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¿De que modo se hará esto, pues no conozco varón?
Pablo Cardona
«En
el sexto mes fue enviado el ángel Gabriel departe de Dios a una
ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un
varón de nombre José, de la casa de David, y el nombre de la
virgen era María. Y habiendo entrado donde ella estaba, le dijo:
Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo. Ella se turbó
al oír estas palabras, y consideraba que significaría esta
salutación. Y el ángel le dijo: No temas, María, porque has
hallado gracia delante de Dios: concebirás en tu seno y darás a
luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande y será
llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de
David, su padre, reinará eternamente sobre la casa de Jacob, y su
Reino no tendrá fin.
María dijo al ángel: ¿De que modo se hará esto, pues no conozco
varón? Respondió el ángel y le dijo: El Espíritu Santo
descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su
sombra; por eso, el que nacerá será llamado Santo, Hijo de Dios
(...). Dijo entonces Maria: He aquí la esclava del Señor hágase
en mí según tu palabra. Y el ángel se retiró de su
presencia.» (Lucas 1, 26-38)
1º. Madre, el Evangelio de hoy narra el momento de la anunciación:
el día en el que conociste con claridad tu vocación, la misión
que Dios te pedía y para la que te había estado preparando desde
que naciste.
«No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios.»
No tengas miedo, madre mía, pues aunque la misión es inmensa,
también es extraordinaria la gracia, la ayuda que has recibido de
parte de Dios.
«¿De que modo se hará esto, pues no conozco varón?»
Madre, te habías consagrado a Dios por entero, y José estaba de
acuerdo con esa donación de tu virginidad.
¿Cómo ahora te pide Dios ser madre?
No preguntas con desconfianza, como exigiendo más pruebas antes de
aceptar la petición divina.
Preguntas para saber cómo quiere Dios que lleves a término ese
nuevo plan que te propone.
«El Espíritu Santo descenderá sobre ti.»
Dios te quiere, a la vez, Madre y Virgen.
«Virgen antes del parto, en el parto y por siempre después del
parto» (Pablo IV).
«He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu
palabra.»
Madre, una vez claro el camino, la respuesta es definitiva, la
entrega es total: aquí estoy, para lo que haga falta.
¡Qué ejemplo para mi vida, para mi entrega personal a los planes
de Dios!
Madre, ayúdame a ser generoso con Dios.
Que, una vez tenga claro el camino, no busque arreglos intermedios,
soluciones fáciles.
Sé que si te imito, Madre, seré enteramente feliz.
2º. «Nuestra Madre es modelo de correspondencia a la gracia y, al
contemplar su vida, el Señor nos dará luz para que sepamos
divinizar nuestra existencia ordinaria. (...) Tratemos de
aprender, siguiendo su ejemplo en la obediencia a Dios, en esa
delicada combinación de esclavitud y de señorío. En María no hay
nada de aquella actitud de las vírgenes necias, que obedecen, pero
alocadamente. Nuestra Señora oye con atención lo que Dios quiere,
pondera lo que no entiende, pregunta lo que no sabe. Luego, se
entrega toda al cumplimiento de la voluntad divina: «he aquí la
esclava del Señor hágase en mí según tu palabra». ¿Veis la
maravilla? Santa María, maestra de toda nuestra conducta, nos
enseña ahora que la obediencia a Dios no es servilismo, no sojuzga
la conciencia: nos mueve íntimamente a que descubramos «la
libertad de los hijos de Dios» (Es Cristo que pasa.173).
Madre, hoy se ve a mucha gente que no quiere que le dicten lo que
debe hacer, que no quiere ser esclavo de nada ni de nadie.
Paradójicamente, se mueven fuertemente controlados por las
distintas modas, y no pueden escapar a la esclavitud de sus propias
flaquezas.
Tú me enseñas hoy que el verdadero señorío, la verdadera
libertad, se obtiene precisamente con la obediencia fiel a la
voluntad de Dios y con el servicio desinteresado a los demás.
Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo
Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.
Fuente: almudi.org
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