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«Llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor»
Padre Joan Antoni Mateo i García
Lc
2, 22-40
«Llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor»
Hoy, celebramos la fiesta de la Sagrada Familia. Nuestra mirada se
desplaza del centro del belén —Jesús— para contemplar cerca de Él a
María y José. El Hijo eterno del Padre pasa de la familia eterna,
que es la Santísima Trinidad, a la familia terrenal formada por
María y José. ¡Qué importante ha de ser la familia a los ojos de
Dios cuando lo primero que procura para su Hijo es una familia!
Juan Pablo II, en su Carta apostólica El Rosario de la Virgen María,
ha vuelto a destacar la importancia capital que tiene la familia
como fundamento de la Iglesia y de la sociedad humana, y nos ha
pedido que recemos por la familia y que recemos en familia con el
Santo Rosario para revitalizar esta institución. Si la familia va
bien, la sociedad y la Iglesia irán bien.
El Evangelio nos dice que el Niño crecía y se fortalecía, llenándose
de sabiduría. Jesús encontró el calor de una familia que se iba
construyendo a través de sus recíprocas relaciones de amor. ¡Qué
bonito y provechoso sería si nos esforzáramos más y más en construir
nuestra familia!: con espíritu de servicio y de oración, con amor
mutuo, con una gran capacidad de comprender y de perdonar.
¡Gustaríamos —como en el hogar de Nazaret— el cielo y la tierra!
Construir la familia es hoy una de las tareas más urgentes. Los
padres, como recordaba el Concilio Vaticano II, juegan ahí un papel
insubstituible: «Es deber de los padres crear un ambiente de familia
animado por el amor, por la piedad hacia Dios y hacia los hombres, y
que favorezca la educación íntegra personal y social de los hijos».
En la familia se aprende lo más importante: a ser personas.
Finalmente, hablar de familia para los cristianos es hablar de la
Iglesia. El evangelista san Lucas nos dice que los padres de Jesús
lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor. Aquella ofrenda
era figura de la ofrenda sacrificial de Jesús al Padre, fruto de la
cual hemos nacido los cristianos. Considerar esta gozosa realidad
nos abrirá a una mayor fraternidad y nos llevará a amar más a la
Iglesia.
Fuente:
evangeli.net
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