La Asunción de la Virgen María. 

Manuel Tamargo, cmf

 

Lc 1, 39-56

La Asunción de María no empezó en el momento de su muerte, al final de su vida. Si la Asunción significa el paso a estar en la presencia de Dios, en cuerpo y alma, María había empezado ese camino mucho antes.

Ya la Anunciación declara la cercanía de María con Dios. Es la llena de Gracia, que se va a dedicar en cuerpo y alma a las cosas de Dios. Es el primer paso hacia ese final especial que le aguarda.

Y es la misma María quien ratifica con su comportamiento esa dedicación plena. Una vez recibido el anuncio del ángel, lejos de quedarse en casa recreándose con su elección y dando gracias a Dios por ella (motivo suficiente tenía), emprende el camino para ayudar a su prima. Es ya la Gracia de Dios, el Amor de Dios, actuando en aquella joven de Nazaret, que ante todo se preocupa por quien la pudiera necesitar.

La visita a Isabel no es, pues, un episodio familiar más o menos entrañable. Es un gesto de atención a una mujer que, por su edad, iba a necesitar ayuda para llevar adelante su embarazo. Y María lo encuadra en la acción de Dios a favor de los necesitados, que ella irá convirtiendo en pequeños gestos a lo largo de su vida (Caná, la acogida de Juan en la Cruz, y seguro que muchos otros que no aparecerán en los Evangelios).

De hecho, el cántico del Magnificat, estupenda declaración de intenciones por parte de María, reúne en una misma alabanza la acción de Dios en ella y las proezas que el Poderoso hace con los humildes y los hambrientos. La conciencia de ser agraciada por Dios no encumbra a María en la alegría de la elección, sino que la hace poner los pies en la tierra y orientarse hacia aquellos que precisamente necesitan la Gracia, la ayuda, el consuelo de Dios.

María atisba que está llamada a desempeñar un papel central en el plan de salvación. Y la forma en que entiende su tarea es dedicarse a los más cercanos, comenzando por su prima. Es, como decíamos, un camino de presencia de Dios en ella, de ejercicio del Amor del Padre, de dedicación en cuerpo y alma a hacer fructificar la Gracia que el Poderoso ha puesto en ella, que la irá acercando al final maravilloso de la Asunción.

Fuente: cuidadredonda.org