida.

1ª Lectura: Samuel 7, 1-5.8-12.14.16: Leemos las promesas que Dios hace a David después de recordarle sus favores: «Te daré un hijo, en tu linaje consolidaré tu Reino para siempre y tu trono perdurará eternamente...».

Salmo 88: “Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor”. Tú eres mi Padre, el Dios que me protege y me salva...

2ª Lectura: Romanos 16, 25-27: El misterio mantenido en secreto durante siglos es el cumplimiento del designio de Dios para siempre en Jesucristo.

En el Evangelio: Lucas 1, 26-38: Leemos la Anunciación del Ángel a María: –«Vas a concebir y a dar a luz un hijo»–: «¿Cómo podrá ser esto?», dice María, y al fin exclama: «Yo soy la esclava del Señor...».

A través de los siglos, la devoción a María ha dado consistencia a la espiritualidad cristiana. No tenemos que ir buscando teorías fantásticas, ni añorar a la «Madre», pues Jesús ha querido compartir con nosotros todo, incluso a su madre, María.

Por eso, en la Navidad acudimos a María sabiendo que en sus brazos encontraremos a Jesús.

Fuente: Semanario. Arquidiócesis de Guadalajara, México.