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La Boda de Cana
San Josemaría Escrivá de Balaguer
Jn
2, 1-11
Entre tantos invitados de una de esas ruidosas bodas campesinas, a
las que acuden personas de varios poblados, María advierte que falta
el vino (cfr. Jn 2, 3). Se da cuenta Ella sola, y en seguida. ¡Qué
familiares nos resultan las escenas de la vida de Cristo! Porque la
grandeza de Dios convive con lo ordinario, con lo corriente. Es
propio de una mujer, y de un ama de casa atenta, advertir un
descuido, estar en esos detalles pequeños que hacen agradable la
existencia humana: y así actuó María.
—Haced lo que Él os diga (Jn 2, 5).
(...)
Si nuestra fe es débil, acudamos a María. Por el milagro de las
bodas de Caná, que Cristo realizó a ruegos de su Madre, creyeron en
El sus discípulos (Jn 2, 11). Nuestra Madre intercede siempre ante
su Hijo para que nos atienda y se nos muestre, de tal modo que
podamos confesar: Tú eres el Hijo de Dios.
— ¡Dame, oh Jesús, esa fe, que de verdad deseo! Madre mía y Señora
mía, María Santísima, ¡haz que yo crea!
Haced lo que Él os dirá
San Juan conserva en su Evangelio una frase maravillosa de la
Virgen, en una escena que ya antes considerábamos: la de las bodas
de Caná. Nos narra el evangelista que, dirigiéndose a los
sirvientes, María les dijo: 'Haced lo que Él os dirá' (Jn 2, 5). De
eso se trata; de llevar a las almas a que se sitúen frente a Jesús y
le pregunten: 'Domine, quid me vis facere?', Señor, ¿qué quieres que
yo haga? (Hch 9, 6).
El apostolado cristiano —y me refiero ahora en concreto al de un
cristiano corriente, al del hombre o la mujer que vive siendo uno
más entre sus iguales— es una gran catequesis, en la que, a través
del trato personal, de una amistad leal y auténtica, se despierta en
los demás el hambre de Dios y se les ayuda a descubrir horizontes
nuevos: con naturalidad, con sencillez he dicho, con el ejemplo de
una fe bien vivida, con la palabra amable pero llena de la fuerza de
la verdad divina.
Sed audaces. Contáis con la ayuda de María, 'Regina apostolorum'. Y
Nuestra Señora, sin dejar de comportarse como Madre, sabe colocar a
sus hijos delante de sus precisas responsabilidades. María, a
quienes se acercan a Ella y contemplan su vida, les hace siempre el
inmenso favor de llevarlos a la Cruz, de ponerlos frente a frente al
ejemplo del Hijo de Dios. Y en ese enfrentamiento, donde se decide
la vida cristiana, María intercede para que nuestra conducta culmine
con una reconciliación del hermano menor —tú y yo— con el Hijo
primogénito del Padre.
Muchas conversiones, muchas decisiones de entrega al servicio de
Dios han sido precedidas de un encuentro con María. Nuestra Señora
ha fomentado los deseos de búsqueda, ha activado maternalmente las
inquietudes del alma, ha hecho aspirar a un cambio, a una vida
nueva. Y así el 'haced lo que El os dirá' se ha convertido en
realidades de amoroso entregamiento, en vocación cristiana que
ilumina desde entonces toda nuestra vida personal.
Fuente:
Es Cristo que pasa, Nº149
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