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«Con Alegría»
Padre José Antonio Pagola
Lucas 1, 26-38
El
evangelista Lucas temía que sus lectores leyeran su escrito de
cualquier manera. Lo que les quería anunciar no era una noticia más,
como tantas otras que se corrían por el imperio. Debían preparar su
corazón: despertar la alegría, desterrar miedos y creer que Dios
estaba cerca, dispuesto a transformar su vida.
Con un arte difícil de igualar, recreó una escena evocando el
mensaje que María escuchó en lo íntimo de su corazón para acoger el
nacimiento de su hijo Jesús. Todos podrían unirse a ella para acoger
al Salvador. ¿Es posible hoy prepararse para recibir a Dios?
«Alégrate». Es la primera palabra que escucha el que se prepara para
vivir una experiencia buena. Hoy no sabemos esperar. Somos como
niños impacientes que lo quieren todo enseguida. Vivimos llenos de
cosas. No sabemos estar atentos para conocer nuestros deseos más
profundos. Sencillamente, se nos ha olvidado esperar a Dios y ya no
sabemos cómo encontrar la alegría.
Nos estamos perdiendo lo mejor de la vida. Nos contentamos con la
satisfacción, el placer y la diversión que nos proporciona el
bienestar. En el fondo, sabemos que es un error, pero no nos
atrevemos a creer que Dios, acogido con fe sencilla, nos puede
descubrir otros caminos hacia la alegría.
«No tengas miedo». La alegría es imposible cuando se vive lleno de
miedos que nos amenazan por dentro y desde fuera. ¿Cómo pensar,
sentir y actuar de manera positiva y esperanzadora?, ¿cómo olvidar
nuestra impotencia y nuestra cobardía para enfrentarnos al mal?
Se nos ha olvidado que cuidar nuestra vida interior es más
importante que todo lo que nos viene desde fuera. Si estamos vacíos
por dentro, somos vulnerables a todo. Se va diluyendo nuestra
confianza en Dios y no sabemos cómo defendernos de lo que nos hace
daño.
«El Señor está contigo». Dios es una fuerza creadora que es buena y
nos quiere bien. No vivimos solos, perdidos en el cosmos. La
humanidad no está abandonada. ¿De dónde sacar verdadera esperanza si
no es del misterio último de la vida? Todo cambia cuando el ser
humano se siente acompañado por Dios.
Necesitamos celebrar el «corazón» de la Navidad, no su corteza.
Necesitamos hacer más sitio a Dios en nuestra vida. Nos irá mejor.
Fuente:
servitascadiz.com
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