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En Caná de Galilea, Jesús comenzó sus signos
Fray Miguel de Burgos, O.P
Jn
2, 1-11
III.1. El evangelio de hoy nos propone el relato de las bodas de
Caná como el primer signo que Jesús hace en este evangelio y que
preanuncia todo aquello que Jesús realizará en su existencia.
Podríamos comenzar por una descripción casi bucólica de una fiesta
de bodas, en un pueblo, en el ámbito de la cultura hebrea oriental.
Así lo harán muchos predicadores y tienen todo el derecho a ello.
Pero el evangelio de Juan no se presta a las descripciones bucólicas
o barrocas. Este es un relato extraño que habla de unas bodas y no
se ocupa, a penas, de los novios. La novia ni se menciona. El novio
solamente al final para reprocharle el maestresala que haya guardado
el vino bueno. La “madre y su hijo” son los verdaderos
protagonistas. Ellos parecen, en verdad, “los novios” de este
acontecimiento. Pero la madre no tiene nombre. Quizás la discusión
exegética se ha centrado mucho en las palabras de Jesús a su madre.
“¿qué entre tú y yo”? o, más comúnmente. “¿qué nos va ti y a mi”? Y
el famoso “aún no ha llegado mi hora”. Cobra mucha importancia el
“vino” que se menciona hasta cinco veces, ya que el vino tiene un
significa mesiánico. Y, además, esto no se entiende como un milagro,
sino como un “signo” (semeion), el primero de los seis que se han de
narrar en el evangelio de Juan.
III.2. La fuerza del mensaje del evangelio de este domingo es:
Jesús, la palabra de vida en el evangelio joánico, cambia el agua
que debía servir para la purificación de los judíos -y esto es muy
significativo en el episodio-, según los ritos de su religión
ancestral, en un vino de una calidad proverbial. El relato tiene
unas connotaciones muy particulares, en el lenguaje de los símbolos,
de la narratología y de la teología que debemos inferir con
decisión. El “tercer día” da que pensar, pues consideramos que es
una expresión más teológica que narrativa. El tercer día es el de la
pascua cristiana, la resurrección después de la muerte. No es, pues,
un dato estético sino muy significativo. También hay una expresión
al tercer día en el Sinaí (Ex 19,11) cuando se anuncia que
descendería Yahvé, la gloria de Dios.
III.3. La teología del evangelio de Juan quiere poner de manifiesto,
a la vez, varias cosas que solamente pueden ser comprendidas bajo el
lenguaje no explícito de los signos. Jesús y su madre llegan por
caminos distintos a estas bodas; falta vino en unas bodas, lo que es
inaudito en una celebración de este tipo, porque desprestigia al
novio; la madre (no se nos dice su nombre en todo en relato, ni en
todo el evangelio) y Jesús mantienen un diálogo decisivo, cuando
solamente son unos invitados; incluso las tinajas para la
purificación (eran seis y no siete) estaban vacías. Son muchos
vacíos, muchas carencias y sin sentidos los de esta celebración de
bodas. El “milagro” se hace presente de una forma sencilla: primero
por un diálogo entre la madre y Jesús; después por la “palabra” de
Jesús que ordena “llenar” las tinajas de unos cuarenta litros cada
una.
III.4. María actúa, más que como madre, como persona atenta a una
boda que representa la religión judía, en la que ella se había
educado y había educado a Jesús. No es insignificante que sea la
madre quien sepa que les falta vino. No es una boda real, ni un
milagro “fehaciente” lo que aquí se nos propone considerar
primeramente: es una llamada al vacío de una religión que ha perdido
el vino de la vida. Cuando una religión solamente sirve como rito
repetitivo y no como creadora de vida, pierde su gloria y su ser.
Jesús, pues, ante el ruego de las personas fieles, como su madre,
que se percatan del vacío existente, adelanta su hora, su momento
decisivo, para tratar de ofrecer vida a quien la busca de verdad. Su
gloria no radica en un milagro exótico, sino en salvar y ofrecer
vida donde puede reinar el vacío y la muerte. Esa será su causa, su
hora y la razón de su muerte al final de su existencia, tal como
interpreta el evangelio de Juan la vida de Jesús de Nazaret. De una
religión nueva surgirá una comunidad nueva.
III.5. Podríamos tratar de hacer una lectura mariológica de este
relato, como muchos lo han hecho y lo seguirán haciendo. El hecho
mismo de que este relato se haya puesto como el segundo de los
“misterios de luz” del Rosario de Juan Pablo II es un indicio que
impulsa a ello. Pero no debemos exagerar estos aspectos mariológicos
que en el evangelio de San Juan no se prodigan, aunque contemos con
la escena a los pies de la cruz (Jn 19,26-27) que se ha interpretado
en la clave de la maternidad espiritual de María sobre la Iglesia.
Nuestro relato es cristológico, porque nos muestra que los
“discípulos creyeron en él”. Eso quiere decir que la mariología del
relato (el papel de María en las bodas de Caná) debe estar muy bien
integrada en la cristología. María en el evangelio de Juan puede muy
bien representar a una nueva comunidad que sigue a Jesús (como el
discípulos amado) y que ve la bodas de esos novios que se quedan sin
vino como una lectura crítica de un “judaísmo” al que combaten “los
autores” del evangelio de Juan. De ahí que la respuesta de Jesús a
su madre en el relato, si lo hacemos con la traducción más común:
“¿qué nos va a ti y a mí?”, puede tener todo su sentido si el
evangelista quiere marcar diferencias con un judaísmo que se está
agotando como religión, porque ha perdido su horizonte mesiánico. Y
unas preguntas finales: ¿y a nuestra religión qué le está
sucediendo? ¿es profética; trasmite vida y alegría?.
Fuente:
dominicos.org
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