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La Bodas de Cana
Autor:
Jn
2, 1-11
(Crisóstomo) Como el Señor era conocido en Galilea, lo convidaron a
unas bodas. Por esto sigue: “De allí a tres días se celebraron unas
bodas en Caná de Galilea”.
Llaman al Señor a las bodas, no como persona distinguida, sino como
uno de muchos, y sencillamente porque era conocido Para expresar
esto, el evangelista dice: “Y estaba la madre de Jesús allí”. Y así
como habían llamado a la madre, llamaron también al Hijo; por esto
sigue: “Y fue también convidado Jesús y sus discípulos a las bodas,
y acudió”. Esto no afectaba a su dignidad, sino que sucedía en
beneficio nuestro; porque Aquél que no se desdeñó de tomar la forma
de siervo, tampoco se desdeñó de venir a las bodas de sus siervos.
(San Agustín) Avergüéncese, por tanto, el hombre, de ser soberbio,
porque Dios se humilló. Ve aquí cómo entre otras cosas el Hijo de la
Virgen vino a las bodas, siendo así que cuando estaba con el Padre
instituyó el sacramento.
¿Qué extraño tiene que fuera a aquella casa donde se celebraban las
bodas, Aquél que vino al mundo a celebrar las suyas? Porque tiene
aquí a su Esposa, a quien redimió con su sangre, a quien concedió
como obsequio el Espíritu Santo, y a la que se unió desde el vientre
de la Virgen; porque en realidad el Verbo es el Esposo, y la carne
humana es la Esposa; y así el Hijo de Dios es las dos cosas, y a la
vez el Hijo del hombre. Aquellas entrañas de la Virgen María son su
tálamo, de donde salió como sale el esposo de su lecho.
(Crisóstomo) Es digno de notarse cómo vino a la imaginación de la
Madre haber concebido un concepto tan elevado de su Hijo, siendo así
que hasta entonces ningún milagro había hecho. Prosigue: “Esto
sirvió de principio a los milagros de Jesucristo, etc.” Pero ya
había empezado a revelarse tal como era por medio de San Juan, y por
las palabras que decía a sus discípulos; además, antes de todo esto,
su concepción y cuanto siguió a su nacimiento habían hecho concebir
grande estimación respecto de aquel Niño. Por esto dice San Lucas:
“María conservaba todas estas palabras, examinándolas en su corazón”
esta es la causa porque antes no le había incitado a que hiciese
milagro alguno; mas ya había llegado el tiempo de su manifestación,
y hasta entonces había hablado como uno de muchos, por lo que no
presumía su Madre deberle decir tal cosa. Y como oyó que Juan daba
testimonio de Él, y como ya tenía discípulos, ruega con confianza al
Señor respecto de esto mismo.
Pero que respetaba mucho a su Madre, lo refiere San Lucas cuando
manifiesta que Jesús vivía sometido a sus padres; porque cuando los
padres no prohíben lo que agrada a Dios, hay obligación de
obedecerles.
(San Agustín) Para distinguir entre Dios y el hombre (porque en
cuanto a hombre era menor y estaba sujeto, y en cuanto Dios, estaba
sobre las cosas), dijo: “Mujer, ¿qué hay de común entre tú y yo?”
(Crisóstomo) Y además por otra causa: para que no se hiciesen
sospechosos sus milagros, demostró que no convenía que los pidiese
su madre, sino aquellos que los necesitaban, manifestando que todo
debía ser hecho en tiempo oportuno, no haciéndolos todos a la vez,
porque resultaría cierta confusión. Por lo cual sigue: “Aún no es
llegada la hora”; esto es, todavía no soy conocido por los que están
aquí presentes, ni saben que falta vino; deja, pues, que lo sepan
primero. Porque el que no tiene necesidad no agradece el beneficio.
(San Agustín) Además, como nuestro Señor en cuanto Dios no tenía
Madre, y sí únicamente en cuanto hombre, y como el milagro que había
de hacer en cuanto a la divinidad y no en cuanto a la debilidad
humana, sin embargo, la madre exigía aquel milagro. Por lo que Él,
como desconociendo las entrañas maternales cuando lo que había de
hacer era propio de la divinidad, dijo: “Mujer, ¿qué hay de común
entre tú y yo?” como diciendo: lo que hay en mí, que puede hacer
milagros, ni es lo que tú has engendrado, sino mi divinidad. La
llama “mujer” en cuanto al sexo femenino, y no con respecto de la
corrupción de su integridad virginal.
(Crisóstomo) Aunque había dicho “no es llegada mi hora”, al fin hizo
lo que su madre le había pedido; y así prueba suficientemente que no
estaba sujeto a horas. Pues si lo hubiese estado, ¿cómo hizo esto
cuando aun no había llegado la hora debida? Además, por honra de su
madre, a quien no creía oportuno contradecir, ni quería avergonzar
delante de todos, pues esta le había traído a los que servían para
que la petición se hiciese por muchos. Por esto sigue: “Dijo la
madre de Él a los que servían: haced cuanto Él os dijere”.
(Crisóstomo) Mas como la Palestina era escasa de agua, y esta no se
encontraba en muchos sitios por haber pocas fuentes y pozos,
llenaban las hidrias de agua para no tener que volver muchas veces,
porque en cuanto se manchaban tenían cerca el medio de purificarse.
(Crisóstomo) El Señor quería que sus milagros fuesen conocidos poco
a poco, y por lo tanto ni Él revelaba lo que había hecho, ni el
maestresala llamó a los sirvientes; sino que llama al esposo, que
era quien podía haber visto lo que había sucedido. Y Jesucristo no
hizo vino sencillamente, sino un vino exquisito. Tales son los
milagros de Jesucristo, que todo lo que hace es mucho más útil y
hermoso que lo que se hace por la naturaleza.
“Este fue el primer milagro que hizo Jesús en Caná de Galilea”
Entonces era necesario hacer milagros, porque los discípulos ya
estaban atentos, fijándose en todas las cosas que sucedían
claramente. Por esto sigue: “Y creyeron en Él sus discípulos”.
(San Agustín) Mas si entonces creyeron en Él, todavía no eran
discípulos suyos cuando fueron convidados a las bodas: mas se dijo
así, a la manera que solemos decir que el apóstol San Pablo nació en
Tarso de Cilicia; pues cuando nació aun no era apóstol. A semejanza
de esto, cuando oímos decir que los discípulos del Señor fueron
convidados a las bodas, debemos entender que no eran discípulos aún,
sino que lo serían con el tiempo.
Fuente:
homiletica.com.ar
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