Familia y amistad: cordialidad

Padre Pedrojosé Ynaraja

 Lc 1, 39.45

1.- La escena que nos relata el evangelio del presente domingo, mis queridos jóvenes lectores, es de una ternura inmensa. La tradición y la arqueología, que no el texto evangélico, señala a la antigua población de Ein-Karen, como el lugar del acontecimiento. Hoy este paraje ha sido absorbido en la gran Jerusalén.

Traducimos por prima, a la que mejor deberíamos llamar tía. La diferencia de edad entre las dos mujeres, parientes, eso sí, nos dan pie a ello y sin que el texto original nos lo impida. Acordaos que en aquella época, como ocurre aun hoy en ciertas culturas, no existía la etapa vital que llamamos adolescencia. De la pubertad se pasaba a la juventud. Así que si os digo que Santa María tendría poco más de doce años, debéis imaginar a una joven actual de unos 18. Llena de alegría, de ímpetu, de idealismo, sin las derrotas que inflingen los avatares de la adolescencia, la edad que, con humor, se llama del pavo.

2.- Pienso especialmente en vosotras, mis queridas jóvenes lectoras. Desearía que os sintierais sumergidas en la escena, implicadas en el encuentro. Si lo deseo es por las ganas que sentís, tantas veces, de ser comprendidas y compartir con alguien que os entienda. Creéis, con frecuencia, que la diferencia de edad es un impedimento, desconfiáis de los mayores y os sentís derrotadas al comprobar que vuestras compañeras o compañeros de vuestra edad, son incapaces de aceptaros tal como sois.

Lo más normal de aquel entonces, era que una joven casada estuviera embarazada. Lo insólito, lo sorprendente, era que una vieja menopaúsica lo estuviese. Se debería suponer, pues, que la vieja Isabel esperase el saludo admirado de la joven María, pero no ocurrió así. Llegaba Santa María, seguramente, ansiosa, temerosa de que Isabel no fuera capaz de entender el misterio que albergaba en su seno. El camino había sido largo. Probablemente el único acompañante del viaje fue el borriquillo que en toda casa tenían para diversos y sencillos menesteres. Si creemos, como proclamó la esposa de Zacarías, en la Fe de la jovencita, no podemos olvidar que, como afirman los teólogos, esta virtud es esencialmente oscura. Y la oscuridad que vislumbraría en su interior Santa María, mucho mayor de la que nosotros podamos sentir, le resultaría especialmente ardua. ¡con cuanta intensidad y a la vez con cuanta vacilación esperaría la Virgen este encuentro!

3.- Al llegar a Ein-Karen ¡Que satisfacción sentiría al escuchar aquel saludo! ¡que descanso anímico gozaría durante los tres meses de permanencia allí! Alejada del bullicio de la gran ciudad, con un marido mudo y ocupado en sus quehaceres sacerdotales, ambas mujeres intercambiarían gozos y proyectos. Dos personas que se acercan, dirá más tarde Teresa, la de Lisieux, no suman su amor a Dios, lo multiplican. ¡Cuanta Gracia se acumularía en Ain-Karen!

La Fe de Santa María, que fue creencia en la niñez y fidelidad en el momento de la Anunciación, la hará feliz. Se lo anuncia solemnemente Isabel. Después, aunque hoy no lo proclamemos, vino un cantar revolucionario y lleno de gozo y esperanza. Si se dijo que, cuando uno no sabe como obrar, le cabe la posibilidad de pensar en Jesús y decidir hacer lo que imagina Él hubiera hecho, hoy podemos poner como centro de reflexión a la Virgen y aprender de ella, y pedirle a ella, que nos ayude a tener en todos los momentos de nuestra vida, su coraje.

No muy lejos de Ain-Karen, en un recinto pequeñito, esta la sencilla tumba de Santa Isabel. Casi nadie la visita. Esta impregnada de silencio y soledad. Pienso que también esto es una enseñanza. Mis queridas jóvenes lectoras, si queréis gozar de una confidente, buscadla en tales circunstancias. Difícilmente en el barullo de una discoteca, invadidas por la música de vuestro MP3 o envueltas en la iluminación del mejor televisor, podréis encontrarla.

Hoy me ha salido este mensaje en femenino. Porque os quiero. Teñidas de las actitudes de María, mis queridos jóvenes lectores, ahora en los dos géneros, viviréis la Navidad felices. Felices vosotros por haber creído, os dirá al oído Isabel, y por ello, estad seguros, que también vuestros mejores anhelos se cumplirán.

Fuente: betania.es