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«Estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la
boda Jesús con sus discípulos»
Padre Enric Prat i Jordana
Jn 2, 1-12
«Estaba allí la madre de
Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos»
Hoy, contemplamos los efectos saludables de la presencia de Jesús y
de María, su Madre, en el corazón de los acontecimientos humanos,
como en el caso que nos ocupa: «En aquel tiempo, se celebraron unas
bodas en Caná de Galilea. Estaba allí la madre de Jesús. También fue
invitado Jesús, junto con sus discípulos» (Jn 2,1-2).
Jesús y María, con una intensidad diferente, hacen presente a Dios
en cualquier lugar donde estén y, donde está Dios, allí hay amor,
gracia y milagro. Dios es el bien, la verdad, la belleza, la
abundancia. Cuando el sol despliega sus rayos en el horizonte, la
tierra se ilumina y recibe calor, y toda vida trabaja para producir
su fruto. Cuando dejamos que Dios se acerque, el bien, la paz y la
felicidad crecen sensiblemente en los corazones, quizás fríos o
dormidos hasta entonces.
La mediación que Dios ha escogido para hacerse presente entre los
hombres y comunicarse profundamente con ellos, es Jesucristo. La
obra de Dios llega al corazón del mundo por la humanidad de
Jesucristo y, secundariamente, por la presencia de María. Poco
sabían los novios de Caná a quién habían invitado a su boda. La
invitación respondía probablemente a algún vínculo de amistad o
parentesco. En aquellos momentos, Jesús todavía no había hecho
ningún milagro y la importancia de su persona era desconocida.
Él aceptó la invitación porque está a favor de las relaciones
humanas principales y sinceras, y se sintió atraído por la
honestidad y buena disposición de aquella familia. Así, Jesús hizo
presente a Dios en aquella celebración familiar. Allí, «en Caná de
Galilea, dio Jesús comienzo sus señales prodigiosas» (Jn 2,11) y
allí el Mesías «abrió el corazón de los discípulos a la fe gracias a
la intervención de María, la primera creyente» (Juan Pablo II).
Aproximémonos también nosotros a la humanidad de Jesús, tratando de
conocer y amar más y de manera progresiva, su trayectoria humana,
escuchando su palabra, creciendo en fe y confianza, hasta ver en Él
el rostro del Padre.
Fuente:
r.evangeli.net
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